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Música y nazismo
El violín que nació en las tripas del infierno
Una inscripción hallada en el instrumento atestigua que fue realizado "en condiciones difíciles"

Una frase escrita en un pedazo de papel. El registro inapelable de una creación fabricada en el corazón del infierno. Diez años guardado en una cómoda a espaldas del tiempo y más de ochenta orillado en el margen de las esquinas de la Historia. "Todo empezó de forma bastante normal", dice Szandra Katona en una entrevista en su canal de YouTube. Después de adquirir y guardar un inofensivo –en términos de ausencia de cualquier particularidad que lo hiciera diferente– violín, una pareja de comerciantes de arte húngaros quiso repararlo y decidió enviarlo a un especialista llamado Szabó Tomás.
Inicialmente sorprendido por la mala calidad de la madera, el luthier encontró una etiqueta en la que estaba escrito "KL Dachau". Visible desde el exterior del instrumento, la inscripción sugería que podía provenir del campo de concentración nazi. Al desmontar el instrumento, descubrió un papel con la siguiente frase garabateada: "Instrumento de prueba, realizado en condiciones difíciles, sin herramientas ni materiales. Dachau. Año 1941, Franciszek Kempa».
"Realizado en condiciones difíciles". El eco de la descripción pronunciado en voz alta, indicador insuficiente del contexto de exterminio en el que fue fabricado, suena a la espesura del acto descrito por Primo Levi en su "Trilogía de Auschwitz": "yacer en el fondo", suena a ese custodio de los recuerdos que los objetos personales significaban en los campos, a las historias anónimas de prisioneros que nunca encontraron huecos cronológicos por los que filtrarse y llegar a la contemporaneidad de un presente hostil, a las montañas humanas de vidas inacabadas, trabadas, desajustadas, desmembradas, que desaparecían en el epicentro de la destrucción.
Tras el emocionante hallazgo, el profesional llamó a los propietarios y les leyó el mensaje en voz alta. Szandra Katona admite, tal y como informaron desde la cadena de televisión Euronews y la agencia de noticias estadounidense AP News, haber derramado lágrimas ante este anuncio: "El luthier nos contactó y dijo: ¿Saben lo que tienen en sus manos? Y nos leyó la inscripción. No podía creer que tuviéramos semejante objeto". Según los documentos de que disponen, los expertos creen que los nazis sabían que Franciszek Kempa era fabricante de violines y en paradójica parábola poética con el virtuosismo de Wladyslaw Szpilman y su piano convertido en símbolo cinematográfico por Polanski, el otro miembro de la pareja de coleccionistas, Tamas Talosi, llega incluso a sugerir que fue precisamente su profesión la que le permitió "sobrevivir", a diferencia de los otros 40.000 prisioneros que murieron allí de hambre, frío, castigos, como consecuencia del odio.
Según los archivos del Museo Memorial de Dachau, Franciszek Kempa regresó a Polonia después de la guerra, donde continuó fabricando instrumentos que permitían que la vida siguiese teniendo calambrazos de belleza, que la música no dejase de sonar, que las canciones no terminaran. Murió en 1953. Todavía se desconoce –y todo apunta a que resultará muy difícil conocer ese dato– cómo llegó el violín a Hungría y aunque tal y como aseguran desde Radio Classique, ambos propietarios están negociando actualmente para que el violín se exhiba de manera temporal en el Museo del Holocausto de Dachau, resulta cuanto menos hermoso pensar que gracias a ese objeto que le ha sobrevivido, cuando vuelva a ser tocado por unas manos que nunca conocerá, la historia de Franciskek Kempa abandonará el silencio impuesto al que fue condenada para llenarse de notas y palabras.
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