España cuenta con la calzada más larga del Imperio Romano: cuántos kilómetros tiene y dónde poder encontrar sus restos
Los romanos pudieron conectar todos sus territorios con Roma gracias a una red de carreteras que facilitaba el camino a su legión, y en Hispania hubo hasta 300 calzadas
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La historia de nuestro país cuenta con importantes episodios que hacen de España uno de los lugares más emblemáticos e interesantes de la cultura de Occidente. En la Península, muchos fueron los diferentes pueblos que se asentaron, siendo los romanos uno de los más importantes. A día de hoy, los restos de la romanización se pueden encontrar en una gran cantidad de edificios o monumentos, entre otros ejemplos. Así, los arqueólogos pudieron encontrar que la calzada romana más larga del Imperio Romano se encuentra en España, un reflejo de su importancia.
El Imperio Romano fue probablemente la civilización más importante para la cultura occidental. El calendario, las letras, la escritura o las leyes fueron algunas de sus aportaciones de este legado inmenso. Asimismo, los romanos son considerados como precursores de los imperios modernos, pues la forma en la que administraban sus provincias y trataban a los pueblos conquistados influyó en posteriores épocas de imperialismo.
En sí, sus logros fueron innumerables, y entre sus métodos, contaban con las carreteras, un gran arma para poder expandirse con rapidez y moverse de un lugar a otro, conectando los diferentes lugares que formaban parte de su imperio. Estas calzadas permitían movilizar efectivos con gran rapidez, lo que hacía más sencillo el propio desarrollo de las colonias romanas.
En la mayoría de los casos, las vías romanas estaban señalizadas mediante miliarios, unos hitos que se colocaban cada mil pasos (el equivalente a unos 1.481 metros aproximadamente) y siempre trataban de marcar un trazado que fuera lo más recto posible, de manera que la vía fuese capaz de acabar con cualquier limitación a la hora de realizar transportes excepcionales.
De ahí que una de las expresiones que se utilizan en nuestro días sea la de "todos los caminos llevan a Roma". En el caso de Hispania, el mapa de carreteras llegó a estar muy ramificado, alcanzando un total de 300 vías en la Península Ibérica.
Según informan desde El Español, entre todas, la principal fue la Vía Augusta, que tenía el honor de ser la calzada más larga del Imperio Romano. Entre sus 1.500 kilómetros, facilitaba la conexión entre Cádiz y los Pirineos, donde conectaba con la Vía Domitia, la cual llevaba a la ciudad de Roma.
Su construcción no se produjo hasta que se alcanzó una total pacificación del territorio, tras una ocupación que comenzó a finales del siglo III antes de Cristo. Hubo que esperar hasta el año 19 a.C. para que la conquista peninsular fuese completa y que Iberia pasase a ser Hispania.
En aquel entonces, se planteó la construcción de una carretera de largo recorrido, que se inició once años más tarde por decisión de Augusto. Esta nueva calzada debía ser capaz de conectar Roma con el valle del Guadalquivir y todo el Levante de Hispania.
El Imperio Romano conectó las ciudades más relevantes de la Península Ibérica sobre esta vía. De esta forma, la calzada iba cruzado el Mediterráneo por ciudades que iban de noeste hasta sur peninsular. Algunos de estos ejemplos era Tarraco (la actual Tarragona), Valentia (Valencia) o Barcino (que hoy es Barcelona), pero también llegaban a Portus Magnus (Almería) o Malaca (Málaga).
Con esta red de carreteras, Hispania pudo suministrar aceite, vino o trigo a Roma, pero también cerámica, lana, conservas y metales como cobre y oro. La Vía Augusta recibió también otras denominaciones como Vía Hercúlea o Camino de Aníbal, y a lo largo de la geografía peninsular, se encuentran diversos identificadores que señalizan su itinerario, como el arco romano de Cabanes, en Castellón.