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César G. Antón: «Impresiona ver cómo la nostalgia es un motor para las audiencias»

En «83 segundos» (Minotauro), su primera novela, el periodista, escritor y director de LaSexta Noticias viaja al pasado como un aprendizaje para vivir el presente y afrontar el futuro
César González Antón, escritor y director de los informativos de LaSexta  © Alberto R. Roldán / Diario La Razón
César González Antón, escritor y director de los informativos de LaSexta © Alberto R. Roldán / Diario La RazónAlberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS

Madrid Creada:

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Cualquier tiempo pasado... ¿fue mejor o peor? Sobre esta disputa entre nostálgicos y soñadores se ha escrito, cantado, debatido, investigado mucho. Con el permiso del riguroso y necesario trabajo del historiador, quizá haya una forma (utópica) de comprobar si es más conveniente anclarnos en lo atractivo de los recuerdos o aprender del pasado para asentar un futuro férreo. Y esa solución reside en uno de los grandes anhelos del ser humano: poder viajar en el tiempo. No pocos seguidores de McFly y Doc se han preguntado qué harían de estar en sus pellejos. ¿A qué época histórica se trasladarían? ¿Qué errores evitarían o qué amor perdido recuperarían? ¿Se fijarían antes en el número de la lotería o en revivir un bonito recuerdo? ¿Dinero, curiosidad o emociones? Son tantas las preguntas, pero escasas las respuestas, que, a no ser que la IA sea capaz de crear una máquina del tiempo, solo nos queda una vía: la magia de la imaginación y de la literatura. César G. Antón, periodista, escritor y director de los informativos de LaSexta, reflexiona sobre su pasado, se ha documentado sobre él, y se ha permitido mentalmente viajar en el tiempo para lanzar «83 segundos» (Minotauro).
¿Por qué un viaje al pasado para su primera novela?
Es una idea que tenía rondando en la cabeza desde hace tiempo. No sabía en qué se iba a convertir, pero eso de volver atrás a cualquier decisión tomada, para tratar de ver si la pudieras corregir o modificar, me fascinaba. Soy un friki de los viajes en el tiempo, me he leído todas las novelas que han salido de esta temática. Hay gente que pinta soldaditos, otra que colecciona mariposas... Una de mis perversiones era leer sobre dichos saltos temporales.
¿Qué buscaba transmitir al dejar de ser lector y ponerse en la piel del autor?
En el fondo, este viaje en el tiempo era una excusa, porque realmente es una novela muy nostálgica, de búsqueda de momentos felices para mi generación. Para quienes crecimos y tuvimos una adolescencia sin internet, esa generación perdida de «boomers» y «millenials». Quería volver a los momentos felices, al año 2000, antes de que cayeran las Torres Gemelas, antes de los colapsos económicos, a la adolescencia en el año 85... Todo ello, sabiendo lo que sabemos ahora. Ahí está el truco, la magia de la novela: ver con ojos de experto ese pasado, habitar en el cuerpo que teníamos pero con lo que sabemos ahora.
Entrevista con César González Antón,  © Alberto R. Roldán / Diario La Razón
Entrevista con César González Antón, © Alberto R. Roldán / Diario La RazónAlberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS
¿Ha aprendido a no arrepentirse de su pasado o al contrario?
El libro tiene la moraleja de que, cuando vuelves al pasado, aprendes de él, descubres cosas nuevas, pero no es tan fácil cambiarlo. Si hemos tomado ciertas decisiones es porque tenían un sentido. Quizá nos hayamos equivocado, aunque ya no podemos modificarlo.
El protagonista de la obra es Víctor Piñol, un tipo solitario marcado por un trauma de su adolescencia y que sobrevive con su anodina vida de redactor de informativos televisivos. Su vida se desarrolla en el Madrid de 2000, entre quinquis, yonquis, bares de barrio, ausencia de internet y partidos de fútbol en campos de tierra. Pero la monotonía cambia por completo el día de su 35 cumpleaños: descubre que tiene un extraño don que le permite viajar en el tiempo a cambio de 83 segundos de dolor. Una novela que Antón concibe como el resultado de una inquietud nostálgica, pero en la que se centra en la dulce temática del amor, las conexiones sociales y la amistad.
De poder viajar en el tiempo, ¿adónde se trasladaría?
Después de este viaje salvaje que he vivido con la novela creo que no hay que viajar en el tiempo. Lo vivido, vivido está. Los partidos ya están jugados. Lo que hay que hacer es mirar para adelante, ocuparse de lo que nos queda. En el fondo, esta obra, que tiene una parte emocional y emotiva, también habla del aprendizaje de que hay que disfrutar de la vida, tirar hacia adelante con lo que tienes. Yo me quedo donde estoy.
¿Cómo se afronta el futuro sin caer en los errores del pasado?
Sin hacer «spoilers», en el libro se da la oportunidad al protagonista de vivir su vida varias veces. Es muy curioso cómo va cambiando las cosas. Pero sí, es muy importante aprender del pasado para enfrentarnos al futuro. La novela, según avanza, se va sofisticando, hay dramas, giros, complicaciones lógicas al alterar el espacio tiempo... y se mezcla con ese juego de ciencia ficción y de nostalgia con un cierto aspecto reflexivo y filosófico. Todo ello, desde las peripecias de un tipo anónimo que se enfrenta a cosas gigantescas. Es muy fácil sentirse identificado con él. Así, busco que el lector se pregunte continuamente qué haría de estar en su lugar.
«Escribir es una terapia dura, intensa, que requiere mucho esfuerzo, pero también muy bonita»César G. Antón
¿Hay algo de usted en ese protagonista solitario?
Siempre que escribimos añadimos algo de nosotros mismos a los personajes. Pero, sobre todo, lo que buscaba era crear un personaje que, si desde la página uno muestra un trauma adolescente que se resuelve según avanza la obra, fuese descubriéndolo y conviviendo con él, condicionando su desarrollo y personalidad.
Si hay del escritor en el personaje, ¿la novela le sirvió para sanar asuntos personales?
Escribir para mí es hacer terapia. Es diferente a mi trabajo en televisión, muy hacia afuera, con grandes equipos de gente. La soledad de enfrentarte a un papel en blanco y crear algo de la nada, hacerlo sin depender de nadie, ha tenido una parte muy liberadora y terapéutica. Escribir es un tratamiento duro, intenso, que requiere mucho esfuerzo, pero muy bonito.
Entrevista con César González Antón,  © Alberto R. Roldán / Diario La Razón
Entrevista con César González Antón, © Alberto R. Roldán / Diario La RazónAlberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS
¿Cómo casan el mundo informativo y el literario?
Hay dos cosas en el libro que vienen de mi trabajo. Una es el tema de la documentación. Al ser un viaje nostálgico, hay una documentación brutal, muy exhaustiva. Todo lo que sucede en la novela ocurre en un escenario real, donde se han producido hechos históricos. Eso está muy vinculado a mi parte periodística. Luego, hay otra parte, que es la cultura de lo visual. Los que hacemos televisión siempre pensamos en el señor o la señora del sofá con el mando a distancia, en cómo captar su atención y generar un ritmo de narrativa audiovisual. La novela tiene ese punto de sencillez, de ritmo rápido, de escenas visuales.
¿Y resulta necesaria la literatura sencilla y divertida en una época tan caótica como la que vivimos?
Dentro de este mundo polarizado, de tensión, este libro es un pequeño oasis. Aquí no hay droga dura. Intenta lograr la evasión con mucha música, con fútbol, con esos restaurantes del Madrid centenario. Con esos locales por los que hemos salido, desde el Iberia, el bar de los taxis de Madrid, al Moby Dick, a Joy Slava, al Pasapoga. También está el marco de lo que eran los atentados de ETA, que ahora se nos ha olvidado, pero en aquella época era una barbaridad. Y hay una Reina Letizia, que entonces era una plebeya que daba las noticias en Televisión Española. Y ese Nokia que hemos tenido todos en el que se jugaba al «Snake»... En definitiva, ese mundo en el que ibas caminando con la cabeza levantada, una vuelta a ese con una sociedad menos hiperconectada en las que nos mandábamos SMS con lenguaje abreviado.
«Dentro de este mundo polarizado, de tensión, este libro es un oasis, busca lograr la evasión»César G. Antón
¿La felicidad reside en esos detalles, en las cosas pequeñas?
Cuando piensas en viajar hacia atrás, lo primero que quieres es hacerte rico. Luego, en un amor perdido, y, más tarde, en salvar el mundo. El primer impulso de Víctor en el libro es hacer una quiniela de fútbol. A mí me apetecía llevarlo todo a un mundo más terrenal, a lo que haríamos cualquiera de nosotros. Aquí no hay un héroe, sino tan solo personas normales.
Entonces, ¿cualquier tiempo pasado fue mejor?
También había cosas oscuras en aquellos años que abarca la novela. La heroína, por la calle te pedían dinero... Al final, la nostalgia es uno de los motores de las emociones, y uno de los motores de este libro es ese sentimiento por encima del tema de la ciencia ficción.
A raíz de la pandemia estamos asistiendo a un «boom» nostálgico, sea en literatura, en cine o en la música. Se tiende a mirar bastante hacia atrás.
Sí, me parece alucinante. De hecho, en televisión vemos por las audiencias que es impresionante cómo se ha convertido esa nostalgia en un motor. Está bien, porque aporta muchas enseñanzas para el futuro.