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Libros con Historia

Vikingos: un pueblo tan bárbaro como coqueto y cuidadoso

La historiadora Eleanor Barraclough firma una enciclopedia íntima de estos guerreros, navegantes y comerciantes escandinavos

CATORIA (PONTEVEDRA), 06/08/2023.- Decenas de personas escenifican una invasión vikinga, en recuerdo de las sufridas hace mil años, este domingo en la localidad pontevedresa de Catoira. La Romaría Vikinga de Catoira alcanza este año su 63 edición y lo hace con muchos más asistentes, que se agolparon esta mañana en torno a las Torres del Oeste para presenciar el tradicional desembarco. Celebrada desde 1961 en el primer fin de semana de agosto, esta festividad conmemora el papel que tuvo Catoir...
Catoira se defiende del ataque vikingo con una gran expectaciónBrais LorenzoAgencia EFE

Hace medio año, el noruego Bjorn Andreas Bull-Hansen se paseaba por el retiro para presentarse en sociedad. Bajo el brazo traía su saga de «mercenarios del norte», «Vikingos» (Espasa). Una serie de libros que dio sus primeros pasos en 2017, en Oslo y que este 2025 desembarcó en España. Su mensaje era cristalino: «Quiero llevarte a la Edad Vikinga».

Y vaya si lo hacía. Es un hombre entregado a la causa. Un simple vistazo al grandullón de Bull-Hansen, y uno ya tenía la sensación de haberse trasladado al tiempo que, además de en los libros, predica a través de YouTube: estaba en la biblioteca Eugenio Trías, pero su vestimenta era la que llevaría cualquier hombre al frente de las batallas de Hafesford o de Maldon (siglos IX y X, respectivamente).

Aunque no solo la ropa llamaba la atención (para los tiempos que corren), sino también complementos como la espada o el pedernal. No le faltaba detalle a un escritor que advertía: «No voy así por la calle. Es solo por las fotos», reía un tipo de pocas palabras que vive en un fiordo que fue escenario de feroces batallas vikingas. Es allí donde él investiga sobre el pasado en su día a día. «La parte más importante de mi trabajo es la que hago con mis manos. Quería tocar la vida cotidiana de las personas sobre las que escribo», sostenía un autor que, más allá de las fotografías, emplea su atuendo como parte del proceso de su escritura: «No habría sabido lo difícil que era moverse con la espada si no me hubiera puesto una», aseguraba. También comprobó que andar por la nieve y el hielo con las supuestas botas vikingas no era como se decía: «Es posible que lo hicieran descalzos, o quizá de otro modo, porque de esa otra manera se resbalarían».

Método academicista

Esta semana, otra experta en la materia visitaba Madrid, Eleanor Barraclough. Su método es otro muy diferente. Mucho más academicista. Pero no le quita un ápice de valor al noruego: «Es impresionante lo que hace, sin duda». El trabajo de campo de esta británica está más en las bibliotecas y en los archivos. «Y en los viajes», apunta: «Me meto todo lo posible en su paisaje y en el interior de sus casas». Ha viajado por toda Escandinavia, aunque hace hincapié en una visita a Groenlandia en la que conoció a unos cazadores de renos locales y se subió a lomos de un caballo. «De este modo recuperas la experiencia de los vikingos».

Eso sí, hace un paréntesis: «Creo que no hubiera aguantado en esa época ni un día porque soy asmática y vegana. Sería terrible como vikinga», ríe. Detrás de una mujer simpática, joven y alternativa (zapatillas Converse, pelo teñido y calcetines con arcoíris) hay una reputada académica y autora de un libro, «El oro de los vikingos» (editado por Ático de los Libros y traducido por Claudia Casanova), que ha sido encumbrado por la crítica mundial: «Fascinante», «apasionante», «un logro»... Pero también por compañeros de profesión, como Tom Holland: «Magníficamente escrito»; o Dan Snow: «Nos lleva más allá de lo familiar hacia un mundo vikingo real, visceral y mucho más satisfactorio». Incluso ha sido designado como Mejor Libro de Historia del Año para «The Times».

Si en algo ha puesto empeño la historiadora británica en su obra es en desligar la historia de este pueblo de la de los héroes y las batallas (dos aspectos que tampoco elude) y centrarse en la de las «personas reales». Como se presenta, este es un relato «de los seres humanos corrientes que quedaron atrapados entre las grietas de la historia. En el mejor de los casos, algunos de ellos podrían merecer una nota a pie de página metafórica en los anales y leyendas de la historia, pero, en su mayoría, se trata de aquellos que ni siquiera aparecieron en los relatos originales».

Un objeto reluciente de la Historia

La era vikinga es, en boca de Barraclough, «un objeto reluciente». Brilla con relatos y poemas de aventureros, héroes y dioses, historias vívidas que todavía hoy se mantienen en el imaginario colectivo. Un pasado que resplandece con tesoros enterrados repletos de lingotes de plata, monedas venidas de lejos y reliquias religiosas saqueadas. Afirma la británica que la reputación que hoy se tiene de los vikingos «habría encantado a muchos de quienes vivieron en aquella época». Como diría el dios tuerto Odín en un poema nórdico antiguo («Hávamál» / «Dichos del Altísimo»): «El ganado muere, los parientes mueren, uno mismo también morirá, pero la gloria jamás muere para aquel que logra alcanzarla». Y es a esta frase a la que se abraza Barraclough para justificar que fue un periodo extraordinario que transformó la historia: «Fueron los primeros en poner en contacto a todas las culturas del mundo», añade.

Eleanor Barraclough quedó atrapada en este mundo de guerreros, dioses y drakkares gracias a la literatura, poemas y canciones –explica–, pero todo lo que descubrió durante los años que ha pasado documentando este libro fue «mucho mejor». «Lo que fascina a la gente de su mundo es que fuera gente que viajó a tantos lugares tan lejanos. Generaron una diáspora que fue de Groenlandia a América, el Ártico, las estepas euroasiáticas e incluso Tierra Santa». De Bagdad a Norteamérica, pasando por España y el Mediterráneo y Constantinopla. «Llegaron a América 500 años antes que Colón, pero su huella nada tuvo que ver con la española», defiende.

Y fue en todo ese viaje en el que la autora ha dado con un pueblo que se apoya sobre ciertos estereotipos que han permanecido en el tiempo, pero ha ido un paso más allá de leyendas: «No queremos decir que todos los vikingos fueran granjeros apacibles, y las mujeres son un buen ejemplo de ello: se habla de ellas como guerreras por un determinado descubrimiento, pero yo también quiero entrar en su vida cotidiana, en el cuidado de los niños, en el embarazo... Cosas que no quedan en el registro arqueológico. Ir más allá de esas actuaciones propias de los “hombres”». Describe a unas mujeres esenciales en la expansión de estas gentes como transmisoras culturales y responsables de toda la producción textil que les permitió izar las velas de los barcos, vestirse para el asalto o emplear el «wadmal» (un tejido de lana grueso) como moneda de cambio.

«El oro de los vikingos» es una obra que busca temas comunes dentro de este pueblo del norte, como las creencias, el amor, los viajes, la violencia, la esclavitud o la servidumbre. «Era la manera de darle coherencia», asume. Así, la autora se introduce en este mundo a partir de crónicas medievales y del análisis de objetos cotidianos: herramientas, juguetes, excrementos, ADN o grafitis rúnicos.

De este modo rompe con la imagen del vikingo sucio y desaliñado. La limpieza no era un lujo ocasional, sino una manera de reforzar su autoestima. Yacimientos en York, Dublín o Hedeby han aportado abundantes objetos de aseo (peines, limpiadores de oídos, pinzas, navajas...), así como pruebas de que el baño («laugardagr») era una práctica regular, algo no tan común en el mundo anglosajón de entonces. También el pelo y la barba eran un punto importante de la estética personal: trenzas y diademas para ellas; decoloraciones con lejías a base de cenizas para ellos. El peinado era un símbolo del estatus social de cada miembro.

Más allá de la fuerza bruta

Y no menos importante fue, continúa Barraclough, el cuidado de los suyos. Pese a ser una época «brutal», la discapacidad, la enfermedad y las heridas de guerra/laborales eran el pan nuestro de cada día. La historiadora ha acudido a fuentes que certifican cómo se protegía al que lo necesitaba. La arqueología ha sacado a la luz esqueletos con lesiones y malformaciones que, pese a las limitaciones, muestran signos de haber vivido mucho tiempo: «Hay un ejemplo de dos hermanos con enanismo en una aldea de Suecia que vivieron hasta los 50 años, lo que nos demuestra que se cuidó de ellos». Y es esta solo una muestra dentro de un corpus en el que aparecen hombres con graves limitaciones físicas que trasladaron su papel en la guerra a la estrategia; u otros casos en los que su labor se destinó a oficios más livianos, como la artesanía o el comercio. Un pueblo que empleó la cabeza antes que la fuerza bruta.