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Aniversario

50 años sin Clara Campoamor, pionera del voto femenino y mujer que huyó de la España republicana

El 30 de abril de 1972 se marchaba para siempre una figura indispensable en la historia española del siglo XX

Hija de un contable y una costurera, la prematura muerte del primero forzó a Clara Campoamor a empezar a trabajar con su madre a los 13 años. Sin embargo eso no la detuvo: a los 21 años obtendría la plaza de auxiliar de Telégrafos por oposición, a los 27 obtuvo una nueva plaza como profesora de la Escuela de Adultos de Madrid, mientras ejercía de secretaria en el diario “La Tribuna”. En 1922, a los 34 años, decide concluir sus estudios de Bachillerato, y matricularse en Derecho, convirtiéndose en 1925 en la segunda abogada de España (Victoria Kent se había inscrito en el Colegio de Abogados de Madrid un mes antes).

A partir de ahí daría el salto a la política defendiendo derechos no reconocidos de la mujer y la libertad política. Con el advenimiento de la República se afiliaría al Partido Radical, desde donde siempre fue fiel a los principios de liberalismo y laicidad que ella venía propagando en todos los foros en los que participaba.

En las elecciones de 1931 fue elegida diputada por Madrid (en ese momento las mujeres podían ser elegidas, pero no electoras). Solamente habrían dos mujeres más en ese Congreso de los Diputados. A partir de entonces formaría parte del equipo que elaboró el proyecto de la Constitución de la República, luchando por establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad jurídica de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio y el sufragio universal, llamado entonces voto femenino. Lo consiguió todo, excepto este último, que tuvo que debatirse en las Cortes.

En ese momento gran parte de la izquierda no quería que la mujer votase porque se suponía que estaba muy influida por la Iglesia. Sin embargo consiguió que el sufragio universal fuera aprobado por 161 votos a favor y 121 en contra. El motivo de ese éxito recayó principalmente en el discurso de Campoamor, con fragmentos como el siguiente: “Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”.

En 1933 no consiguió renovar su escaño y abandonó el Partido Radical por su subordinación a la CEDA (la coalición de partidos de la derecha), pero tampoco encontró lugar en la Izquierda Republicana, que le reprochaba la victoria conservadora de 1933 al haber permitido el voto femenino. No recibió disculpa alguna cuando el Frente Popular (de izquierdas) ganó las elecciones en 1936, donde también participaron las mujeres.

Tras el golpe de 1936 se exilió al temer por su vida. Un punto que se suele omitir en algunos relatos de izquierdas. Huyó de Madrid por temor a que las checas que habían formado los hombres y mujeres del Frente Popular acabaran asesinándola. No en vano, los supuestos defensores de la cultura popular ya habían fusilado, entre otros muchos, al genial dramaturgo Pedro Muñoz Seca. El motivo del odio a Campoamor era que encarnaba el voto femenino y que, al culpar a las mujeres de la victoria de la derecha en las elecciones de 1933, toda la responsabilidad como “traidora” de la izquierda recayó en Campoamor. El voto femenino era su “pecado mortal”.

Desde Suiza escribió La revolución española vista por una republicana, que publicó en francés y no se ha traducido hasta hace pocos años. En esa obra Clara no sólo se muestra como siempre lo fue, liberal e independiente, sino que proporciona el primer análisis histórico de la Revolución española y de la Guerra Civil y nos da su testimonio directo.