Historia

La leyenda negra del feminismo en la corona

En «Reinas de leyenda» Cristina Morató da voz a cinco muy poderosas pero maltratadas por la Historia y analiza el grado de igualdad en las monarquías actuales

Cixí, la última gran emperatriz de la historia
Cixí, la última gran emperatriz de la historiaArchivo

La llamaron Orquídea: cuando vino al mundo era una niña hermosa, sana, de piel blanca y ojos almendrados. Pero rápidamente se volvió insignificante: la inscribieron en el registro como «la mujer de la familia Nala». Al llegar a la Ciudad Prohibida la apodaron Dama Yehonala tras ser elegida como concubina imperial. Fue cuestión de tiempo que se hiciese con todo el control de China y que mandase sobre millones de personas. Ahí sí la llamaban la emperatriz Cixí, nombre con el que ha pasado a la Historia. Al menos, para quienes saben quién fue. «Es una perfecta desconocida, una mujer que pasó de ser una concubina de bajo rango del harén imperial a convertirse en la poderosa emperatriz de China durante 50 años, gobernando sobre un tercio de la población mundial. Abrió las puertas de su imperio a Occidente y consiguió sentar las bases de la China moderna. Pero en la Historia manipulada que estudian nuestros hijos en los libros de texto solo se habla de los hombres, y no de las mujeres», reivindica Cristina Morató, periodista, fotógrafa y escritora de títulos como «Reinas malditas», «Divas rebeldes» o «Las damas de Oriente». Tal era la misoginia hacia la corona de Cixí que, aún siendo «fuerte, inteligente, poderosa y dominante», como la definió G. F. Browne, un agregado militar británico en Pekín, todo su periodo de mandato –entre 1861 y 1908– lo pasó en un trono tras una cortina de seda. «Sus ministros no podían verla, y se vio obligada a gobernar escondida. Pero consiguió que su imperio, anclado en la Edad Media, entrara en la modernidad», apunta Morató.

Cixí es una de las tantas reinas y emperatrices que han sido maltratadas por su entorno y por la Historia a pesar de que liderasen grandes hitos. De dicha lista, Morató ha elegido a cinco de ellas para analizar sus vidas a partir de sus correspondencias privadas, sus diarios o sus memorias: «No soy historiadora, pero como periodista he intentado darles voz intentando no juzgarlas», explica. Y el resultado es «Reinas de leyenda» (Plaza & Janés), libro que narra las peripecias vitales de Catalina de Aragón, Isabel I de Inglaterra, Carlota de México, Catalina la Grande y la propia emperatriz Cixí. «Fueron grandes líderes en su época, aunque lejos de reconocer sus logros o conquistas, se las ha tachado de déspotas, libertinas, locas, asesinas, arpías... y una larga lista de adjetivos para desacreditarlas», reitera la autora.

Retrato de Catalina la Grande, de Fedor Rokotov
Retrato de Catalina la Grande, de Fedor Rokotovlarazon

Si quitamos de la ecuación dichos adjetivos y comenzamos a hablar de hechos, descubrimos que estas monarcas fueron tan o más exitosas que algunos reyes, incluso más queridas por sus pueblos que ellos. Las cinco elegidas por Morató, todas, «se ganaron el corazón de la gente. No podríamos decir lo mismo de muchos reyes de la Historia. Estas mujeres gobernaron en tiempos convulsos, y también tienen en común el amor a sus países y a sus pueblos», destaca. No por ello, sin embargo, debemos olvidar las lacras que tuvieron que arrastrar... hasta incluso el día de hoy. Quizá, el principal peso al que se ha sometido a una reina es la soledad. «No tenían amigas, y sus familias se habían quedado en sus países de origen. Cuando llegaban a la corte, eran apenas unas niñas obligadas a casarse con un extraño», explica Morató. Isabel I de Inglaterra llegó al trono con 25 años, «pero no quiso casarse para evitar que su esposo le arrebatara el poder, ni quiso tener hijos. Deseaba gobernar sola, y buscó la compañía de sus amantes para paliar su terrible soledad, sin permitirles tener un papel político ni interferir en asuntos de Estado». Un aspecto sin precedentes e innovador, que entre otros logros le llevó a nombrar a toda una época de la Historia.

Catalina de Aragón
Catalina de Aragónlarazon

Históricamente, una mujer en el trono ha sido algo revolucionario, tan antinatural e incluso subversivo como el hecho de que una reina no concebiese un heredero. «Lo único que se esperaba de una monarca era que diera un heredero varón al trono. Hay que imaginar la angustia y la presión que sufrieron algunas, como Catalina de Aragón, primera esposa de Enrique VIII», menciona la autora. Dicha monarca, culta e intelectual, no pudo cumplir con su deber de ser madre, lo que hizo que el rey la repudiase y acabara casándose con Ana Bolena. En nueve años, Catalina terminó teniendo seis embarazos, de los cuales solo sobrevivió una niña: María Tudor, la primera reina por derecho propio de la historia de Inglaterra.

Deberes encorsetados

Insultos, rumores, soledad, presiones... ¿cuánto se ha prolongado este maltrato? ¿cuándo llegó el feminismo a la corona? ¿Ha habido un #MeToo de la realeza? De ocurrir esto último, opina Morató que «se llegaría al fin de la monarquía en el mundo». Así como explica que en absoluto podemos relacionar las casas reales con el feminismo. «Y mucho menos en el caso de la nuestra. La monarquía española es una de las más obsoletas y machistas que existen porque prevalece el varón sobre la mujer en la línea dinástica», profundiza la autora, «aún no se ha modificado la Constitución, y aunque la Princesa Leonor pueda estar muy preparada para llegar a ser un día reina de España, en el caso de que tuviera un hermano varón perdería todos sus derechos. Es absurdo. Sin duda, si la monarquía quiere sobrevivir deberá modernizarse y ser menos discriminatoria con la mujer».

Bien es cierto que hoy día nadie espera que una reina sea un mero objeto decorativo y reproductor como antaño. No obstante, sí se siguen encorsetando sus deberes alrededor de la corona. Actualmente, España cuenta con una Reina con carisma, presencia, conocimiento, y cada vez más querida por el pueblo. «Pero como monarca consorte Doña Letizia tiene un papel limitado a pesar de sus grandes capacidades», continúa Morató, «en todos los actos públicos en los que aparece se da más importancia al diseñador de su vestido o de sus zapatos que al discurso que pronuncia. Casi nadie habla de las actividades que desempeña, de sus logros y aportaciones. Es una gran desconocida, y eso demuestra la misoginia que aún existe». ¿Cuál es la clave para que se valore más el interior que el exterior? «Doña Letizia es periodista, ha viajado por el mundo y conoce la realidad de las mujeres en los países en vías de desarrollo. Podría aportar e involucrarse en grandes cosas, como ha hecho su admirada Michelle Obama», propone, y añade: «Debería volcarse en una causa acorde a sus inquietudes, como en su día también hizo Diana de Gales. Porque la Reina Letizia desde el principio ha asumido actos que desarrollaba Doña Sofía y con los que a lo mejor ni se identifica».

El futuro, por tanto, se encuentra por definir. Está demostrado, y así se documenta en «Reinas de leyenda», que se ha avanzado en términos de misoginia y monarquía. Pero, como ocurre en cualquier ámbito en el que se busca la igualdad, aún queda camino por recorrer. La periodista apunta que «todo va a depender de las nuevas generaciones de reinas que gobiernen en Europa en un futuro. Pero me temo que seguirán teniendo un papel muy secundario». Ya no solo depende de ellas, sino también y en gran medida del entorno, tanto político como social: «Los sectores más conservadores de la Casa Real siempre van a poner obstáculos para que las mujeres tengan protagonismo y poder de decisión. Seguirán ocupando las portadas de la Prensa del corazón», prevé Morató. Quizá por algo se empieza. De no conocer sus nombres han pasado a copar titulares. Y, mientras tanto, la cortina de seda se va abriendo: continúan conquistando.

LA GRAN SOBERANA DEL SIGLO XXI

En cuanto a monarquías europeas, un gran foco reside en Mary Donaldson, la futura reina consorte danesa tras el anuncio de abdicación de la reina Margarita II. Es un ejemplo de que va siendo hora de dar paso a una nueva generación en las monarquías, pues quizá se cerró una etapa con el reciente fallecimiento de Isabel II de Inglaterra. Fue, define Morató, «la gran soberana europea del siglo XXI y todo un personaje por su carisma. Ha sido testigo de grandes cambios, vivido algunos de los momentos más tensos de la corona inglesa... pero pasó a la Historia como una soberana querida, apreciada y, por lo general, bien valorada».