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Las momias del British se revuelven: nuevo fenómeno de “ofendiditas” de sarcófago

La institución ha decidido sustituir la palaba "momia" por la de "persona momificada", al considerar esta última una designación más respetuosa y menos ofensiva

En esta imagen sin fechar cedida por el Museo de Historia natural de Los Ángeles, se muestra al actor Boris Karloff en el papel de «La Momia»
En esta imagen sin fechar cedida por el Museo de Historia natural de Los Ángeles, se muestra al actor Boris Karloff en el papel de «La Momia»Agencia EFE

La nueva ocurrencia dialéctica del Museo Británico no alcanza el nivel vergonzante de los «cambios de ponderación fiscal» que utilizaba Montoro para referirse a las subidas de impuestos, los «apoyos financieros» con los que Rajoy evitaba nombrar la palabra «rescate», la «desaceleración» de la que se servía Zapatero para evitar que la boca se le llenara innecesariamente con el término «crisis» o las fugas masivas de jóvenes que tenían que irse de España porque no encontraban trabajo reconvertidas por obra y milagro de Fátima Báñez en «movilidad exterior», pero se acerca peligrosamente al marco cultural de corrección performática actual en el que el bostezo se acciona de manera automática con solo escuchar «personas menstruantes» para referirse a las «mujeres».

«La palabra “momia” no es incorrecta, pero es deshumanizante, mientras que usar el término “persona momificada” alienta a nuestros visitantes a pensar en el individuo», ha declarado un portavoz de la insigne institución para explicar por qué a partir de ahora van a dejar de utilizar la palabra «momia» para describir los restos de los antiguos egipcios al concebir que se trata de un término irrespetuoso y ofensivo.

Según informa el «Daily Mail», el Museo Británico no es el único espacio museístico que ha decidido optar por un cambio en la manera de dirigirse a los muertos (nunca sabes hasta qué punto puede llegar a ofenderse un cadáver de más de 3.000 años, y si no que le pregunten a las víctimas de ese Gary Oldman rabiosamente vampirizado en la adaptación cinematográfica de Coppola), también los Museos Nacionales de Escocia en Edimburgo han eliminado el vocablo de las etiquetas en sus restos humanos arguyendo que «cuando sabemos el nombre de un individuo, lo usamos. De lo contrario, usamos “hombre, mujer, niño, niña o persona momificada” porque nos referimos a personas, no a objetos».

Incluso el Great North Museum de Newcastle sobre civilizaciones antiguas, se ha unido a esta suerte de «dignificación colectiva» en pro de la memoria de las gasas rechazando el nombre maldito para designar los restos de Irtyru, una mujer que vivió alrededor del año 600 antes de Cristo, «para reconocer así la historia de la explotación colonial y darle el respeto que se merece». A esta ola de buenismo moralizante con regusto faraónico se suma también una preocupación creciente por parte de los espacios que han tomado la decisión por la asociación generalizada de la palabra «momia» con la figura de monstruos aterradores y peligrosos de tejidos blandos. Bajemos el volumen de todo este ruido. ¿Oyen ese sonido hueco? Es la risa de Boris Karloff revolviéndose en la tumba. Gran actor, mejor persona momificada.