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Arcabuces, medias picas y pistolas

Las galeras cristianas buscaron abordar las embarcaciones enemigas mediante embistes que lograron una posición ventajosa para capturarlas gracias a la gran cantidad de infantería de la que disponían
Antonio Cruz
La Razón

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Lepanto es una de las batallas marítimas más grandes de la historia y muy bien conocida en sus aspectos militares. Cientos de fuentes describen la composición de las armadas, las diferentes fases de los acuerdos para juntar a los buques venecianos, españoles, pontificios y de príncipes italianos o, por reseñar un punto más, las escalas de la flota de la Sublime Puerta por Chipre y el Adriático hasta arribar al golfo de Lepanto para salir a luchar contra los cristianos. Es un enfrentamiento claramente mediterráneo que se hace sobre y con los navíos típicos de este mar, las galeras, buques elegantes, sutiles y fáciles de maniobrar, adornados con enormes gallardetes y grandes pendones que nos siguen admirando por su tamaño y su belleza.
Explicar la victoria del bando cristiano se puede realizar, siempre analizando los acontecimientos con posterioridad, por el mayor tamaño de las galeras cristianas sobre las otomanas, más abundantes en número, aunque con características diferentes. Las naves de Pialí Paça son más parecidas a las de Señoría que a los poderosos buques de Florencia o a «La Real» que manda don Juan de Austria. Menos pesadas y rápidas que las cristianas, pero tienen que padecer un enorme fuego de artillería de las poderosas seis galeazas vénetas que van delante de la línea de batalla, lo que provoca las primeras bajas de las naves turcas y su desorganización en las fases iniciales del ataque. Son buques muy altos, imposibles de ser abordados por los musulmanes, con más de treinta cañones cada una, que disparan en todas las direcciones desde una posición más elevada que las seis piezas de crujía de las galeras tradicionales, lo que provoca que varias decenas de naves turcas sean destruidas en el primer encuentro.
Las galeras lo que buscan es abordar a las embarcaciones enemigas embistiéndolas para lograr una posición ventajosa para capturarlas. Para lograrlo deben llevar una gran cantidad de infantería armada con arcabuces, medias picas, pistolas, espadas y rodelas, protegidos con morriones, coseletes... Las grandes y pequeñas piezas de artillería que llevan las embarcaciones disparan cuando están muy próximos a embestir al enemigo para eliminar al mayor número posible de adversarios, además de que resulta muy difícil poder volver a cargas las piezas de mayor calibre en el combate cuerpo a cuerpo. Tanto los cañones pedreros como los falconetes se cargan con proyectiles que se fragmentan para herir y eliminar al mayor número posible de soldaos contrarios.
La marinería y buena parte de la infantería embarcada permanece en la galera para defenderla de un posible ataque, mientras que otra parte de ella se coloca en la zona de la corulla y la arrumbada, en proa, donde está la artillería, para pasar rápidamente a la nave enemiga e intentar apoderarse de la misma. Los arcabuceros y la marinería que atiende la artillería menuda (falconetes, esmeriles, sacabuches...) realizan continuas descargas con el fin de eliminar al mayor número de enemigos de la cubierta. El éxito de esta empresa se basa en el buen orden y disciplina de los soldados y de la gente de mar, que deben guardar sus posiciones y realizar acciones defensivas y ofensivas coordinadamente. Cuando se producen asaltos, las naves son ayudadas por otras cercanas, además de por las escuadras de reserva, suministrando más hombres para ofender o defender a estas naves, como ocurre cuando «La Real» de Juan de Austria es abordada por la «Sultana» de Alí Pacha en la mitad de la línea de combate. El buque del Capitán General de la Liga será auxiliado en un primer momento por la capitana de Marco Antonio Colonna, y después por las unidades que manda Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz. El esquife, pequeña barca que lleva la galera en la mitad, también se suele botar para ayudar en estas acciones, además de atacar al adversario desde el mar, llevar nuevos soldados para incrementar la fuerza de asalto, además de intentar rescatar a los que caen al mar o rematar en el agua a los enemigos.
La galera es un barco que tiene muy poco espacio para los soldados y la marinería, por lo que resulta muy difícil combatir o defenderse, lo que genera luchas encarnizadas y crueles. En situaciones de peligro, como es el caso de Lepanto, es frecuente ofertar a los remeros y galeotes el perdón de sus condenas si ayudan en el combate, aumentando la fuerza de ataque y para repeler al enemigo si aborda la nave propia. Nuevamente Miguel de Cervantes, en «Don Quijote de la Mancha», describe mejor que cualquiera de nosotros los caracteres de los combates de Lepanto: «Y si este parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventaja al de embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas, no le queda al soldado más espacio del que le concede dos pies de tabla del; y con todo esto, viendo que tiene delante tantos ministros de la muerte que le amenazan, cuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan del cuerpo una lanza, y viendo que al primer descuido de los pies irá a visitar los profundos senos de Neptuno».