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Robo en el Louvre
La codiciada corona de la emperatriz Eugenia y otros imprescindibles de la sala de Apolo del Louvre
Ha sido la única pieza de las robadas que los ladrones han perdido en la huida

La sala de Apolo del Museo del Louvre se pensó como un lugar donde exhibir la grandeza del Rey Sol y aunque él no la vio terminada, nunca perdió la grandeza con la que fue concebida. De ahí que se pensara como el mejor sitio para exhibir las joyas de la corona francesa, o lo que quedó tras la venta que se realizó en 1887. Sí que permanecieron en posesión de la República piezas como los tres diamantes más espectaculares del tesoro real (el Regente, el Hortensia y el Sancy) y que conforman un conjunto de piezas considerado como uno de los diez puntos imprescindibles que hay que ver cuando uno se acerca hasta este museo.


La importancia y el valor de esta colección atrajo ayer la atención de cuatro ladrones que se colaron por una ventana y se hicieron con un botín con siete de esos espectaculares diseños, perdiendo, eso sí, uno por el camino: la corona de la emperatriz Eugenia de Montijo, compuesta por 1.354 diamantes y 56 esmeraldas. Tras la caída del III Imperio la República devolvió este tesoro a la aristócrata española, que la legó a la princesa María Clotilde Bonaparte y que acabó al final, por donación de Roberto Polo, en el Museo del Louvre a finales del siglo XX.
Algo parecido le sucedió a otra de las piezas de la Montijo que robaron ayer y que se conservaba en la institución francesa: la diadema de perlas regalada por Napoleón III a su esposa el día de su boda en 1853, creada por Gabriel Lemonnier y compuesta por 212 perlas y 2.000 diamantes. La diadema acabó en manos de la familia von Thurn und Taxis, y Gloria von Schönburg-Glauchau, la princesa punk, la vendió para afrontar las deudas que había heredado de su marido. Los Amigos del Museo del Louvre la compraron y desde entonces se exhibe también en la galería de Apolo.

Junto con estas piezas, también hurtaron el lazo de diamantes creado por Kramer para la emperatriz que compartían vitrina con la corona que se ha encontrado. De la emperatriz se conserva también la diadema de diamantes y esmeraldas de la duquesa de Angulema, que Eugenia recuperó para la corona francesa pero que se acabó también subastando, esta parece que se conserva como la corona de Luis XV, otra de las estrellas de la colección, que si bien resulta muy llamativa, no es oro todo lo que reluce, ya que está realizada en plata sobredorada y algunas de las piedras son falsas.


De la colección también han desaparecido el juego de zafiros de la reina María Amelia (conformado por collar, pendientes y Tiara), el collar y pendientes de esmeraldas de la emperatriz María Luisa y el broche relicario de 97 diamantes. No tocaron la colección de recipientes que conserva el museo, similares al Tesoro del Delfín que podemos ver en el Museo del Prado, y que están realizadas en jade, lapislázuli, cristal de roca, oro y piedras preciosas.
Lo cierto es que esta no es la primera vez que Francia asiste a cómo le desaparecen las joyas de la corona. En 2007 una investigación descubrió que el famoso diamante Hope, conservado en el Museo Nacional de Historia Natural en Washington era en realidad el diamante azul de la corona francesa, solo que se retalló en algún momento. Veremos si las piedras robadas ayer no acaban igual, vendidas y despiezadas y con otro nombre en otro lugar.
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