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El peligroso intento de blanquear a Stalin

Grupos de izquierda tergiversan la historia para rehabilitar al sanguinario dictador, como sucedió en Valencia: el negacionismo comunista avanza como el nazi, y la UE los equipara
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Es la libertad, cosa que en la Unión Soviética de Stalin no habría sido posible: homenajear a un político «no oficialista». Eso pasó en el Ayuntamiento de Valencia. Un grupo del llamado Partido Marxista Leninista-Reconstrucción Comunista sacó una pancarta a favor de Stalin en el balcón del consistorio, justo el día internacional en recuerdo de las víctimas del comunismo y el nacionalsocialismo. El grupúsculo estalinista dice que se quiere «criminalizar» al genocida soviético. A su entender habría un grupo de historiadores al servicio del capitalismo que tergiversan los acontecimientos, sin comprender, sueltan, la liberación que la revolución comunista supuso para el «movimiento obrero». Que se quiere ocultar que Stalin derrotó a los nazis y dio una lección a los «explotadores».
Estos estalinistas españoles, tan jóvenes como ignorantes, están muy lejos de la recuperación nacionalista de la figura de Stalin que Putin ha llevado a cabo en Rusia. Para el mandatario ruso, el dictador fue un patriota, un hombre que quiso devolver la grandeza al país, que impulsó el orgullo nacional y que fue capaz de competir con las más grandes potencias. Putin, además, usa la figura de Stalin para mantener el Día de la Victoria sobre los nacionalsocialistas, una de las glorias rusas, y, al tiempo, demonizar a la élite política ucraniana, a la que se equipara con los nazis. Por eso, la Duma y el Consejo de la Federación rusa aprobaron que se prohibiera «equiparar los fines, decisiones y acciones de la dirección soviética con los de la Alemania nazi».
Las terribles purgas
Si es cierto que la URSS fue decisiva en la derrota de Hitler, también es verdad que Stalin selló un pacto con la Alemania nazi para el reparto de Polonia y de zonas de influencia. Ese pacto se firmó el 23 de agosto de 1939, entre Ribbentrop y Molotov, poco después de que los comunistas dijeran que en España estaban luchando contra el fascismo. Aquel acuerdo supuso la liquidación y genocidio en Polonia por parte de nazis y soviéticos, cosa que justificó entre otras personas, Dolores Ibárruri, la Pasionaria, otra estalinista. Solo en Katyn los comunistas ejecutaron a casi 22.000 polacos, en un descabezamiento completo de su sociedad.
Merced a aquel pacto, Stalin declaró la guerra a Finlandia y actuó en las tres repúblicas bálticas. El conflicto sirvió, además, para diezmar a la población soviética. A la Gran Purga de 1937 y 1938, en la que el estalinismo liquidó físicamente a todo contrincante, con 2.500.000 de arrestos y 700.000 ejecutados, le siguió el genocidio del pueblo ucraniano, unos 4 millones. Stalin trató de ocultar el genocidio por hambre, el «Holodomor», de Ucrania, pero ya no es posible hacerlo más. «Le Monde» informó el 25 de agosto de este año que cerca del aeropuerto de Odessa se han descubierto fosas con restos de unos 5.000 a 8.000 ucranianos.
El pacto nazi-soviético permitió, entre otras cosas, la colaboración de los estalinistas en la ocupación alemana de Francia, en la denuncia de judíos, y en la represión y formación de campos de concentración. El artículo 58 del Código Penal estalinista estaba dedicado a la represión política de «contrarrevolucionarios», ahí la cifra sube a los 4 millones entre 1921 y 1953, año de la muerte de Stalin. No se sabe a ciencia cierta cuántos murieron en el «archipiélago Gulag», el sistema carcelario que bautizó Solzhenitsyn. No obstante, Stalin, como han señalado entre otros Anne Applebaum, no hizo otra cosa que seguir las directrices de Lenin: eliminación física de los opositores al comunismo.
Sánchez evita decir «dictadura»
Karl Schlögel, en su estudio «Terror y utopía: Moscú en 1937», contabiliza dos millones de asesinados, lo que suponía 2.000 sentencias al día. El plan era el exterminio de grupos políticos, pero también étnicos, religiosos y sociales, tales como cosacos, tártaros, chechenos, judíos, homosexuales, o polacos. El negacionismo comunista avanza, y es del mismo calibre que en su día tuvo el negacionismo nazi. Si los nacionalsocialistas negaban el Holocausto y decían que las cifras habían sido manipuladas por historiadores «vendidos», y que, en el fondo, se trataba de un negocio de Israel, ahora pasa lo mismo con el comunismo. De ahí el gran error de Pedro Sánchez de negar la palabra «dictadura» para el régimen comunista cubano, solo por mantener la alianza con Podemos.
La Unión Europea ha equiparado comunismo y nacionalsocialismo por su desprecio a los derechos humanos. El número total de víctimas de Stalin supera al de caídos en la Primera Guerra Mundial y en el Holocausto. El equipo de Stephane Courtois contabilizó hasta 20 millones de personas asesinadas solo en Rusia. Robert Conquest concretó a 14 los liquidados por el holodomor, las deportaciones y las ejecuciones solo entre 1930 y 1937. En esos números también había personas pertenecientes al «movimiento obrero», izquierdistas y anarquistas, campesinos y trabajadores de todo tipo. No es para estar orgulloso.