Cultura

Historia

El misterio del “ejército fantasma” que ayudó a vencer a los nazis

Unidades militares de la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en peculiares actores clave del conflicto engañando a la Alemania de Hitler

Bombardeo en la Segunda Guerra Mundial
Bombardeo en la Segunda Guerra MundialDreamstimefreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@e4c5a58

La Segunda Guerra Mundial, la última gran contienda que enfrentó a todo el planeta, fue también el conflicto con más muertos de la historia. Se estiman que unos 50 millones de personas murieron entre todas las batallas desde su comienzo en 1939, con la invasión alemana de Polonia, hasta 1945, una vez que se consiguió la victoria sobre el Nazismo de Adolf Hitler.

Los ciudadanos de todos los países envueltos aportaban un papel determinante: los hombres, e incluso algunas mujeres (dependiendo del país) luchaban como combatientes, guerrilleros y fabricantes de armamentos. Personas de todos los ámbitos de la vida tenían un diferente rol, pero todos juntos hacia la victoria. Pero con el paso del tiempo, se ha olvidado de algunos héroes cuya participación fue crucial para acabar con el conflicto: los artistas.

Aquel sector compuesto por historiadores del arte, arqueólogos y otros profesionales tuvieron una importante función en los conflictos del siglo. Ya con la Primera Guerra Mundial, los ejércitos se dieron cuenta de cómo podían beneficiarse de los conocimientos de estos maestros de la industria.

Pese a que su cometido era menor que el de un soldado o un aviador, no dejaron de tener sus propias “armas” con las que combatían en una guerra que se libraba en el campo de la ilusión óptica. Pintores y escultores tenían el talento para ello, gracias a sus conocimientos sobre el uso del claroscuro y la perspectiva, en un momento en que camuflar a las tropas era una prioridad.

Redes de camuflaje y árboles de observación

Solomon Joseph. Solomon, miembro de la Royal Academy, fue uno de los artistas británicos del camuflaje más importantes de la Primera Guerra Mundial. En la Gran Guerra, se unió a la división encargada de las tácticas militares efectivas de ocultación, siendo destinado al frente occidental. Creó las redes de camuflaje como método para cubrir la trincheras, y la invención se volvió extremadamente influyente.

Otro artista determinante en la primera contienda global fue Norman Wilkinson, un artista marítimo bastante corriente antes de la guerra que pintó cuadros, carteles o ilustraciones para periódicos como The Ilustrated London News.

Por otro lado, destacaron las técnicas de Edward Wadsworth, un pintor inglés relacionado con la corriente del vorticismo, o el escultor Leon Underwood, que ayudó en el diseño y montaje de “árboles de observación”, la réplica de un tronco hueco desde el cual un observador podía vigilar las trincheras enemigas.

Engaños a punta de pincel bajo la influencia de antepasados

Dos décadas después de la finalización de la Primera Guerra Mundial, las técnicas de camuflaje de Solomon, Wilkinson, Wadsworth y Underwood serían cruciales para inspirar las operaciones de engaño a los nazis en la Segunda Guerra Mundial, con un toque de dimensión y magia con la que la nueva generación de artistas superaría los métodos.

En 1942, las fuerzas aliadas libraban una batalla contra las fuerzas del Eje, formado por Alemania, Italia y Japón, en África. Geoffrey Barkas y Tony Ayrton eran los líderes de la Dirección de Camuflaje del Comando de Medio Oriente. Su unidad, un colectivo muy inusual, estaba compuesta por artistas, escenógrafos y dibujantes que habían sido reclutados por sus habilidades en el engaño visual.

El plan secreto se llevó a cabo en la segunda Batalla de El Alamein, un asalto que podría cambiar el destino de la guerra y que probablemente sería la mayor ofensiva en el desierto de la historia mundial, por lo que debían poner todos sus conocimientos ante las decenas de acorazados, aviones, tanques y artillería a la que se enfrentaban en la contienda.

Pintaron el suelo de los aeródromos con manchas negras y grises simulando las sombras que producen las armas y engañar así a los vuelos de reconocimiento de las potencias del Eje. Dibujaron los techos de las hangares de aviones para que parecieran viviendas civiles. En definitiva, aplicaron las mismas técnicas de las que Wilkinson o Solomon eran pioneros.

Un mes de guerra, un giro para la historia

Pero no era suficiente. Al mismo tiempo que los aliados conocían los métodos, los enemigos no iban a tropezar con la misma piedra dos veces. Eran magos, pero sus trucos ya eran conocidos, asimilados y estudiados durante el periodo de Entreguerras. Hacía falta innovar, pillar desprevenidos a alemanes e italianos con alguna técnica que no conocieran.

Y así fue como se dispusieron a camuflar legiones enteras de tanques en el norte del campo de batalla, con la creación de un ejército señuelo de 600 vehículos militares completamente falsos, utilizando tanques y cajas de alimentos falsas, silos de municiones y contenedores de aceite, todos hechos de cajas y hojas de palma cubiertas con lonas. También se desarrolló una enorme tubería de agua falsa.

Todo un “ejército fantasma” de hasta 30.000 unidades apareció frente a los enemigos, que creyeron que se enfrentaban a una amenaza real. Las tropas del Eje se hirieron casi entre ellas, y los aliados solo tuvieron que poner la punta de la bota para marcar el gol, echar la gota que colmaba el vaso y encajar la última pieza del rompecabezas para dar por finalizado el puzle. En 28 días, todo estaba servido.

Los artistas triunfaron, e inspiraron a otros. Entre 1944 y 1945, se llevaron a cabo hasta veintidós operaciones para engañar a los alemanes, entre ellas, el triunfo final sobre Hitler y el Nazismo. Una unidad militar compuesta por arquitectos, creativos o artistas, entrelazados con soldados e ingenieros regulares. Entre ellos, destacaron el fotógrafo Art Kane, el diseñador de moda Bill Blass y el pintor Ellsworth Kelly. Se juró guardar el secreto tras el final de la guerra, hasta que documentos confidenciales salieron a la luz en 1996.

Así, el peculiar ejército fue primordial para la victoria aliada en la contienda. No tenían el armamento más desarrollado ni los conocimientos más avanzados, ni siquiera eran soldados que combatían con equipo militar apto. Pero contaban con el arma más poderosa (la imaginación) y eran fieles a la manifestación del estilo con el que representaban sus respectivas obras: el arte.