Fue un personaje real

¿Quién fue Rita la Cantaora y por qué la mencionamos cuando un trabajo no nos gusta?

Se trata de un personaje real, una artista gaditana que vivió en el siglo XIX. Esta es su historia

Una imagen de Rita Giménez García, "Rita la Cantaora"
Una imagen de Rita Giménez García, "Rita la Cantaora"La Razón

Cuando un trabajo nos parece muy gravoso o mal pagado, o cuando alguien pretende que hagamos algo que no tenemos la menor intención de hacer, nos acordamos de ella. Decimos “eso lo va a hacer Rita la Cantaora”. Pero, ¿por qué ella? ¿Quién era esta mujer que se le endosa siempre la peor faena? En primer lugar hay que matizar que fue una persona real. Tan real, que hasta la Real Academia de la Historia tiene una entrada bibliográfica sobre ella.

Dice así: “Rita Giménez García (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1859 – Zorita del Maestrazgo Castellón, 1937), fue una cantaora y bailaora de flamenco. Desde muy joven, se inició cantando coplas en reuniones familiares o de la vecindad de su Jerez natal, hasta que un agente teatral oyó su cante y la contrató para actuar junto a la bailaora Juana la Macarrona y el cantaor Antonio Ortega Escalona Juan Breva, en los cafés cantantes madrileños”, recoge el diccionario.

De acuerdo con esta publicación, debutó en público en el Café Romero de la calle de Alcalá. En 1906 figuró en el cuadro flamenco del Café del Gato. Durante su trayectoria artística, desarrollada principalmente en la capital de España, actuó con Francisco Lema “Fosforito el Viejo”, Antonia la Coquinera y Carmen la Paloma, y después, a lo largo de la década de los felices años veinte, con Manuel Pavón Varela Maneli y Manuel Escacena Cabeza Pepino. “Cuando su carrera artística parecía comenzar su declive, hizo amistad con el bailaor Patricio el Feo, que la llevó a vivir a Carabanchel Alto. En este barrio conoció al volquetero Manuel González Flores con quien se casó. Éste era viudo y aportó al matrimonio una hija y cuatro nietos, cuyo cuidado hubo de asumir Rita cuando su marido falleció en 1930”.

Parece ser que Rita la Cantaora se hizo muy popular en el barrio del Cerro por su gracejo jerezano y su carácter alegre y dicharachero, pletórico de frases chispeantes, que fueron envolviendo su vida en la leyenda, quedando inmortalizada por el popular dicho de “eso, a Rita la Cantaora”, u otros parecidos, de los que se deriva una connotación negativa aludiendo a la falsedad de las palabras que se vierten en una conversación, o bien por algo que no se pretende realmente hacer o que, por no existir la obligación, no se va a cumplir.

La figura de Rita la Cantaora quedó para la posteridad en la cultura popular española, no tanto por su trabajo como cantaora y bailaora, sino ligado a una expresión que forma parte del refranero popular. Según parece, su pasión por el trabajo era tal, que estaba dispuesta a actuar allí donde se la solicitaba, sin importar el dinero que ganara por la actuación, e incluso a hacer funciones dobles, ya se lo pidiese el dueño de un tablao o el organizador de alguna fiesta privada. Tenía tanta fama que incluso sus propios compañeros recomendaban sus servicios cuando no le ofrecían suficiente dinero como para actuar ellos mismos. De este modo, se acuñó la expresión «que lo haga Rita la Cantaora» para referirse a todas aquellas ocasiones en las que uno no está dispuesto a realizar una acción.