Crítica de "Cinco malas acciones": Caz Frear se va por los cerros de Úbeda ★★★
La con todo gran escritora ha fallado en su nuevo libro aunque muestra de nuevo un gran sentido del humor y una trama interesante
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Mucho antes de la pandemia, Caz Frear debutó con una novela policíaca excepcional: «Dulces mentiras» (2018). De ella se dijo que su famosa detective Cat Kinsella formaba, con la agente Antoinette Conway, de Tana French, las primeras «detectives salvajes». Ambas autoras destacaban por «la insolencia, el cinismo y el sentido del humor cáustico y una exasperante logorrea o monólogo interior a veces antipático». Con su última obra, alejada de la detective que la hizo famosa, Caz Frear repite moldes narrativos con una intriga psicológica repleta de sarcasmo y su habitual desmesura verbal. La marca de la casa es una tercera persona intrusiva que se identifica con el personaje hasta suplantarlo y el costumbrismo crítico con las clases medias acomodadas de la periferia londinense.
En «Cinco malas acciones», Caz Frear se proyecta en una ama de casa obsesiva, chismosa, incapaz de mantenerse callada, haciendo honor a ese «realismo cotidiano» que impregna todas sus novelas. El problemas es que aquí, esas cinco malas acciones que desencadenan la tragedia acaban agotando por la ya mencionada verborrea de la protagonista, incapaz de no irse por los cerros de Úbeda y olvidarse de seguir la trama. Si a sus excelentes obras policíacas les sobraba paja, ese querer contarlo todo de todos los personajes que pueblan ese submundo familiar promiscuo en el que se amontonan las envidias de clase, los celos, las traiciones y las venganzas, agota al más pintado.
Dedicar quinientas páginas de ingeniosidades y pormenores de esa clase social quizá le interese a sus adictos, pero no al resto de los mortales que admiran su divertidas salidas de tono y el punzante sarcasmo de su exasperante prosa. Los demás desearían más síntesis, menos divagaciones y una trama con una mayor complejidad. Caz Frear sigue siendo una excelente escritora. Su prosa y su humor punzante son fantásticos, dignos de una medalla de oro, pero no por esta novela de intriga psicológica que se pierde por su verbosidad.
Lo mejor:
Una prosa que resulta incisiva y que además está repleta de un cáustico humor
Lo peor:
Su incapacidad para la síntesis y para aligerar el texto, en ocasiones, farragoso