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Flamenco

Eduardo Guerrero: «La evolución artística se demuestra en las tablas»

El bailaor Eduardo Guerrero, que vuelve a Madrid, reivindica un flamenco con mensaje y comprometido

El bailaor Eduardo Guerrero, hombre con porte, de rostro anguloso y carácter en la mirada
El bailaor Eduardo Guerrero, hombre con porte, de rostro anguloso y carácter en la miradaL. R. M.

Eduardo Guerrero descubrió que debajo de la casa de su abuela había una escuela de baile. «Me asomé por los barrotes de la ventana y vi que bailaban flamenco. Me quedé allí parado durante tres horas». Fue uno de esos momentos afortunados que proporciona la historia. El instante en que un hombre reconoce su vocación y comprende el destino que la vida le había reservado de antemano. Aunque aún era chico, al regresar a su hogar dijo lo que había visto y también expresó lo que quería. «Mi abuela entendió que me había enamorado de aquello y lo siguiente que hizo fue regalarme unos zapatos para que bailara. Los abuelos hacen regalos a los niños: bicis, muñecos... a mí ella me dio mis botas para bailar».

El niño, que durante los descansos de los partidos en el estadio del Cádiz se arrancaba a bailar en las gradas –ante el asombro de espectadores por su gracia temprana– comienza a quedar lejos. Eduardo Guerrero hoy es un hombre con porte, de rostro anguloso y carácter en la mirada. Una promesa consagrada del baile y el arte flamenco; un artista con recorrido, futuro y dueño de una voz propia. «Todos los espectáculos que tengo creados siguen en activo. La evolución de uno de ellos, “Guerrero”, ha sido continua. Lo hemos recuperado ahora porque la compañía cumplía diez años y marcó mi trayectoria. Supuso salir de la tradición para ir a la vanguardia. Recabó premios... pero como artista, cuando lo cojo, lo disfruto hoy de otra manera. Lo siento de otra forma, aunque sigan siendo mis pasos. Al transmitirlo lo haces desde otra visión. Con otra madurez. Han pasado los años. Es inevitable. La evolución personal y artística se tiene que demostrar en las tablas. Lo sientes como tuyo, pero hay momentos en que te extraña esa secuencia porque ahora estoy en otro estado de la danza. Pero es un camino que has hecho, que he recorrido, y lo siento mío».

Eduardo Guerrero, que es bailaor de palabra serena y conversación tranquila, reflexiona sobre el poso del tiempo. «He evolucionado. Antes necesitaba demostrar quién era; necesitaba reconocimiento. Ahora, disfruto de cada secuencia en el escenario. Antes me preocupaba de las situaciones que sucedían en escena. Si una guitarra no había entrado en el sitio... esas cosas que te parecían equivocaciones, pero eso ha cambiado. Cada vez que subes al escenario tienes que saber que es una batalla, que van a ocurrir cosas y no las debes tomar como errores, sino como aciertos. Este ha sido mi crecimiento: solucionar el conflicto en escena y que no lo sienta el público ni tú mismo. Esa madurez en la escena ha sido lo que ha cambiado».

El arte no le ha apartado de su época. Eduardo Guerrero, que volverá a Madrid, al Corral de la Morería, este septiembre, es hombre de su tiempo. «Me interesa lo que ocurre, el consumismo, los abusos, la inmigración y me interesa llevarlo a escena, porque nosotros somos referencia para muchos jóvenes. El tablao no tiene que ser solo una secuencia de números y palos. También es para lanzar preguntas a los espectadores. Así dejan de ser pasivos y se vuelve activos. Me encanta hacerlos partícipe para que cuando salgan no digan solo qué bonito vestuario, qué bien baila, qué escenografía... y que también se lleven consigo una reflexión. Quiero que el mensaje llegue. Hay que acariciar los corazones con las preocupaciones de hoy. Es la labor. Si lo hacemos desde la danza, ampliaremos aún más el horizonte del flamenco». Guerrero lo tiene claro. «Me entristecería que en este mundo hubiera venido solo a bailar. Amo bailar, pero también me gusta hacer cosas por las personas. No estamos aquí solo para ser artista. Artista es salgo grande que te ha tocado, pero también es interesante el mensaje con el que trabajemos en la función, porque si queremos que el flamenco avance y que consiga reconocimientos y que continúe extendiéndose y que no desa-parezca, tenemos que actualizar la labor y que los jóvenes vengan a ver los espectáculos, que no piensen que es algo que veía el abuelo, sino que llega a espacios interesantes. Esto lo hacemos a través de nuestros espectáculos».

El bailaor se refiere a uno de sus propuestas: «Sombra efímera». Trilogía y reflexión del consumismo y de cómo eso afecta a la Tierra. Parte de la escenografía es un telón de ropa usada. Una manera de darle una segunda oportunidad a esas prendas. «Cada una de esas prendas ha convivido con una persona, puede incluso que haya alguien que las vea alguna y diga: “yo tuve una así”. Hay que introducir otras lecturas en los espectáculos para que a un teatro no se vaya solo a ver bailar. En ese telón hay una enorme cantidad de emociones. Eso es lo interesante».