La historia real de la chapuza legal por la que Mickey Mouse será de todos en 2024
Agotado el plazo por el que Disney hizo «lobby» político a finales de los noventa,
Madrid Creada:
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Corría raudo, excesivo y despreocupado el verano de 1928 cuando Walt Disney, tras quedar maravillado con el uso del sonido en «El cantor de Jazz» (1927), se decidió a poner en marcha su primer corto de animación sonoro. Para ello, había pensado en darle el protagonismo a uno de los personajes que había utilizado en sus dos primeros cortometrajes (Mickey Mouse) y así nació el mítico cortometraje «Steamboat Willie». Hecha la banda sonora y comprobada la sincronización, la película no sería la primera capaz de trasladar la magia del sonido a la animación, pero sí la más exitosa, convirtiendo los apenas 5.000 dólares que costó en varios cientos de miles para la compañía. De manera aún más relevante, el estreno del filme en Nueva York -en noviembre de ese mismo año-, llevaría a la fama mundial al simpático ratón que silbaba junto a Minnie y al matón de Pete. Había nacido un icono.
Casi un siglo después de su creación, la sombra de las dos orejas de Mickey va mucho más allá de la propia Disney, a veces identificándose con la magia misma del séptimo arte y a veces con el capitalismo más voraz. Por ello, tras comercializar la marca del ratón a través de películas, ropa y hasta parques temáticos, Disney se vio en un lío que llevó a una de las batallas legales más estrambóticas (e injustas) del pasado siglo.
[[H3:A vueltas con el «lawfare»]]
Cuando Walt Disney murió, allá por 1966, la legislación estadounidense indicaba que la creación de un autor pasaría a ser parte del dominio público en tres supuestos, siempre predominando el más breve: 50 años tras el fallecimiento del creador, 75 años después de la publicación de su obra o 100 años tras la creación de la misma. Esto provocaba que Mickey Mouse, Minnie y Pete, o al menos las versiones que aparecen de ellos en «Steamboat Willie» pudieran ser explotadas por todo el mundo a principios de este siglo sin tener que deberle un céntimo a la multinacional con sede en California.
Como no podía ser de otra forma, y envolviéndose en la bandera de unos derechos de autor que poco le importaron a la compañía en sus inicios y para con sus animadores rasos, Disney comenzó una cruzada política -apoyada por varios artistas a los que había empleado de una u otra forma- para reformar la legislación. Así, y tras varios meses de «lobby» en las esferas más altas del Congreso americano, los abogados de la Casa del Ratón consiguieron sacar adelante la Copyright Term Extension Act de 1998, conocida popularmente como la Ley Mickey Mouse o Ley Sonny Bono (por la implicación pública del que fuera pareja artística de la cantante Cher y luego senador republicano). El nuevo texto legal ampliaba casi tres décadas la vida explotable de las obras -llegando incluso hasta los 120 años en la mayoría de casos-, y prácticamente blindaba todos los trabajos posteriores al 1 de enero de 1978, haciendo imposible su acceso público salvo en casos kafkianamente concretos.
Conscientes de estos datos, por ejemplo, se puede entender mejor el buen trato que tuvo siempre la ficción distribuida por Disney con la Administración Clinton. Y es que el hecho legal, de estudio en universidades, es uno de los casos más flagrantes de lo que se conoce como «lawfare» legal, en el que las empresas son capaces de presionar a los poderes públicos casi hasta el punto de coaccionarlos. Testimonios como el del profesor Dennis S. Karjala, de la Universidad de Arizona, fueron clave durante un proceso que llegó hasta la cámara alta americana: «No hay ningún beneficio para la población en la extensión de los plazos de la ley. De hecho, ni un solo estadounidense vivo se beneficiará de la legislación», llegó a declarar. Al otro lado de la discusión, los abogados de Mickey Mouse argumentaron que la ley no tenía en cuenta «la nueva longevidad humana» y el aumento de la esperanza de vida, por lo que la reforma se hacía «urgentemente necesaria».
Por suerte, lo que no pudieron evitar los abogados de Disney fue que el tiempo siguiera pasando, lo cual provocará que a partir del 1 de enero de 2024 la imagen más primitiva del ratón más famoso de la historia del cine pase a formar parte del dominio público. No así la versión moderna, en color. Y es que ha sido la propia Disney, adelantándose al revuelo, la que ha anunciado que Mickey «seguirá siendo un icono principal de todos sus parques y proyectos cinematográficos». Ello no ha enmascarado la última maniobra comercial de la empresa: el Mickey de «Steamboat Willie» ha sido el icono del centenario de la empresa justo un año antes de agotarse su licencia.