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“Corto Maltés”, “Tintín” o “El teniente Blueberry”: el arte también significa un puñado de bocadillos

Más de 350 piezas forman la exposición “Cómic. Sueños e historia”, con la que CaixaForum reafirma el alcance cultural del cómic
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Antes los sueños de los niños tenían un color distinto, nacían de las líneas de los bocadillos de texto, su movimiento estaba cercado por la geometría de las viñetas o la textura de los universos quiméricos de la tinta y el material del que estaban hechos tenía que ver más con un modelo de imaginación atávico y salvaje en donde la expresión secuencial de las imágenes lo convertía en un sujeto libre, que con la intoxicación alienante digital de las pantallas con la que muchos crecen ahora. Estos sueños estaban repletos de escenas galácticas, paisajes amazónicos y lejanos y personajes fantásticos, heroicos, tramposos, corrientes y extraordinarios cuyo nacimiento se había producido en las páginas de los cómics. Y es precisamente este formato artístico, este elemento cultural de alcance comunicativo incalculable, el que viene a reivindicar ahora CaixaForum con la exposición “Cómic. Sueños e historia”, una amplísima panorámica compartimentada en ocho escenarios distintos que compila algunas de las mejores viñetas del mundo occidental –más de 350 piezas componen la muestra– y con la que se pretende subrayar, entre otras cualidades, la doble condición del cómic como herramienta de reflexión sobre el futuro y el presente de las sociedades por un lado y como poderoso medio de creación de realidades paralelas por otro.
Generacionalmente parece difícil encontrar padres o abuelos que no relacionen de manera inmediata el paulatino desarrollo de su infancia y juventud –algunos de ellos incluso su etapa más adulta– con la lectura y el descubrimiento de títulos como “El Teniente Blueberry”, “Tintín”, “Blake y Mortimer”, “Flash Gordon“, El príncipe valiente”, “Corto Maltés”, “Astérix y Obélix” o “Mafalda” y esto se debe en parte a la condición unificadora y colectiva de su anatomía: su intercambio en los mercadillos, el préstamo con acuse de recibo de algunos números o la necesidad de compartir un hallazgo inesperado de una tira que dabas por perdida.

Precursores en España

Siguiendo la línea de este carácter cohesionador es importante tener en cuenta que la historieta, tal y como la conocemos, eclosiona con los medios de impresión durante el siglo XX y ya entonces presenta desde su gestación elementos formales que la definen y ensalzan de manera natural como la narración múltiple o ese ritmo tan característico, pero concretamente en España, su aparición se adelanta un siglo con precursores como Apeles Mestres o Ramón Cilla. Desde el nacimiento y mito de los grandes superhéroes hasta la edad de oro del cómic franco-belga pasando por la explosión del género fantástico y la nueva vanguardia surgida en las últimas décadas, la muestra se sirve de un montaje escénico que favorece la experiencia inmersiva.
El proyecto, que germinó a partir de la rica colección de Bernard Mahé –una de las más importantes de Europa– y que se ha completado con préstamos de instituciones y coleccionistas privados (hay incluso aportaciones de tres originales de “Mafalda” del fallecido Quino, expuestos por primera vez), consigue abrir la puerta a un mundo fantástico sin incurrir en lo excesivo para hacer disfrutar al visitante más generalista de objetos como una reproducción a gran escala de “13, Rue del Percebe” o un decorado de Astérix con sus protagonistas en 3D, pero también de auténticas maravillas para los más aficionados como la ilustración “The Yellow Kid”, obra de Richard Felton Outcault a quien se le atribuye ser el primero en usar bocadillos de texto y autor del primer cómic moderno o viñetas muy pictóricas y particularmente artísticas como “Chihuaha Pearl”, pintada por Jean Giraud -conocido posteriormente como Moebius- en el 95.
“Al final de esta sala en la que nos encontramos, nos topamos con una pared entera plagada de tebeos hechos por grandes dibujantes españoles que han dibujado o bien para España o bien para el extranjero, por desgracia, ya que el sector aquí nunca ha tenido la fuerza suficiente como para dar salida a su trabajo: desde Purita Campos, Enric Sió, Jordi Bernet, Vicente Segrelles, Montesol, Daniel Torres o el propio Nazario y su característico estilo underground. Esto es una pequeña representación de centenares de dibujantes que desde los años setenta ya empezaron a dibujar un cómic que se entendía que estaba destinado al adulto y dejaba atrás la concepción de cómic solo para niños”, explica el periodista Vicent Sanchis sobre el momento exacto en el que se produce esa separación conceptual del cómic y se deja de asociar con lo infantil mientras nos dejamos perder por el espacio generoso dedicado a la evolución de este género en España.
“Por aquí tenemos una página de “La familia Ulises”, personaje famosísimo del tebeo que dibujaba Marino Benejam: es una página rara, también coloreada por él. Es curioso cómo siendo siempre historias costumbristas, familiares, normales, esta es una historia mágica y personalmente me sorprendió mucho cuando la vi porque desconocía su existencia. Al fondo además podemos observar una recreación con diferentes dibujantes de diferentes épocas: Ana Juan, Gallardo, Paco Roca, que es el que ha hecho el dibujo, Escobar, Ibáñez…”, añade deteniéndose en el diorama hecho por Roca ex profeso para la muestra titulado “Ni están todos los que son… 2022″ en el que aparecen algunos de sus compañeros y grandes creadores.
Inevitablemente, mientras seguimos transitando por los paraísos artificiales de la viñeta, el nombre de Bruguera, editorial mítica del cómic y la literatura popular radicada en Barcelona, sale a relucir: “Bruguera consiguió llevar los tebeos a lo más alto del país con una capacidad productiva fantástica, pero al mismo tiempo, tenía una cara oscura que buscaba el máximo provecho y rédito de sus dibujantes para sacar la máxima cantidad de cabeceras que pudiera cada semana trabajando con un sistema que algunos después han calificado de tiránico, como el propio Roca, que tiene una novela gráfica llamada “El invierno del dibujante” en donde habla a través de las imágenes de la forma en la que se trataba a los dibujantes como meras piezas de una producción en cadena”, señala Sanchis, asesor además de periodista, de la colección que nos ocupa.
“De hecho hubo un intento de romper la dictadura Brugueras -prosigue- cuando cinco dibujantes se fueron para crear la revista “Tiovivo” y la misma industria Bruguera iba a los quioscos y recomendaba a los quiosqueros que no vendieran el “Tio Vivo”, que lo apartaran y pusieran por encima el de “DDT”, “Pulgarcito”, “Capitán Trueno” o “Jabato”, de tal manera que según los dibujantes de “Tio Vivo” fue Bruguera quien los fue matando. Eso sí, finalmente los recupero y los cinco volvieron a Bruguera y “Tio Vivo” pasó a formar parte de la empresa”. Pese a todo, incide, “también hay que ser conscientes de que si el tebeo en España es algo, fue gracias también a él. Representa la cara A y la cara B del negocio sin duda”, remata expresivo sobre un ejemplo de prácticas contradictorias en una industria que está siendo relevada por nuevos caminos experimentales del cómic-ensayo o poéticas performativas en los que sobresalen nombres como Marta Altieri, Javier Olivares, Keko, María Medem o Ana Galvañ, que seguro serán capaces de cambiar el color de los sueños de los niños. Y también de los adultos.
Dónde: CaixaForum. Madrid.
Cuándo: hasta el 28 de agosto.
Cuánto: 6 euros.