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Crítica de "A fuego lento": un exquisito menú degustación ★★★★

Dirección y guion: Tran Anh Hung, según la novela de Marcel Rouff. Intérpretes: Juliette Binoche, Benoît Magimel, Emmanuel Salinger, Patrick D’Assumçao, Galatéa Bellugi. Francia, 2023. Duración: 145 minutos. Drama.
Un fotograma de "A fuego lento"
Un fotograma de "A fuego lento"Imdb
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Cuando Eugénie (Juliette Binoche) no quiere sentarse a la mesa de los comensales para quienes ha cocinado un opíparo menú, tiene un argumento de peso para no hacerlo: su cocina, les cuenta, habla por sí misma. Es la lógica del artista que prefiere la sensualidad de las imágenes a su intelectualización. Por eso sobran las palabras en la majestuosa secuencia de apertura de “A fuego lento”, casi cuarenta minutos con los diálogos justos -órdenes puramente pragmáticas- para que el ritual del cocinado se atempere con el del rodaje, porque el caldo de cultivo es el mismo para ambos: un acto de creación que solo existe cuando se comparte.
Tran Anh Hung, que supo filmar el despertar de una chica como si fuera el del mundo entero en “En pleno verano”, cuenta una historia de amor a partir de la fluidez en la que el tiempo, las ollas de cobre, el fuego de leña y la complicidad de los gestos, los silencios y las miradas de los cocineros cuajan en una alquimia perfecta. Lo más hermoso de esa secuencia -y, por extensión, del filme- es que hace fascinante lo que es, simplemente, un trabajo. Es la vida trabajando, despistando a la muerte.
Cierto es que “A fuego lento” tiene que arrastrar consigo el aura de película-francesa-de-prestigio, una delicatessen pequeñoburguesa para paladares educados en restaurantes de menús de treinta platos. A veces, eso sí, las apariencias engañan: Tran Anh Hung se aleja de aquel “cinéma du papa” que Truffaut criticó en los años cincuenta apostando por un modesto cine de texturas, que aprovecha la química entre sus actores (Benoît Magimel y Juliette Binoche fueron pareja) para tensionar delicadamente la física de sus imágenes, de una ternura más que comestible.
Lo mejor:
Que no es “El festín de Babette”, que es una película mucho más elaborada desde la puesta en escena, delicada y sensual.
Lo peor:
Que le cueste sacarse de encima el sambenito de película de ‘qualité’ francesa.