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Crítica de “El insoportable peso de un talento descomunal”: el ego de Nicolas Cage y su simulacro ★★

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección: Tom Gormican. Guion: Tom Gormican y Kevin Etten. Intérpretes: Nicolas Cage, Pedro Pascal, Tiffany Haddish, Sharon Horgan. USA, 2021. Duración: 107 minutos. Género: Comedia de acción.
“El insoportable peso de un talento descomunal” intenta demostrar que el camino más corto entre “El gabinete del doctor Caligari” y “Paddington 2″ se llama redención. Con ese título, que podría ser el de un relato de David Foster Wallace, la redención solo puede ser irónica. Al contrario que en “JCVD”, que arrancaba con la confesión desgarradora de un Jean-Claude Van Damme dispuesto a desmantelar su leyenda como héroe de acción de serie B, en “El insoportable…” Nicolas Cage se interpreta a sí mismo para no alejarse ni un milímetro del ego autoparódico que ha modelado, mueca a mueca, a lo largo de una carrera tan errática como estimulante. En este caso, el ejercicio metacinematográfico -o, mejor dicho, metaperformativo- está en la propia esencia de Cage como actor-personaje, que puede entenderse, en efecto, como una oscilación permanente entre el expresionismo del clásico de Robert Wiene y la melancolía de terciopelo parduzco de la reivindicable película de Paul King.
No es casual, pues, que el filme bascule constantemente entre dos identidades que no siempre parecen llevarse bien. Si Nicolas Cage habla con su gemelo fantasmático, una reencarnación rejuvenecida del Sailor de “Corazón salvaje”, para debatir si debe renacer como actor de método o como hiperbólica superestrella; si el Nicolas Cage real funde su imagen con la de su réplica como figura de cera; y si, en fin, Nicolas Cage no sabe conciliar su imagen pública con su vida privada, es porque Tom Gornican también duda sobre si utilizarlo como actor o como personaje. Esa duda, que atraviesa el filme sin demasiadas sutilezas, lo divide en dos cintas en eterna pugna: una ‘bromantic comedy’ simpática, un “Dos tontos muy tontos” en una Mallorca de ensueño y con viaje lisérgico incorporado, y una película de gángsters y espías, con la excusa argumental más delirante que pueda imaginarse -atención: ¡el secuestro de la hija del presidente de Cataluña (sic) con fines electoralistas!-, a la que le resulta fácil jugar a ser patética porque es, sí, patética. Al final, no hay redención posible para Cage, porque es imposible distinguir entre Caligari y Paddington, que es lo mismo que decir que es imposible distinguir entre Cage y su simulacro.

Lo mejor

En este delirio de egotismo autoparódico, hay una divertida ‘bromantic comedy’ que lucha por conquistar la atención del espectador.

Lo peor

Que, en ocasiones, la película consiga imitar las más ridículas aventuras de Cage perdiendo la distancia irónica.