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El discurso de Goebbels que incitó a la noche de los cristales rotos

Un día como hoy de 1938 se producía en la Alemania nazi el punto de inflexión de la persecución judía, que culminaría en la generalización del odio antisemita
ap photoAP

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Si la Segunda Guerra Mundial supuso un antes y un después en nuestra historia, hay un momento específico que destaca en esta inflexión: la “Noche de los cristales rotos”. Junto a la de “Solución final”, es quizá una de las expresiones más escalofriantes que se hayan registrado en la realidad. Un día como hoy de 1938, el mundo se preparaba para presenciar una de las noches más terribles jamás conocidas. Toda una pesadilla orquestada por la Alemania nazi, que se dedicó durante las horas que conectaban el 9 y 10 de noviembre a masacrar judíos, sin filtro y con desdén, en toda Alemania y Austria. Según cifras oficiales, y tal es la atrocidad cometida aquella noche, murieron 91 personas, se quemaron 191 sinagogas, 7.000 comercios fueron saqueados y 26.000 judíos fueron arrestados.
Pero este episodio no ocurrió porque sí, sino que todo estaba meditado, todo venía de una reflexión basada en el odio que se fue inculcando poco a poco. La causa directa de aquella noche pudo ser la muerte de un diplomático alemán, a manos de un joven judío. Esto no tardó en provocar una ola antisemita entre los alemanes, tanto civiles como los del ejército de Hitler, así como lo aprovecharon como la excusa perfecta para levantar a todos contra los judíos, así como para comenzar a ejecutar públicamente un horror sin precedentes.
Pero no hay mayor arma destructiva que la palabra, por su sentido indoloro pero peligrosamente envolvente, y fue el discurso que dio Joseph Goebbels aquel 9 de noviembre, repleto de racismo y antisemitismo, lo que provocó que se alimentara y explotara el odio en el que se basó “La noche de los cristales rotos”. El nivel de violencia del mensaje que lanzó el que ocupó el cargo de ministro de Propaganda del Tercer Reich fue brutal. Un anuncio nazi y antisemita a viva voz, ante numerosas personas, que tan solo por pronunciarlo se le podría tildar de criminal. Fue, por tanto, el empujón que algunos necesitaban.
Tras ello, golpes, gritos, vidrios rotos, puertas derribadas, dolor, sufrimiento, destrucción y violencia. Una fatídica noche que no inició la persecución judía, sino que, digamos, la consolidó. La “naturalizó” para poder llevarla a cabo sin esconderse. Si bien en aquella época no obtuvo una gran repercusión, el miedo sí estaba ya generalizado. De hecho, en la mañana de aquel 9 de noviembre, tras las terribles horas, el “Times” publicaba lo siguiente: “Más de 400 mil judíos esperan con temor la llegada de la noche, esperan otro ataque a su raza”. Esto indica que no fue la primera vez que, a oscuras, los nazis cometían estas atrocidades, aunque sí fue la más espantosa.