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Selvático Animal
Álvaro Soler: "Estuve muchos años formando mi voz en los karaokes"
El músico de origen hispanoalemán acaba de lanzar su cuarto disco, "El camino", un trabajo cuasi conceptual y de corte intimista

El éxito internacional de Álvaro Soler (Barcelona, 1991) lo avalan los más de cinco millones de oyentes mensuales con que cuenta en Spotify. La canción que le dio a conocer, «El mismo sol», y de la que hizo una versión con Jennifer López, supera los 205 millones de reproducciones en YouTube, una cifra apabullante pero muy alejada de los 950 millones que en esa misma plataforma suma ya «Sofía», su mascarón de proa. Ahora presenta su cuarto trabajo discográfico, «El camino», un álbum cuasi conceptual que ha sido concebido para ser escuchado en su integridad y no solo picoteado, que es lo que ocurre hoy día con la mayor parte de la música que se consume en formato digital.
Álvaro estudió ingeniería en diseño industrial. ¿Fue un plan B impuesto por sus padres o por él mismo? Ríe antes de responder: «Creo que fue una combinación de las dos cosas. O sea, por un lado fue una motivación de mis padres porque ellos vieron que realmente me gustaba. Siempre he sido una persona muy curiosa y me han encantado muchísimas cosas, y me fascinaba todo lo que era creativo. La ingeniería en diseño industrial también tenía mucho que ver con la creatividad, y como mi madre había estudiado interiorismo y yo no conocía a nadie que hubiese estudiado música o que viviese de ella, me dije voy a hacer esto, que tiene buena pinta y, además, a mí me gusta dibujar. Y me lo pasé superbién, la verdad. Y una vez que tuve el título, les dije a mis padres: mirad, tengo el título y ya está, se acabó. Y lo que hice fue crear un estudio con un amigo, en su garaje, y empezamos a hacer una rutina diaria de componer y producir canciones».
Se señalan mucho sus orígenes (padre alemán, madre belga/española), su vida nómada (ha vivido en diversos países, Japón entre ellos) y su condición de políglota (habla cinco idiomas). ¿Cómo cree él que han influido esas circunstancias en la música que hace? «Pues yo creo que muchísimo –contesta tajante–. Lo que no está tan descrito en las biografías que circulan sobre mí es lo mucho que me aportó la conexión con la gente se diferentes culturas, como por ejemplo en Tokio, que íbamos a un colegio alemán y cada año llegaban nuevos estudiantes y se iban otros, y eso te obligaba a hacer amigos nuevos casi cada año. Allí teníamos una pequeña banda y cada vez que venía gente nueva les recibíamos preguntándoles si tocaban algún instrumento, y el que sabía tocar se incorporaba. La música se convirtió en un modo de unión para todos nosotros. También estuve muchos años formando mi voz en los karaokes de Tokio, y eso fue muy bueno para mí porque la práctica hace muchísimo. Igual que a los que hacen deporte desde muy pequeños se les nota en la fisionomía que están preparados, los músculos de los músicos se acuerdan de todo el esfuerzo que han hecho».
Del indie al éxito internacional
Álvaro tuvo un grupo, Urban Lights, de espíritu indie, pero en sus trabajos posteriores se adentró sin complejos en la más estricta comercialidad. ¿Fue plenamente responsable de sus pasos artísticos o ha seguido en algún momento el dictamen de la industria? «Lo que pasó es que yo estaba aquí con mi grupo, en Barcelona, componíamos para nosotros y la cosa no acababa de despegar, iba bien pero bastante lenta. Entonces empecé a abrir las puertas y a componer para otros artistas. Y en una de estas me vi en Berlín con la idea de componer para un artista español o latinoamericano conocido que ya tuviese éxito, enseñarle las canciones y que las cantase él. Pero Universal, en Alemania, y esta es la parte curiosa de la historia, escuchó las canciones y me dijeron que les encantaban y que, ya que las cantaba yo, por qué no las sacaba también yo, puesto que además era el autor. Y ese ha sido el momento más complicado de mi carrera. Sobre todo, porque fue al principio y tenía que decidir si me separaba del grupo que había creado con mi hermano y mi mejor amigo para probar algo en solitario. Puede ser que en ese momento pareciese algo egoísta, pero si ahora hablas con todos los del grupo saben que fue la mejor decisión».
Se adscribe a este artista a los géneros world music y eletropop, y su música se escucha más fuera de España. ¿No es difícil encontrar una voz personal dentro de nuestro país con ese tipo de registro? ¿No se corre el peligro de estandarizarse? «Creo que las canciones de Álvaro Soler se distinguen bastante por el mundo hispano –afirma–. Y no suenan como lo que solía sonar en esa época [2015]. “El mismo sol”, de hecho, salió cuando no existía música de ese estilo, era mucho más orgánica, y creo que por eso destacó. También es verdad que mis canciones siempre han sido muy de radio. Pero parece que a las canciones positivas o más alegres les tienes que poner menos energía al escribirlas porque suenan, pues eso, más alegres y bonitas, pero es igual de complicado escribir una canción así que una canción triste o una balada. No sé, estas cosas ya no me preocupan. Yo hago canciones que siento con el corazón, al cien por cien, como las de este álbum, que es el primer disco que hago un poco más conceptual y que lo escribo de la canción una a la 16. O sea, que está hecho para que se escuche de principio a fin. Yo –añade– quiero contar mis historias y mis vivencias de una manera muy personal, y por eso me da igual qué personas conecten con ellas. Pero si tú te abres en canal, seguramente alguien conectará con ello».
Los programas de televisión han marcado el tono de la música en España en los últimos años: más espectáculo y menos espacios especializados. Él, que ha participado en alguno, ofrece su visión: «Hace 10 o 15 años, que es cuando empezaron estos programas, aún había artistas que salían y tenían una carrera, pero hoy en día sucede menos porque ha habido una sobredosis. “Operación Triunfo” me parece un buen ejemplo: se esperan un par de años para volver a lanzar el programa y hacer un “casting”, porque es que si no, con toda la sobredosis de arte e información que tenemos… En Spotify salen 80.000 canciones al día, es algo realmente dramático. Entonces estos programas de televisión son muy importantes. Obviamente, me refiero a “La Voz Kids” porque son niños y es un programa que amo muchísimo porque se les trata superbién y es para los niños, un tipo de escuela para que se lo pasen bien. No es igual que otros programas donde solo se fomenta el “show” y eso va por delante de todo. Sí, creo que “La Voz Kids” es una excepción», concluye.
En Gràcia los camiones de la basura pasaban igual que los dragones de un cuento, estruendosamente, y era costumbre que te arrancasen del sueño sin la menor delicadeza, con la fuerza de un susto. Pero a cambio te permitían imaginar historias al otro lado de la ventana que nada tenían que ver con la grosera realidad. Cuando piensas en aquellos días llegas siempre a la misma conclusión, que el amor es una patria y que esa es la bandera mayor de quien fue el primer nieto de una familia que lo recibió como se recibe al sol tras unas semanas de lluvias sin pausa.
La vida a partir de un piano
Por Javier Menéndez Flores
Rara vez las vocaciones surgen por ciencia infusa y aquel piano de madera oscura asentado en el hall de casa, que había pertenecido a la abuela, era una tentación demasiado poderosa para ese niño que, como los gatos, buscaba la adrenalina de la aventura en cualquier rincón. Entonces era tan solo un juguete, pero treinta y cuatro años después sabes con una certeza sin fisuras que ese mueble imponente fue una nave espacial y el culpable máximo de cuanto hoy eres. Perdón por insistir, pero es que somos una tonelada de aquello que comimos y apenas unos pocos gramos de lo que comemos.
Nos aplasta el imperio de lo digital y hay una inteligencia sin sangre en las venas que se ha instalado entre nosotros como el caballo de Troya de una revolución silente e imparable, y aún no hemos visto nada. Quizá no quede otro camino para la terapia que el espejo y el retrovisor. Y aún recuerdas el día en que la inocencia se hizo añicos con la muerte de ese hombre que olía a agua de colonia y escuchaste en bucle el sonido de las gaviotas y unos pasos en un parque y una voz que le susurraba algo a la abuela ante tu párvula presencia. Pero el círculo vital no tiene fin y la niña más hermosa del mundo pulsó todos los interruptores y la luz se apoderó de nuevo de toda la casa.
La ficción es para los novelistas, esos pirados, y a Álvaro le ocurre que no sabe contar algo que no haya vivido o sentido. Y entre sus tesoros más preciados está aquel día junto a Jennifer que han consumido ya millones de personas. Las canciones nos hermanan, nos ponen en el mismo sitio, nos hacen temblar y reír y entristecernos de igual forma. Y ojalá que esa caricia de los dioses, ese relámpago que es posible ver aun con los ojos cerrados, y que a él lo arrancó de la timidez para siempre y le abrió a una dimensión nueva, sirviera para abolir los horrores que vertebran los noticiarios. Y aunque el paraíso no sea el mismo para todos –¿verdad, Phil?–, te juro que en los años que nos quedan por vivir te demostraré que vale la pena intentarlo una vez y otra, sin descanso, hasta lograrlo.
El olor a pino y el chismorreo de las palomas y la sal en la piel son el ADN de la Costa Brava, en donde cada vez que pones un pie te dices que allí los problemas tienen el acceso vetado. Y de todos los analgésicos que conoces no hay ninguno que pueda compararse al mar, cuya sola contemplación es como meterse un chute tras de otro de paz. Cuando necesites que toda la presión salga de ti como el aire de una tubería, asciende a la coronilla del Tibidabo y empáchate de un paisaje que nunca es el mismo, porque los detalles de la naturaleza son tan sutiles como infinitos. En eso se parece mucho a las canciones.
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