Val Kilmer: la voz quebrada del sueño americano
Filmin estrena «Val», extraordinario documental sobre la vida del actor antes y después de sufrir un cáncer de garganta que le impide seguir hablando
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Pocas metáforas se han resquebrajado más del uso que la del arte del «kintsugi». Ya saben, lo de volver a unir las piezas de lo que ya se rompió, no para recobrar su valor, sino para entender la historia del desgaste. Pocas metáforas, eso sí, serían más acertadas para hablar de «Val», el documental sobre Val Kilmer que llega hoy a los cines y a Filmin de manera simultánea. Después de «Top Secret!», «Amor a quemarropa», «Top Gun», e incluso de enfundarse el antifaz de Batman, ¿qué queda? En sus dos horas de metraje, Ting Poo y Leo Scott intentan llevarnos de la mano por la carrera del último icono del Hollywood del Antiguo Régimen mientras son testigos de la recuperación anímica y física del mito, conectado a una electrolaringe para hablar y refugiado ahora en sus cuadros.
«Conocí a Val hace unos diez años, cuando trabajaba como montador en una comedia. Le gustó mi trabajo y lo que había hecho con los distintos formatos en los que se rodó. Me contó que era un gran video-aficionado y que toda su vida había ido acumulando vídeos caseros», explica Scott antes de que Poo haga explícita la sorpresiva mecha que dio inicio al documental: «Leo y Val estuvieron rodando mucho material sobre la vuelta de Kilmer al teatro con una obra basada en Mark Twain. Luego llegó su enfermedad y, cuando se recuperó, le pregunté por esas cintas. Lo que no esperaba era ver un garaje lleno de ellas», añade la co-directora sobre las más de 1.000 horas de metraje de Kilmer documentando su vida desde finales de los 70 y que les llevó más de nueve meses digitalizar y ordenar debidamente.
Sin miedo a nada
Ídolo de masas, materialización de lo homoerótico en la era Reagan, actor de método desde que se puso en la piel de Jim Morrison y compañero complicado, menos para los que siempre le defendieron y que aquí aportan sus testimonios (Kevin Bacon, Robert Downey Jr., Tom Cruise), Kilmer es, según el crudo retrato que hace «Val», la voz perdida del sueño americano. Poo y Scott pintan un retrato completo, complejo y concienzudo sobre un Kilmer que –aunque no se mencione en el filme– perdió su capacidad para hablar al negarse, en un principio, a recibir tratamiento médico para su cáncer de garganta. Así, es su hijo Jack quien nos guía en lo sonoro, prestando voz a su padre y sin miedo a entrar en temas peliagudos, como el de la relación tóxica de Kilmer con su propio padre, su divorcio de Joanne Whalley o su desencanto con un Hollywood que le dio la espalda en cuanto comenzaron a salirle arrugas: «Tuvimos toda la libertad del mundo. Ni siquiera le interesaban los detalles, se preocupaba más por cómo estábamos nosotros», explica Scott, antes de que matice Poo: «De hecho, mucho del material que está en el documental ni siquiera llegó a verlo antes del estreno. Lo que sí hacíamos era enseñarle partes que íbamos a usar pero no desde una perspectiva de juez, sino para ver si eso le traía algún recuerdo específico que luego pudiéramos verbalizar a través de su hijo. Es nuestro tercer guionista no acreditado, pero jamás nos dio ninguna indicación temática», añade.
Entre reflexiones, recuerdos de su época dorada y algún que otro corte de «Planeta Rojo», la infame película de Antony Hofmann que muchos citan como su descenso a los infiernos, en «Val», empatizamos con el hombre más allá del mito, el soñador más joven en graduarse jamás de la prestigiosa Juillard de actuación, y también el padre que, pese a todo, jamás dejó que su desidia pasase a sus hijos. En definitiva, la vida, carrera y obra, entre lo brillante y lo trágico, de esos ojos azules que siempre se miraron en Marlon Brando.