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Azules y rojos: ¿Qué llevaban en el macuto los soldados de la Guerra Civil?

En «Soldado Azul» y «Soldado Rojo» (Arzalia), Fernando Calvo, experto en la contienda, retrata el lado más humano de aquellos jóvenes y recoge un compendio de las pastillas ideológicas (de gran diversidad) con las que cargaban los bandos políticos militares a los luchadores de cada zona
Imagen de archivo de los combatientes en la Guerra Civil española
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Entre el dolor y el horror de las guerras, son las historias más humanas las que consiguen mantener la esperanza. De todos los conflictos que asolan nuestro pasado, son innumerables las anécdotas, curiosidades, historias que han conseguido que no perdamos, aún ante la barbarie, la confianza en el ser humano. Y, si hay un testigo desinteresado de las vivencias de los soldados, un compañero fiel y sabedor de los más profundos secretos de quienes lucharon, sufrieron, extrañaron, perdieron o ganaron, esos son los macutos. Las bolsas provistas de cinchas para ser cargadas a las espaldas, con variados compartimentos y tamaños según necesidades, guardan más historias y secretos de las que somos conscientes. Eran portadoras de munición, pero también de recuerdos y mensajes salvavidas, de doctrinas, de asuntos personales, y por ello pueden llegar a ser fundamentales para saber qué rondaba por las cabezas de los soldados de según qué guerra. En este sentido, y de la mano de Arzalia Ediciones, Fernando Calvo González-Regueral, profundo conocedor de la historia militar y especialista en diversos aspectos de la Guerra Civil española, ha publicado «Soldado Azul» y «Soldado Rojo», dos libros que responden a un mismo subtítulo: «Las cosas que llevaban en el macuto los hombres que lucharon en la Guerra Civil». Son unas obras que, con una ingente documentación, reflejan hasta qué punto la palabra «macuto» obtuvo una segunda vida durante la contienda acaecida en nuestro país, tal y como también demostró Rafael García Serrano, escritor que luchó en ella: «El macuto es la mochila del soldado, pero también es la casa a cuestas, el armario ambulante de quien hace la guerra, el piso de soltero de los combatientes. Una radiografía de un macuto nos daría el estado de salud, física y moral, del combatiente», relató.
El análisis realizado por Calvo nace de que «mi editor, Ricardo Arjona, hace unos años publicó unos libros facsimilares muy curiosos que les daban a los soldados británicos en la Segunda Guerra Mundial, cuando fueron a Francia en el desembarco de Normandía y cuando entraron en Alemania. Unas obras sobre cómo comportarse con la población civil, qué temas podían tratar y cuáles no, qué expresiones y cuáles no. Entonces me preguntó como experto si se podría hacer algo parecido con la Guerra Civil. Yo le dije que no, puesto que en cada bando había gran diversidad ideológica, pero sí podía hacer un compendio». Y así lo ha hecho. El experto busca con estos libros revelar «con qué pastillas ideológicas cargaban los bandos políticos militares de ambas zonas a los soldados», explica a LA RAZÓN. «Son diferentes en contenido. El soldado rojo responde a una mezcla de las diferentes posiciones de izquierda que había en el bando republicano, y el nacional, a las diferencias entre falangistas y requetés». De esta manera, el experto aglutina los distintos idearios para saber qué leían los hombres que lucharon, y el resultado está repleto de sorprendentes datos. Por ejemplo, «en el bando nacional se utilizaron mucho los puntos programáticos de las palabras españolas en el movimiento pro fascista, y esto lo publicamos en un facsímil tal y como se les entregaba», explica Calvo. Por su parte, subraya cómo «en el bando republicano, por ejemplo, los 13 puntos de Negrín para ganar la guerra se imprimieron entonces en folletos o carteles, y hemos intentado recuperar las piezas tal y como se dieron en su época».

Cómo rezar y escribir

Es curioso cómo cada ejército inculcaba a sus soldados asuntos ideológicos tan dispares y de manera tan diversa. En «Soldado Azul», por ejemplo, destaca un «Devocionario militar» y un «Credo de la Legión». Respecto a este tomo, asegura el experto que, «cuando investigo, aunque conozca bien el tema, siempre aparecen cosas nuevas o que me hacen reflexionar. En el bando nacional había muy pocos soldados ideologizados, salvo los que provenían de la Falange y del Requeté. Entonces, más que consignas políticas, lo que le daban a los soldados eran devocionarios católicos. Es decir, al final, la lucha política en el bando nacional se dirime a favor de la Iglesia, que es la que imprime más documentos y los reparte mejor». Por el contrario, quizá lo más llamativo del lector de «Soldado Rojo» resida en que, a pesar de que el Partido Comunista pase por ser el más revolucionario, fija como objetivo ganar la guerra antes que hacer la revolución. «Lanza proclamas eminentemente conservadoras, como respetar la propiedad privada o a las clases medias», explica el experto.
En 1936, antes de la guerra, España tenía unos 25 millones de habitantes, y el 40% de la población era analfabeta. Este dato aporta otra curiosidad al libro de «Soldado Rojo»: la «Cartilla escolar antifascista». Analiza Calvo que «en el ejército español anterior a la contienda, los capellanes adscritos a las unidades militares hacían de educadores y alfabetizaban a los soldados. El ejército nacional los mantuvo, pero el republicano suprimió al clero castrense. Entonces, esta pieza la llevaban los soldados para aprender a leer y a escribir». De esta manera, y a modo de los cuadernillos Rubio, en las páginas se observa cómo enseñaban la escritura de «República Democrática» o «Venceremos al fascismo».
Recordemos que la Guerra Civil española fue una lucha entre hermanos, vecinos o amigos. Entre personas del mismo país, que hablaban el mismo idioma, y por ello en algún sentido fue una guerra «ecuánime». «Así como en la retaguardia hubo una violencia atroz en los dos bandos, tanto organizada como indiscriminada, el soldado de primera línea –y esto ocurre en otros conflictos– suele ser menos violento. Reconoce al soldado de enfrente porque sabe que está pasando las mismas penurias que él, y de hecho hay muchos testimonios que nos hablan de un trato muy respetuoso entre los de primera línea, esas famosas escenas de confraternización», destaca el experto.
Un rayo de esperanza, por tanto, entre tanto sufrimiento, e irradiado por el lado más humano de las personas, independientemente de las ideologías. Por ello, Calvo cree que «un soldado republicano del año 38 movilizado y uno nacional de esa misma fecha movilizado, quitando algunas cosas del uniforme, es casi lo mismo: un soldado español».
Dulces, tabaco, preservativos y una guitarra
Explica Fernando Calvo que, si bien España es un país único en tantos sentidos, el soldado español también resulta peculiar respecto a los de otros países europeos. Es «un soldado dicharachero, con la mochila llena de cosas y, seguramente, todas estas piezas ideológicas que les daban ni las leían». Asegura que «eran gente humilde que llevaban las cartas de sus novias, muchos dulces para que no les bajara el azúcar cuando caminaban, paquetes de tabaco o preservativos por si se diera el caso. Hay muchísimas fotos en ambos bandos donde un guitarrista no faltaba. Cosas mucho más prosaicas y humanas que las consignas ideológicas». Afirma el especialista que existen anécdotas realmente entrañables de aquellos soldados, que debían ocupar sus mentes para no caer en el ensimismamiento del dolor de una guerra. «Cuentan muchas crónicas que a veces se intercambiaban noticias entre ambos bandos para contrastarlas y sacar la verdad, porque sabían que la Prensa de ambos lados mentían mucho», concluye.