Colin Firth y Stanley Tucci: dos amantes ante la muerte
Los actores se ponen al servicio de Harry Macqueen en la cinta “Supernova” para protagonizar una conmovedora historia de amor marcada por el Alzhéimer
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Todas las enfermedades degenerativas arrastran un poso de amarga tristeza incuestionable. Pero el fundido a negro de la memoria es posiblemente uno de los castigos más ingobernables que existen. Antes de mirar a la persona que lleva más de veinte años a su lado y no ser capaz de reconocer en sus ojos la silueta del ser que le amó y fue amado, hay un hombre que prefiere desaparecer. Antes de asumir que su vida se ha transformado en una mancha caleidoscópica exenta de recuerdos, vivencias y lugares comunes, existe un hombre que quiere apartarse. “Quiero que se me recuerde por lo que era, no por lo que voy a convertirme”, asegura en una carta de agradecimiento que lee en una distendida reunión familiar ante el inicio imparable de su proceso de demencia.
En “Supernova”, la crepuscular película de Harry Macqueen, el amor y el miedo encarnado por Colin Firth (Sam) y Stanley Tucci (Tusker) a veces parecen el mismo sentimiento: “Creo que cuando vives con este tipo de situaciones terminales que compartimentan en pequeñas piezas tus recuerdos el miedo y el amor se mezclan hasta el punto de terminar convirtiéndose casi en la misma cosa. La necesidad que tienes de que esa persona se sienta segura es miedo, y la inseguridad que te genera la posibilidad de separarte de ella puede interpretarse como amor. Ambos sentimientos están íntimamente ligados, me parece complicado separarlos”, asegura el director.
“He pasado muchísimas horas y días al lado de seres que habían padecido demencia o tenido a su alrededor gente con esta enfermedad para hacer la película. Convivir con ello es un drama en sí mismo, pero desde el principio me propuse como objetivo el intento de no caer en la emoción gratuita. Prefería hacer algo luminoso”, añade acerca del proceso de documentación que ha seguido para llevar a cabo la cinta.
Nada de dramas gratuitos
Dos hombres que se quisieron y todavía se quieren se suben a una caravana con el objetivo de recorrer espacios compartidos en el pasado, acompañarse, reconocerse y reunirse con familiares para celebrar una vida que acaricia su final. Dos corazones, dos emociones masculinas vehiculan este viaje sin retorno a los contornos de una memoria apagada: “Para mí era muy importante que los protagonistas de esta historia de amor fueran masculinos”, apostilla Macqueen.
“Como director estoy profundamente interesado en aportar relatos originales al panorama cinematográfico y creo que las películas pueden hacernos cambiar ya no solo la manera que tenemos de mirar al de al lado, sino la forma en la que nos observamos a nosotros mismos. Y creo que es valiente e importante escoger a dos hombres para representar una historia de amor que no se centra en lo sexual, algo a lo que tal vez estamos más acostumbrados, sino en el sacrificio. Me parece que es un poderoso y significativo acto político lo que hago con mi elección”, afirma. Y aunque en mitad de la era hiper digitalizada que vivimos parece que hay prisa por tocarse y salir corriendo, el realizador no pierde la esperanza: “Deseo con todas mis fuerzas que relaciones como las de Sam y Tushker se den en la vida real y confío en que sea posible desarrollarlas. Es un amor maduro y generoso”.