Carmen Thyssen y Cultura firman el acuerdo: “Un gran día para el museo”
La baronesa y Miquel Iceta han sellado hoy el alquiler de la colección, por el que Thyssen recibirá 97,5 millones de euros
Todos los ritos están presididos por un símbolo y la firma del arrendamiento de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza tenía que estar presidido por el «Mata Mua» de Paul Gauguin. El cuadro se ha convertido en el icono y el tira y afloja de una tensa negociación que se ha prolongado durante años y que tiene un claro reflejo en el anexo 1 del contrató que se ha rubricado: el óleo está valorado en 250 millones de dólares. Una cantidad que habla por sí sola de su revalorización y cómo se ha convertido, junto al retrato de Giovanna Tornabuoni, de Ghirlandaio, en el cuadro más conocido del Museo.
Bajo la sombra alargada de esta obra, el ministro de Cultura, Miquel Iceta, escenificó el acuerdo en una mesa presidida por él y franqueada en sus extremos por Carmen Thyssen y Borja Thyssen, del que ahora se exhiben tres obras de su propiedad, como puede leerse en las cartelas, en el seno de esta colección: «Autorretrato cerca del Oculus en el World Trade Center» (1932), de Richard Estes; «Paseando por Southwark 2» (1958), de Julian Ople, y un Francis Picabia, perteneciente a su serie de transparencias de 1925-1927 que, al contrario de las dos piezas anteriores, sí está incluido en el contrato que ayer se aprobó y que, según consta en este documento, está valorado en dos millones y medio de dólares.
La Baronesa, que se empeñó en que el «Mata Mua» estuviera en el museo para la celebración de este acto y que supervisó de manera personal el momento en que los operarios colgaron de nuevo esta pieza en uno de los muros de la pinacoteca, no disimuló la satisfacción que sentía ayer y, delante de una de sus hijas, Carmen, que estuvo sentada en una de las primeras filas, se refirió a algunas de las novedades del nuevo montaje: «Un coleccionista nunca deja de coleccionar, cuando puede y no es fácil. Ahora hay un poco más de impresionismo. Mi hijo también ha puesto obras. Borja también es coleccionista desde que tenía un año. Ha estado muy preparado con un museo que se habría al público cada 6 meses al año.
Suma total
Borja Thyssen, que contó con el apoyo de su mujer, Blanca Cuesta, que asistió a la rúbrica, también tuvo su momento para dirigirse a los medios de comunicación congregados y después de una sucesión de agradecimientos, reconoció el «largo camino de dificultades» que se ha recorrido para alcanzar este punto. Acabó con una afirmación que llevaba cierto tono de reflexión: «Mi padre amaba el arte y, sobre todo, compartir el arte. Ahora estas dos grandes colecciones se podrán ver unidas. Él estaría contento porque permanecerán juntas, al menos, durante quince años». Y ese «al menos», quizá involuntariamente, resonó con fuerza en la estancia.
El ministro Miquel Iceta calificó este día como «importante y emocionante». Aseguró que «Estamos celebrando un contrato, pero sobre todo una vida de acumular obras de arte para ponerlas a disposición de la gente». El arrendamiento que se ha materializado compromete a pagar al Estado una renta anual de seis millones y medios de euros, más el IVA, como aparece estipulado en el contrato, a los propietarios a lo largo de los próximos quince años, lo que supone un montante total de 97,5 millones de euros. Esto compromete a 330 obras de arte de la colección de Carmen Thyssen (que es más amplia y abarca alrededor de cuatrocientas), y que, como asegura en un comunicado el Ministerio de Cultura, en la actualidad está valorada en 1.703.796.510 euros. Aquí está incluido el famoso «Mata Mua». Quizá por todo esto Carmen Thyssen, que a lo largo de estos años e ha revelado como una negociadora implacable, asegurara pletórica y con una alegría comprensible que «A mi muy querido Heini le dedico esto, él quería ver esto unido. Es un día maravilloso e histórico. Me he emocionado. Sigo emocionada de hecho, sobre todo por mi marido. Es muy difícil conseguir que mi esposo tuviese aquí este museo maravilloso, ocho años luchando para conseguir que su colección estuviese libre y pudiera traerla aquí. Es un día muy importante». Sin duda.
Pero hay más. Según especifica uno de los puntos del contrato que ayer se suscribió por las diferentes partes, los propietarios se han reservado el derecho de disponer de manera libre de tres obras de todo este conjunto artístico arrendado para su venta a terceros durante el periodo de duración de este contrato. Eso sí, quedaría exento de esta disposición el célebre «Mata Mua», que en ningún momento podrá venderse. Esto ya ha pasado en el pasado. De hecho, en junio de 2020, salieron «Caballos de carreras en un paisaje» (1894) de Degas; «El puente de Charing Cross» (1899), de Monet, y el «Martha Mckeen de Wellfleet» (1944) de Hopper. Unos óleos que no han vuelto a día de hoy. Los dos primeros parece que están vendidos, aunque ella siempre ha negado esto, y del tercero no se sabe absolutamente nada de momento. Pero la realidad es que ninguno de los tres figura en la actualidad en el anexo con la relación de obras que se ven afectadas por este contrato.
Posible futuro
También existe otro punto interesante. Se ha detallado que si la Fundación Coleccción Thyssen-Bornemisza, que es el arredantario, vamos, el que alquila a partir de ahora la colección Carmen Thyssen, quisiera comprar la colección o una parte de ella, podrían iniciarse negociaciones, pero esto tendría que empezarse y concretarse antes del vencimiento del actual contrato. Un renglón que tampoco es menor, en caso de que se produjeran estas conversaciones, es que que si se alcanzara una suma para la compraventa total se restaría del precio fijado las anualidades que correspondiera a los años completos. Y, en caso de que solo afectara a una parte, se restaría una parte proporcional de lo anterior y en relación a las piezas que se desearan adquirir. También se ha querido dejar claro que, en caso de que surgiera una oferta de compra, el Estado tendría derecho preferente para proceder a su adquisición antes que otros. Estas cláusulas abre así la puerta a que más adelante se pudiera una comprar una serie de obras y no la totalidad de la colección por parte del Ministerio de Cultura. De la lectura del contrato también se infiere que todas estas obras cuentan a partir de ahora mismo con la garantía del Estado.
Este contrato también ha conllevado consigo una reordenación del museo. Los visitantes encontrarán la colección Thyssen en la planta de entrada del museo, mientras los pisos superiores se han reservado para la colección permanente del museo. Además estos cuadros dispondrán de una distribución nueva. Por supuesto, no estará expuesto el conjunto que forman las 330 obras que abarca. Solo estarán expuestas en las estancias 180 piezas de todas ellas. Las demás están conservadas por el museo. «He disfrutado mucho recolocando la colección» junto con el director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, Guillermo Solana, ha subrayado la baronesa, que también ha recalcado que «todavía quedan cuadros que no han entrado en estas salas» y ha adelantado el detalle de que el color siena es el preferido a la hora de decorar las salas..