Erwin Olaf y los autorretratos del deseo

Tres espacios. Tres cronologías. Tres memorias. Tres latidos diferenciados. Tres pulsiones artísticas. Tres vidas. Aunque la última experimentada terminase demasiado pronto y estuviese injustificadamente heredada. A Erwin Olaf, militante del deseo, activista de la imagen, se le presenta en la muestra de la Sección Oficial de PHotoEspaña que acoge hasta el 14 de julio el Centro Cultural de la Villa Fernán Gómez, como uno de los renovadores de la estética narrativa de la fotografía escenificada, pero este fotógrafo holandés fallecido en septiembre del año pasado como consecuencia de un enfisema pulmonar, también resignificó el concepto de la crónica hedonista visual. Su fotografía se desenvuelve en un contexto de relaciones raciales complejas, diferencias económicas acentuadas y problemas relacionados con la sexualidad.

Sirviéndose de un enfoque atrevido y a veces controvertido –signifique lo que signifique eso–, Olaf siempre mantuvo un acercamiento activista con respecto a la igualdad a lo largo de su trayectoria de cuarenta años desde que comenzara a documentar la liberación gay de la noche amsterdamesa antes de la época del SIDA en la década de los ochenta. Ese espíritu celebrativo contagiado entronca de manera directa con el que se pretendía utilizar para orientar el tono de la retrospectiva «Narrativas de emancipación, deseo e intimidad» de manera iniciática, pero la muerte del artista, propició un volantazo temático.

"La exposición iba a tener otro concepto al inicio, se iba a llamar ‘‘Celebrating life’’ para homenajear la recuperación pulmonar de Erwin y su 65º aniversario, pero desgraciadamente Erwin no se recuperó y tuvimos que modificar la idea inicial", explicó durante la presentación Shirley den Hartog, amiga y directora de la Erwin Olaf Foundation antes de apostillar con notable emoción: "Queríamos un espacio grande para exponer la obra de Erwin y lo hemos conseguido. Él tendría que haber estado aquí".

Una treintena de autorretratos del propio Olaf propician una mixtura de elementos que se complementan con más de 180 fotografías, 20 vídeos y varias instalaciones que van, en sintonía estética y afectiva, desde los años 80 hasta la década de 2020 en esta cautivadora exposición compartimentada, como indicábamos al comienzo del texto, en tres partes asociadas por lo conceptual que reflejan, no sólo las frustraciones, los deseos y las interrogantes del autor, sino también los distintos medios y técnicas utilizados en su práctica artística multidisciplinar.

La emancipación (cuerpo político), el deseo (cuerpo sensual) y la intimidad (cuerpo afectivo) son los tres elementos estructurales que constituyen esta triada de lo anhelado. La primera parte reúne un grupo de series y obras clave que giran en torno al activismo social, político y ecológico de Olaf, es decir su faceta más implicada. Los trabajos de la segunda sección abordan el deseo sensual o sexual explícito y representan la celebración del cuerpo humano, una festividad explosiva de lo físico y lo carnal en donde los sujetos fotografiados lucen pieles inmaculadas y sudadas envueltas en el movimiento de la propia vida.

Según Paco Barragán, comisario de la muestra, el fotógrafo denunciaba para zafarse de aquellos escandalizados con parte su obra que "en Occidente hay una gran tradición con el cuerpo desnudo en la pintura, pero al fotografiarlo se convierte en pornografía para la gente". Una vez atravesadas las dos primeras puertas de su obra y de sus sueños, en la tercera parte su obra se vuelve más íntima e introspectiva, abordando conceptos problemáticos en términos sociales como el aislamiento, la falta de comunicación, la tristeza o la decepción. A Olaf le ocurría lo que a muchos con menos talento: le dolían los dolores del mundo y eso lo que quería y expresaba a través del autorretrato, de la observación visual de lo propio, de la fabricación obligada de belleza.