Franco contra Hitler
¿Por qué España no entró en la Segunda Guerra Mundial?
Hitler se negó a ceder ante Franco y sus “desorbitadas” exigencias durante un encuentro en Hendaya, el 23 de octubre de 1940
El 23 de octubre de 1940, el general Francisco Franco se entrevistaba con Adolf Hitler en Hendaya. Acompañados de sus respectivos ministros de Exteriores, Ramón Serrano Suñer y el alemán Joachim von Ribbentrop, el encuentro se produjo en una fría estación de ferrocarril, junto a la frontera hispano-francesa. El objetivo de esta reunión no era otro que solventar los complicados escollos que existían para que España entrara en la guerra del lado de las potencias del Eje. Unas exigencias, las españolas, que Hitler llegó a definir como “desorbitadas”.
Siete horas de reunión que no sirvieron para nada, ya que Franco no cedió un ápice en su larga lista de peticiones: la devolución de Gibraltar (tras la derrota del Reino Unido); la cesión del Marruecos francés y de una parte de la Argelia francesa a España, más el Camerún francés que se uniría a la colonia española de Guinea. Y más allá de las ansias expansionistas del dictador español, la exigencia también de que Alemania enviara suministros de alimentos, petróleo y armas para paliar la crítica situación económica y militar que atravesaba España.
El resultado fue tan nefasto como ambiguo. Franco y Hitler firmaron un protocolo secreto por el que el primero se comprometía a participar en la guerra en una fecha que él mismo determinaría y el segundo, sólo aceptaba entregar unos “territorios de África” a España. En consecuencia, España no entró oficialmente en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en junio de 1941, Serrano Suñer, movido por las presiones internas de los sectores pronazis, promovió el envío de una división de voluntarios españoles en apoyo de Alemania en la invasión de la Unión Soviética.
Mucho se ha hablado de estos “voluntarios”, algunos de ellos soldados profesionales, con ideales franquistas y antisoviéticos. Conocida como “División Azul”, operó principalmente en el frente central y en el de Leningrado. El armamento y sus uniformes fueron suministrados en su totalidad por Alemania.
Franco y Hitler: irreconciliables posturas
Franco fue a Hendaya «con la esperanza de obtener una recompensa adecuada a sus reiteradas ofertas de unirse al Eje» intentando «sacar provecho de lo que consideraba la decadencia de la hegemonía anglofracesa que había mantenido a España en una posición subordinada durante más de dos siglos», explica el historiador Paul Preston.
Y si bien es cierto que Hitler no tenía intenciones de exigir a Franco que España entrara en la guerra de inmediato, tampoco estaba dispuesto a cederle el Marruecos francés porque creía que la Francia de Vichy estaba más capacitada que la España de Franco para defenderlo de un ataque británico. Según Preston, “el Führer era consciente de que sus consejeros militares y diplomáticos creían que no debía incorporar a Franco a la guerra». Dos de ellos le dijeron: «La situación interior de España está tan deteriorada que hace de ella un compañero político inservible. Tenemos que lograr los objetivos esenciales para nosotros (Gibraltar) sin su participación activa».
Así pues, las posturas parecían irreconciliables, ya que para Hitler resultaba poco deseable estratégicamente enemistarse con Philippe Pétain, jefe de Estado y títere del régimen de Vichy, en la Francia ocupada por la Alemania nazi. Y tampoco quería, bajo ningún concepto, perder a Benito Mussolini, quien podría ver, en una España excesivamente favorecida en las negociaciones, una competidora en sus propias ambiciones mediterráneas.
Del “cerdo jesuita” al “cobarde” de Franco
La larga lista de reclamaciones de Franco hicieron que Hitler mencionara posteriormente a Mussolini que «antes que repetir la entrevista, preferiría que me sacaran tres o cuatro muelas». Según narran los historiadores, mientras le acompañaba hasta el coche-salón del tren español, Franco comentó a Serrano Suñer: «estos tíos lo quieren todo y no dan nada»; por su parte, Hitler comentó: «con estos tipos no hay nada que hacer».
El ministro de Exteriores español Serrano Suñer regresó al tren alemán para entrevistarse con su homólogo alemán Ribbentrop, a quien le dijo que “en lo que concernía a las peticiones territoriales de España, las declaraciones de Hitler habían sido muy vagas y no constituían una garantía suficiente”. Según el intérprete de Ribbentrop, éste «maldecía al jesuita Serrano y al ingrato cobarde de Franco, que nos lo debe todo y ahora no se unirá a nosotros».
Según Paul Preston, Hitler también despotricó contra el «cerdo jesuita» y «contra el orgullo español fuera de lugar», Una muestra del desdén alemán por las egoístas pretensiones del Caudillo y “su engreído convencimiento de estar en el mismo plano que el Führer”.
✕
Accede a tu cuenta para comentar