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Arte

Hilma af Klint, la pintora abstracta olvidada por la Historia

Filmin estrena "Hilma", biopic dedicado a la vida y obra de la artista, a la que dan vida Tora Hallström y Lena Olin ("Chocolat")

Hilma af Klint, la pintora abstracta olvidada por la Historia
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Estaba ahí antes que Mondrian. Antes, incluso, que Kandinsky. Y, por supuesto, pintó en abstracto mucho antes que Pollock y Rothko. Hilma af Klint (Suecia, 1862), todavía hoy descubierto y estudiado su legado, sigue sin aparecer entre los cinco artistas de este género más relevantes de una búsqueda rápida en Internet. El agravio histórico, a medio camino entre el machismo sistemático y la auto-condena al ostracismo de la pionera sueca, centra ahora "Hilma", un nuevo biopic firmado por Lasse Hallström ("Chocolat", "Querido John") y que ya está disponible en Filmin.

A través del estudio de la complicada vida de Klint, mujer lesbiana, mujer artista y mujer inconformista, "Hilma" recorre también el cambio de signo en los tiempos, allá cuando en el amanecer del siglo pasado había quien era capaz de romper el techo de cristal, solo para terminar cortada con sus filos. La película, que recorre la práctica totalidad del período vital de la pintora, está protagonizada en su etapa más joven por Tora Hallström, hija del director y Lena Olin, pareja del mismo, en su etapa más madura. Ambas hablan con LA RAZÓN, mediante videoconferencia, sobre el lirismo de una película complicada, un híbrido entre el cine de tacitas, el de denuncia y el de estudio de personajes, una especie de tableau vivant, al fin y al cabo, de una mujer incomprendida que solo tuvo clara la honestidad consigo misma y con su obra.

"Hilma" ya está disponible en Filmin
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-¿Cómo fue su primer contacto con la Hilma real, con el personaje histórico?

-Lena Olin: fue hace unos cuatro años, cuando me encontré con “Personal Shopper”, la película de Kristen Stewart en un vuelo. Yo iba camino de Nueva York, y en esa película hablaban de una pintora que se refugiaba en su espiritualidad. Ahí fue la primera vez que escuché el nombre de Hilma Klint. Cuando llegué a mi película, no podía parar de pensar en ello, así que se lo mencioné a mi marido, que justo estaba escribiendo un guion en esos meses. Desde ese momento se obsesionó. Empezó escribiendo un tratamiento de guion y con él contactó con la familia de Hilma, viajó a todos los lugares en los que estuvo, en los que pintó, en los que se formó. Ahí se le ocurrió la idea de incluir a Tora y pusimos en marcha el proyecto.

-¿Qué buscaban con su interpretación? En los biopics modernos estamos acostumbrados a la comparación, gracias a diferente material audiovisual, pero aquí no había nada a lo que agarrarse. ¿Cómo le dieron forma a sus respectivas Hilmas?

-Tora Hallstrom: queríamos hacerla sentir moderna. Claro, se trata de una película de época, con lo que implica a nivel de vestuario y escenarios, pero queríamos entenderla como una mujer que siempre miró al futuro y que, por ello, quizá no se la aceptó en su propia era. Tenía que sentirse fresca, para que las mujeres de hoy en día pudieran reconocerse en ella. En la manera que tenía de percibir su propio género, en cómo amó a quien quiso y en cómo trabajó para entender algo tan inmensurable como el futuro. En definitiva, hacerla sentir como una persona más que como un personaje.

-L.O.: Además, por culpa de la pandemia, nos pasamos mucho tiempo en casa, encerradas, leyendo y releyendo el guion. Y Tora, que también ha estado envuelta en el proceso de escritura del guion, empezó a empujar la película hacia una dirección imperfecta. Era una mujer llena de pequeños fallos, como artista, que la hacían completa. Fue una mujer complicada, y así teníamos que presentársela a la audiencia.

-No les voy a preguntar por quién hizo mejor de Hilda, pero sí por la experiencia. ¿Cómo ha sido trabajar una película así de complicada desde el prisma familiar, desde el seno de los Hallstrom-Olin?

-T.H.: Es mi primer gran proyecto y, realmente, no sabía con qué compararlo. No sabía si lo que estaba haciendo era bueno o no. Entonces resultó bastante agradable tener a mi padre detrás de la cámara, porque fue muy honesto conmigo. Hay quien puede considerar que es algo malo, porque es muy duro a veces, pero a mí me es muy útil para saber cómo estoy haciendo mi trabajo. Fui a los lugares que me resultaban más interesantes sin miedo a hacer el ridículo, porque sabía que si algo no era bueno, me lo diría de inmediato.

-¿Os acercasteis al arte de Hilma? Hasta 2005, en realidad, no se le dedicó ni una sola exposición. Es increíble, teniendo en cuenta que conocemos su obra desde la década de los ochenta.

-T.H.: Estaba viviendo en Nueva York cuando el Guggenheim le dedicó la exposición más famosa en 2019, y ese fue mi primer contacto con su obra, en realidad. En ese momento, me interesaba más el arte que la persona detrás, porque no quería sobreintelectualizar su arte. Simplemente quería sentir las emociones que transmitía, y en eso el museo hizo un gran trabajo, convirtiendo la exposición en un recorrido sensorial. Además era inclusiva, preparada para gente que supiera de arte y también para visitantes curiosos. Fue después de ver la muestra cuando empecé a buscar información sobre ella y entendí la oscuridad que llegó a haber en su vida. De algún modo, se lanzó a la pintura para escapar de ello. Con mi personaje intenté convertirme en un maniquí de esa sensación, e incluso me puse a pintar, imitando los movimientos y gracias a la colaboración de un grupo de artistas finlandeses. Fue duro, muy físico. Eran cuadros tan grandes, tan dinámicos, que exigían casi bailar con el lienzo, de manera maníaca incluso.

-L.O.: La película y el personaje te obligan a volcarte. ¿Por qué? Porque la defensa de Hilma es la defensa de la verdad. Nunca se ajustó a lo que la gente quería que dijera, ni que hiciera. No se conformó con el lugar que la sociedad tenía para ella. Es un personaje basado en la honestidad, y eso a veces complica las cosas en un rodaje, sobre todo para una actriz que ya lleva tantos años en esto como yo. Aprendes ciertos manierismos, trucos y formas de trabajar que, ante un personaje que lo que pide es verdad, te quedas un poco desnuda. Ha sido una experiencia única para reconectar con mi autenticidad, también como intérprete.

-Es interesante lo que cuentan, porque la película se cierra con ese epílogo en la exposición del Guggenheim en 2019. Esa muestra, casualmente, fue criticada por algunos sectores por no reconocer frontalmente la homosexualidad de Hilma ni sus concepciones sobre el género. ¿Creen que esta película le hace, ahora sí, justicia? ¿Repara el agravio?

-T.H.: Sí, totalmente. Y me encanta que me preguntes por el tema, porque la película también es, frontalmente, una historia de amor. Y sí, la representamos como la mujer queer o lesbiana que fue, pero no es parte del conflicto central. El rechazo que sufrió toda su vida era producto de un montón de factores. Porque tampoco era cuestión de idealizarla, vemos cómo era, cómo trataba realmente a sus parejas, y no fue siempre de la mejor forma. Es exactamente lo que se hace con relaciones heterosexuales, esa naturalidad, esa autenticidad es lo que exigía la película.

-Películas como la suya o la reciente “Mr. Wain” lidian con el arte, el rechazo social y la salud mental. ¿Creen que, además del machismo imperante en la época, su inestabilidad y su fragilidad en términos patológicos fueron un detonante de su aislamiento?

-T.H.: Creo que todas las personas con una pulsión artística, más allá de su cuadro clínico, se acercan todo lo que pueden a la ultra-sensibilidad, a lo crudo. Es la única forma de crear algo original. El lado creativo está relacionado con el lado más salvaje, más primario y más vulnerable. Y es una paradoja, porque la sociedad nos exige ser normales, normativos, y a quien se sale del camino se le corrige a golpes. Tenemos que ser capaces de celebrar a ese tipo de gente que toma riesgos, algo que cada vez ocurre más, eso sí. Abrazar a los raritos. Abordar la salud mental es también hablar de ella en público, reconocer que es un espectro en el que todos encajamos de algún modo y de etapa vital en etapa vital.

-¿Cómo de enervante fue ir descubriendo esos documentos históricos, esos rechazos sexistas que impidieron a Hilda, por ejemplo, ser investigadora académica por ser mujer?

-T.H.: Increíble. ¿Verdad? E incluso hay muchas partes de la historia que ni siquiera presentamos en la película. Ella tenía muchos contactos con gente del arte que, a la hora de la verdad, no solo la obviaron y la maltrataron, sino que le robaron, plagiaron su trabajo. Pintaron lo mismo que ella pero años después. No hay manera de demostrarlo, pero la teoría de lo abstracto está ahí, es posible que ella fuera la responsable. Y ni siquiera le molestó, yo creo. Su paz estaba en el futuro.

-L.O.: Y ahí está la escena de ella viendo las alabanzas al trabajo de Kandinsky. No deja de ser la enésima mujer brillante que tuvo que languidecer ante el trabajo mediocre de un hombre. ¿Cuál era la otra opción? Es una cuestión de aceptación, y ella sabía que en su tiempo no iba a ser posible. No le damos el crédito suficiente. Fue la primera pintora abstracta. Y en los libros de historia del arte, incluso ahora que lo sabemos, siguen apareciendo Mondrian y Kandinsky. Es hora de rescribir la historia.