Historia

"Crónica rosa rosae": el chismorreo de la Roma clásica

Desde los adulterios de Julio César hasta la mala fama de Tiberio, en su nuevo libro el historiador Paco Álvarez recoge los "cotilleos, chismes, escándalos, dimes y diretes" de hace dos mil años

"Romains de la décadence" ("Romanos de la decadencia"), obra de Thomas Couture
"Romains de la décadence" ("Romanos de la decadencia"), obra de Thomas CoutureRMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) / Hervé Lewandowski

El cotilleo, marujeo, chismorreo, comadreo, la propagación del chisme y el cultivo del rumor son prácticas inherentes al ser humano. La curiosidad pudo matar al gato, pero al hombre le ha dado mucha vida a lo largo de la historia. Ya había "metomentodos" en la Roma clásica, y así se ha mantenido hasta hoy, época en la que las redes sociales son fuente inacabable de crónicas rosas. Como decía Oscar Wilde, "la historia es únicamente chismorreo", pues qué otra cosa ha mantenido al desarrollo, aparte del dinero, que las relaciones y los cotilleos de unos y otros. En este sentido, el "romanólogo", geógrafo e historiador Paco Álvarez ha dedicado un libro a tratar sobre esa gran cantidad de chismes que se realizaban en época de Julio César o de Cleopatra: publica "Crónica rosa rosae" (Larousse), libro donde recoge "los amoríos de personajes famosos con los que los romanos ya cotilleaban en los foros o en las termas, hace dos mil años". "Los escándalos mantienen la unidad, la moralidad y los valores comúnmente aceptados por la sociedad, permiten la competencia y rivalidad de individuos que aspiran a tener fama y, además, nos mantienen entretenidos", justifica Álvarez en la obra.

En el libro, Álvarez explica con un claro ejemplo hasta qué punto los romanos eran partidarios del chisme: "las cartas de Cicerón están llenas de rumores, e incluso a sus interlocutores, cuando no tienen noticias que contarle, les pide que le cuenten los cotilleos, que también son importantes". Y, si hubiera que señalar a una figura que, por excelencia, gana en cuanto a número de cotilleos, ese es Cayo Julio César. Por ejemplo, su escándalo de adulterio "fue tremendo y traería cola durante años", escribe Álvarez. Se refiere al episodio con su amante Servilia, mujer del senador Décimo Junio Silano, así como afirma que "según el cotilla Suetonio, César era un mujeriego. Cuenta que sus soldados, en el desfile triunfal tras la guerra de las Galias, cantaban: 'Ciudadanos, vigilad a vuestras mujeres: traemos al adúltero calvo'. Además de sus tres esposas y de Servilia, Julio se pasó por la piedra de amolar, según se dice, a Postumia, la señora de Servio Sulpicio Rufo; a Tértula, esposa de Marco Licinio Craso; a Lollia, esposa de Aulio Gabinio, a la esposa de Catón...", enumera el autor.

Infidelidades e "influencers"

No somos, por tanto, tan diferentes a aquellas personas de hace miles de años. De hecho, apunta el historiador, ya entonces existían los "influencers" y los "followers", aunque, por supuesto, a la romana. Podríamos decir que las redes sociales de entonces eran los "tabellarii": personas encargadas de entregar los mensajes que lanzaban políticos importantes, y que posteriormente eran comentados en el Foro, termas u otros sitios público. "Los personajes importantes también tenían seguidores, literalmente, como los que preocupaban a Marilyn -escribe Álvarez-, es decir, gente que los acompañaba siguiéndoles, pero de verdad, caminando detrás de ellos a todas partes, 'following' a sus 'influencers', entonces denominados 'patrones'".

En "Crónica rosa rosae" se repasa, por tanto, desde la mala fama de Tiberio hasta la peculiaridad de los muros de Pompeya, pasando por los primeros medios de comunicación rosas, la inocencia de Claudio o la maldad de Calígula. Y, por supuesto, el sexo en época romana: a pesar de lo que se ha escrito y contado a lo largo de la historia, Álvarez lamenta que "Roma no era una orgía constante, me temo". Explica el experto que "el sexo y Roma es como el valor en la mili, se le supone, pero nos han contado tanto al respecto que resulta que lo que creíamos saber no es tan cierto y lo que sabemos, lo sabemos, la mayoría de las veces, de manos de unos perfectos cotillas". Y si hay algo que le ha dado morbo a Hollywood y a los interesados en esta época histórica (el cine, dice Álvarez, ha pintado siempre una Roma "decadente y depravada"), esa es al relación entre esclavo y romano. Así como abundaban las infidelidades, tal y como se ha demostrado con los citados amoríos de Julio César "El mismo Ovidio nos hace recomendaciones que no son aplicables a mantener el sexo dentro de los cauces legales, como cuando nos recomienda ir con mucho cuidado si andamos con más de una a la vez: 'Diviértete, pero cubre con un velo lo que cometas, y nunca te vanaglories de tus felices conquistas'", recoge el escritor.

En definitiva, en este libro se demuestra lo obvio: que "somos cotillas, reconozcámoslo. Nos gusta saber cosas de los demás, sobre todo de los famosos". Y no podía ser menos que con una época histórica como la de la Roma clásica, tan estudiada hoy día y a la que debemos tanto. Una época sobre la que, además, también rumoreaban escritores tan serios como Hesíodo, Demóstenes, Aristóteles, Séneca, Cicerón, Catón, o, posteriormente, Flaubert u Oscar Wilde, tal y como recoge esta obra: "Página a página, pretendo destacar lo poco que hemos cambiado porque seguimos siendo romanos, tal vez sin darnos cuenta", sintetiza el autor.