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Cine

Xawery Zulawski: “Parece estar prohibido hacer películas abiertas a la interpretación”

El hijo de Andrzej Zulawski, director de “La posesión” o “La mujer pública” entre otro puñado de clásicos, visitó España para presentar su última película y la retrospectiva que le dedica en mayo Filmoteca Española

El director de cine, e hijo de Andrzej Zulawski, Xawery Zulawski, durante su visita a la Filmoteca Española
El director de cine, e hijo de Andrzej Zulawski, Xawery Zulawski, durante su visita a la Filmoteca EspañolaFILMOTECA ESPAÑOLA

A principios de 2016, ya afectado de su salud, el mítico director polaco Andrzej Zulawski convocó a su hijo para legarle una misión: se trataba del guion de la que iba a ser su última película antes de fallecer, “Mowa ptaków” (traducida internacionalmente como “Bird Talk”. Ante tal magna tarea, cuenta su hijo a LA RAZÓN, lo primero que le surgió fue un mar de dudas: ¿Debía completar la película? ¿Debía rodarla él? ¿Había cabida para su manera de hacer cine en un guion de su padre, conocido por rodar más con tratamientos, esbozos y planos maestros que con líneas de guion? Xawery Zulawski visitó hace unas semanas España para presentar la película que terminó dirigiendo a partir de aquel libreto y también para ejercer de maestro de ceremonias de la retrospectiva que le dedica todo el mes de mayo Filmoteca Española en el Cine Doré de Madrid. El hijo del director de “La posesión” (1981), “La mujer pública” (1984) o “La fidelidad” (2000) ahonda en la radicalidad moderna del cine de su padre, en ese encierro cultural que vive buena parte del cine del este de Europa por culpa de los gobiernos de extrema derecha y en esa condición de avanzado a su tiempo que parece estar asociada para siempre al apellido Zulawski. Ese mismo apellido será homenajeado, en lo que queda de mes, con películas como “Boris Godunov” (1989) o “La note bleue” (1991).

"La posesión" ("Possession"), de 1981, una de las películas más célebres de Andrzej Zulawski, padre de Xawery
"La posesión" ("Possession"), de 1981, una de las películas más célebres de Andrzej Zulawski, padre de XaweryFILMIN

-¿Cómo está? ¿Cómo le está tratando la pandemia a nivel profesional y personal?

-Son tiempos extraños, estos últimos dos años. A ello hay que añadir la guerra en Ucrania, y todo lo que nos está afectando en Europa. De momento, eso sí, todavía no me ha impedido hacer cosas como cineasta, bien sea dirigir o escribir. Se podría decir que en estos tiempos de crisis estamos viviendo, incluso, un nuevo auge gracias al parón para el desarrollo, y a la llegada de las plataformas. Y al mismo tiempo, las salas de cine han dejado de ser un punto de referencia para saber qué es bueno en el cine y qué merece la pena ver o no. Y eso, claro, ha influido en la calidad de las películas que estamos viendo. Si miramos lo que más se ve, normalmente coincide con lo más estúpido.

-¿Nota esa sensación de presión por posicionarse, de rapidez quizá, por miedo a verse envuelto en polémicas como director del este de Europa?

-No creo que exista una presión en sí, o al menos no que sea nueva. En Polonia, desde algunos años tenemos un gobierno de derechas y es obvio que no es compatible con la libre expresión del arte. No hacen buena pareja. Por eso digo que no hay una presión, porque es innecesaria. Todos los creadores polacos estamos del lado ucraniano, del lado de la libertad y de ver el mundo a través de unos ojos intelectuales y filosóficos.

-¿Siente honrada, viva, la memoria de su padre con homenajes como este?

-Yo diría que mi padre siempre fue un creador “underground” y es algo que, hoy en día, no está muy de moda. Hoy, se lleva lo que es fácil de ver, fácil de entender. Cómodo, incluso. Creo que mi padre no es un creador que esté de moda, precisamente por eso, porque nunca fue cómodo. Obliga al espectador a una confrontación con las emociones a la que no está acostumbrado. Mi padre fue un creador que hacía sentirse único al espectador, en el sentido de mostrarle algo que no conocía, que es insólito y que solo va a ocurrir en ese momento ante los ojos. Es la sensación de descubrimiento imposible de encontrar en otro autor.

-Creciendo, ¿cómo se llevaba con el cine de su padre? ¿Luego, como director, entendió muchas cosas que no pudo de pequeño?

-Mi padre siempre intentó que yo y mis hermanos estuviéramos lejos de su cine y de sus rodajes. Si veíamos algo de su cine era siempre en VHS y a escondidas. Muchas veces veíamos hasta fragmentos sueltos, porque era lo que estaba en su oficina, momentos sin montar. De hecho, así es como vi a una mujer desnuda por primera vez. Había algo de gusto en el secreto. Nunca fuimos a ningún estreno, eso sí. No sé cómo decirlo, pero el lenguaje de mi padre y su manera de expresarse para nosotros es algo muy cercano, muy nuestro. Como director, veo a mi padre como la vanguardia, me cuesta entender cómo llegó a ciertos procesos. Y veo cuánto introdujo en el lenguaje cinematográfico mundial, cuánto aportó liberando la cámara. Es algo que no había hecho nadie antes.

-A cuarenta años de películas como “Possession”, ¿por qué cree que las películas de su padre se siguen sintiendo como contemporáneas?

-A mí también me surge la duda, sobre cómo poder escribirlas para hacerlas así. Sobre todo ahora, cuando los procesos son cada vez más cortos y está pasado de moda invertir tiempo. Sus textos están abiertos a la interpretación sin fin. Hoy en día no es posible escribir textos así, está casi prohibido, hay que ser unívoco. Los que te dan el dinero quieren que la película esté cerrada. Sus películas estaban abiertas. Cuando lo comprendí, cuando entendí cómo escribía él, pude completar su guion. ¿Cómo funciona ese proceso? No tengo ni idea.

-¿Llegó a dudar de completar el guion por su cuenta, o sobre dirigir la película?

-Sí, y de hecho me quitó el sueño. No es broma. Cuando recibí el guion, lo primero que pensé fue rechazar la película. Pensé hacerlo con otros directores también, como en colectivo, con otros realizadores jóvenes polacos a modo de homenaje. El destino intervino, justo ahí, porque por cuestiones de calendario todos los demás directores tuvieron que salirse del proyecto. Mi padre ya no vivía, pero seguro que le alegró esa coincidencia, porque siempre me animó a ser más valiente. Yo mismo sentí esa libertad de dirigir, el que se abriera ante mí una oportunidad única para saber qué sintió él haciendo sus películas. Esta ha sido la primera película que he hecho sin tener que pensar en el espectador, solo en lo que yo iba a sentir con ella. Quizá por eso es tan radical la opinión que se suele tener de ella, o se la odia o se la ama.

-Si le enseñara el cine de su padre a alguien que jamás hubiera visto nada, ¿qué le pondría para hacerle un convencido o una convencida?

-Sería imposible quedarse con una sola película o escena. Hay muchas icónicas, como la de “Possession” en el metro… Pero mi favorita, quizá, es “Boris Godunov”, o incluso “La note bleue”. Muestran la capacidad de mi padre para ser también sensible. Son opuestas a las películas crudas, y aquí el amor está en primer plano. También por la capacidad de mi padre para hacer volar la cámara, ya desde los setenta, medio siglo antes de que se convirtiera en estándar.