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Nora Navas: “Cuando cumples 45, es difícil que te lleguen guiones que pongan los pelos de punta”

«Sinjar», presentada fuera de concurso en el Festival de Málaga, cuenta tres historias en femenino con las consecuencias de la guerra en Siria como hilo conductor
Álvaro CabreraEFE
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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De entre todos los intérpretes que, hace poco más de un mes en Valencia, ganaron tres kilos de prestigio en forma de «cabezón», una de las más sorprendidas fue Nora Navas (Barcelona, 1975). Más de una década después de su primer triunfo gracias a la madre sufridora que dibujó para ella Agustí Villaronga en «Pa negre», otra madre, la de la «Libertad» de Clara Roquet, la devolvía a lo más alto de nuestro cine. La pirámide de la empatía parece cerrarse en «Sinjar», presentada ayer en Málaga fuera de concurso y en la que se ha puesto a las órdenes de Anna Bofarull para ser la protagonista de una terna de historias con las consecuencias de la guerra de Siria e Irak como eje vertebrador del drama.
«Parezco condenada a hacer el papel de madre sufridora, pero me gusta porque también me da la oportunidad de explorar las diferencias que surgen entre ellas. En “Libertad” era una madre con unos privilegios distintos que no tiene esta nueva Carlota. Su dolor es mucho más profundo», explica Navas sobre un papel en el que da vida a una enfermera cuyo hijo, un chico cualquiera que está lidiando con la reciente muerte de su padre, es captado por las redes de radicalización y decide marcharse a Siria a pelear por el califato.
Errores redentores
En «Sinjar», más allá de Navas y de un tratado sobre la suspensión de la incredulidad que, en realidad, es pura alegoría del desdén occidental en torno a los desastres de la guerra, Bofarull se las ingenia para hacer cine de denuncia sin recurrir a la incomodidad explícita: «Anna habló con cientos de mujeres liberadas del EIIL, y se vio en deuda. No puedes ponerte panfletario después de haber escuchado eso en primera persona. Se podría poner panfletario alguien kurdo, por ejemplo, porque le han matado a toda la familia. Pero cuando vienes de fuera, cuando tienes que contar una realidad que no es la tuya, tienes que hilar muy fino», opina vehemente la actriz, antes de hablar de una de las claves del filme, la presencia de Eman Eido, superviviente a un secuestro y a un matrimonio forzado cuando apenas tenía 9 años: «La película brindó a Eman una oportunidad de empoderarse, arma en mano, tras una experiencia tan traumática como la que sufrió. Ella no quería ser la esclava de la historia, quería sanar a través de la ficción», añade convencida Navas. Eido, en la película una más de las militares que dan cuerpo a las «peshmerga» kurdas, protagoniza una historia de redención que completa la antología junto al relato que se centra en Jalima Ilter, de corte más canónico y quizá hasta melodramático, centrado en la huida de una mujer de la esclavitud propia de la casa de uno de los líderes de la organización terrorista.
«Lo hemos dicho muchas veces pero sigue ahí y es verdad, a partir de los 45 años cuesta mucho que te lleguen guiones que pongan los pelos de punta. Si no eres la pareja de, eres la hija de», cuenta Navas sobre lo que la llevó a decir que sí al guion, férreo y por momentos casi documental, pero que sabe epatar en un clímax donde el montaje de Diana Toucedo brilla por armonioso. Y se despide, reflexionando sobre el contexto también bélico en el que verá la luz la propuesta: «Estamos cometiendo exactamente los mismos errores. Cuando terminemos con la película, Eman tendrá que volver al campo de refugiados en el que vive. Por eso es importante dar voz al pueblo yazidí. ¿En dos meses nos vamos a olvidar de Ucrania? La cultura y el cine, al contrario que la política de cargos, sirven para evitar eso».
Hermeneutica del trauma según Matías Bize
En lo más duro de la pandemia, para intentar huir del panorama de cifras, al chileno Matías Bize le dio por refugiarse en la hermenéutica del trauma. Es decir, en poner por escrito esos testimonios que, desde su experiencia como autor respetado dentro y fuera de su país, ha ido escuchando de amigos y conocidos. «En la película hay ficción, claro, pero todo lo que se cuenta le ha ocurrido a alguien que yo conozco», explica en la distancia corta el director, ganador del Goya o la Seminci, sobre su nueva «Mensajes privados». En la extraordinaria película, que trasciende el formato pandémico de las conversaciones por Zoom para emocionar en lo estrictamente dramático y que compite en la Sección Oficial de Málaga, escuchamos a Antonia Zegers o Álex Brendemühl narrar experiencias trágicas sobre lo que significa ser padre, ser madre, ser víctima o ser verdugo en las relaciones familiares. «Me interesaba el lenguaje cinematográfico que desarrollamos durante la pandemia, pero todavía más la verdad y las reflexiones que ese encierro despertó en mucha gente. La revisión de quiénes somos y hemos sido», añade.