Libros de la semana: de la excentricidad de Irving a los diarios de Chirbes
También son novedad las vivencias de Donna Leon y el regreso de Lázló Krasznahorkai
Madrid Creada:
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«El último telesilla», de John Irving ★★★★
John Irving y sus ganas eternas de sexo y excentricidad
Esta mastodóntica obra atrapa desde la primera página gracias a dos cebos literarios: el protagonista, que ve fantasmas, y su familia
Por Toni Montesinos
Desde la magnífica «Una mujer difícil» (1998) esperábamos que John Irving recuperase su fortaleza novelesca, pero se ha ido quedando a medias. Ocurrió en «Personas como yo» (2012), en la que un chaval de trece años despertaba a la sexualidad y se obsesionaba con una joven bibliotecaria, lo cual daba pie a guiños autobiográficos en torno a peculiares familiares, amores bisexuales, viajes a Europa y apetencias culturales. Justamente, el recurso a sus experiencias resultaba limitante y redundante, como si fueran hechos que recreasen una biografía cronológica sin mayor alcance.
Tampoco fue mejor la voluminosa «Avenida de los misterios» (2015), en la que la religión, el sexo y los recuerdos infantiles se mezclaban en su protagonista escritor. Su argumento, ambicioso al combinar tiempos y espacios muy diferentes, México y Filipinas, acababa siendo disperso alrededor de un hombre que de niño rebuscaba entre los vertederos junto a su hermana y vivía una peripecia en Manila cuarenta años más tarde. Pues bien, ahora, el autor de «El mundo según Garp» y «El Hotel New Hampshire» ha hecho un meritorio esfuerzo de urdir una novela mastodóntica, «El último telesilla» (traducción de Juan Trejo; en librerías el próximo día 4), que atrapa desde la primera página.
Torrente de imaginación
Lo hace con dos cebos literarios: el modo en que su protagonista, Adam, afirma ver fantasmas en el hotel en que fue concebido y por medio de la familia que construye a partir de la madre del chico, Rachel Brewster, esquiadora de eslalon. El título, así, remite al empleo de monitora de esquí de esta mujer, lo que hace que Adam se quede con sus abuelos. Estos no son precisamente gente normal, y como siempre sucede en Irving, todo es exploración y extravagancia, con una ausencia que se hace presente: la desconocida identidad del padre de Adam, más el alegato a toda libertad o minoría sexual. El autor se repite, pero lo hace, aun con altibajos argumentales, con encanto y un torrente de imaginación.
▲ Lo mejor
Cómo se sigue toda la vida del protagonista; esto también es un fresco de la historia de EEUU
▼ Lo peor
Que recurra a lo de siempre: entorno familiar excéntrico y ausencia del progenitor
«Una historia propia», de Donna Leon ★★★
Anecdotario de una errabunda Donna Leon
La novelista, creadora del comisario Brunetti, narra en estas páginas parte de sus vivencias, desde la infancia hasta su pasión por la ópera
Por Lluís Fernández
Donna Leon es famosa por sus novelas del comisario Brunetti. La acción de la treintena de novelas publicadas transcurre en Venecia, ciudad donde ha residido durante 25 años, hasta su huida a Suiza, aterrorizada por el turismo masivo.
En estas sucintas memorias, Donna Leon narra con desenfado algunas de sus vivencias: su infancia en Nueva Jersey y su periplo por Irán, Arabia Saudita y China como profesora de literatura inglesa. Una de las anécdotas más divertidas es la carta que el «questore» de la comisaría de Venecia le pidió que escribiera para entregar a los numerosos turistas que reconstruían la ruta de Brunetti y entraban en la comisaría preguntando por el «comissario» y sus ayudantes. Ni Brunetti, Alvise, Rizzardi, Vianello ni Griffoni –escribe Donna Leon– trabajan aquí. Son entes de ficción.
Es evidente que no quiere contar su vida, y aún menos su intimidad, siempre eludida. «Una historia propia» es una gavilla de anécdotas unidas levemente por el tránsito temporal de la niñez a la vejez. Sus primeros recuerdos felices en una granja, su madre, lectora impenitente, el origen de sus abuelos españoles, alemanes e irlandeses, y el descubrimiento de la vejez.
Apenas dedica un par de capítulos a hablar de sus novelas. El resto son chocantes, como el de la construcción de una góndola tamaño natural. Los mejores capítulos son los que muestran su pasión por la ópera, la música barroca y Handel. Un anecdotario excéntrico pero divertido de la errabunda novelista.
▲ Lo mejor
Donna Leon articula en estas páginas unas memorias tan chocantes como divertidas
▼ Lo peor
Lo extraño que resulta este anecdotario sobre su errancia por el mundo
«Diarios. Tomo III. A ratos perdidos, 5 y 6», de Rafael Chirbes ★★★★
Rafael Chirbes, entre el fin y las series televisivas
El tercer volumen de sus «Diarios» incluye su etapa final, opiniones sobre la enfermedad y las dudas que tuvo sobre su propia obra literaria
Por Jesús Ferrer
La publicación, en estos últimos años, de los «Diarios» de Rafael Chirbes le han consagrado como un formidable escritor de literatura autorreferencial. A su condición de novelista adscrito al realismo social cabe añadir el impresionante conjunto de dietarios cuyo tercer volumen –«A ratos perdidos, 5 y 6»–aparece ahora incluyendo, en esta última etapa vital, la decrepitud y la enfermedad, las dudas sobre su escritura y la función de la literatura, sus recelos hacia la Prensa y la promoción de su obra, la contestataria actitud ante las estrategias políticas y una melancólica actitud ante la realidad.
Nada es ajeno a su insaciable curiosidad: series televisivas, las últimas tendencias fotográficas, las más variadas novedades literarias, la revisión crítica de su propia obra o la obsesiva fijación hacia sus admirados Galdós y Balzac, sin descuidar el cotidiano devenir, mostrando en ocasiones una acerada sentimentalidad; ante la ausencia definitiva de su pareja escribe: «Ahora que no está Paco, y ya no puedo angustiarme con su enfermedad, descubro que el agonizante soy yo. El silencio de la casa no es refugio, como lo fue algún día, sino escenario donde se representa el presagio de algo inconveniente».
Arrebatado intimismo
Estamos ante un minucioso pautado temporal de las diarias inquietudes, como cuando leemos: «Intento recuperar la disciplina, leo a Zweig, he concluido el articulito sobre Mimoun, paso dos largas horas escuchando las cuatro primeras sinfonías de Shostakóvich». Este arrebatado intimismo, plasmado en un diario de elevada calidad literaria, le acompañará hasta pocos días antes de su muerte. Impresiona la insobornable sinceridad sobre todo tipo de asuntos, la desinhibida exposición de su emotividad y la constante presencia de una irrevocable vocación artística. Imprescindible para el conocimiento en profundidad de este novelista.
▲ Lo mejor
El sincero e irrenunciable compromiso del autor con sus propias ideas y opiniones
▼ Lo peor
Ninguna objeción, se trata de un autorretrato de hondo calado intimista y literario.
«Relaciones misericordiosas. Relatos mortales», de Lázló Krasznahorkai ★★★★
Humor en tiempos de exilios, venganzas y traiciones
Lázló Krasznahorkai vuelve a escorarse hacia el absurdo y el sinsentido en ocho relatos escritos con gran calidad y una prosa de profunda belleza
Por Sagrario Fernández-Prieto
Lázló Krasznahorkai, el autor de «Tango satánico», uno de los escritores europeos preferidos entre los que hacen fila ante las puertas del Nobel, vuelve a sorprendernos con estos ocho relatos cuidadosamente elaborados en los que brilla su irónico sentido del humor y ese punto de melancolía tan atractivo y que tan bien le define. En este volumen, dicho humor tiende a escorarse hacia el absurdo y el sinsentido plasmados en personajes que, como en el primer relato, deben embarcarse angustiados en un barco que no saben a dónde les conducirá, pero fantasean con la posibilidad de que sea un lugar mejor, o bien se refugian en un edificio abandonado donde pasan frío y miedo sin que el lector sepa exactamente qué circunstancias les han llevado allí.
Hay que esperar al quinto relato, «Calor», para escuchar a un personaje hablar de «el viejo y criminal régimen» y situarnos ya claramente en la Hungría posterior a la Unión Soviética donde aún se conserva «la inclinación heroica a observar y espiar». Entre los variados personajes hay uno cargado de simbolismo que aparece en varios cuentos y cierra el libro, se trata de Herman, un guardabosques y también experto trampero que protege a los corzos y los ciervos de cazadores desaprensivos, aunque tenga que disfrazarse, esconderse o salir del bosque para hacer justicia. Krasznahorkai no da puntada sin hilo y sus símbolos se van desvelando paulatinamente mientras tenemos la certeza de estar leyendo una obra diferente y de gran calidad escrits con una prosa de profunda belleza.
▲ Lo mejor
La facilidad con que nos sumerge en un mundo de seres que resultan familiares y lejanos
▼ Lo peor
La verdad es que no se puede decir nada negativo sobre este espléndido libro