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Bob Dylan 1974: historia, nostalgia y exceso

CBS publica una insólita caja de 27 CDs con buena parte de aquella gira con The Band que marcaría su regreso a la carretera para no abandonarla jamás
Bob Dylan actúa junto a The Band en la gran gira de 1974
Bob Dylan actúa junto a The Band en la gran gira de 1974LR
La Razón
  • Alberto Bravo

    Alberto Bravo

Madrid Creada:

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Aquello fue saludado como el regreso del profeta, el segundo advenimiento del mito. El hombre que había escrito la Biblia del rock and roll salía de su exilio para recitar sus versículos a todos sus discípulos. En definitiva: Bob Dylan salía de gira con The Band. Ocurrió hace ahora 50 años y CBS acepta el suicidio comercial de editar 27 CDs en una monumental antología para tragarse el enésimo capricho de su leyenda, ganador de nuevo en su enésimo pulso a su casa de discos. Y justo cuando también se cumple medio siglo de su traición.
Porque sí, la intrahistoria de todo esto es así de caprichosa: hace también 50 años que Bob Dylan abandonó Columbia para firmar por Asylum Records en un movimiento que entonces levantó ampollas. David Geffen dio todo un golpe de efecto y le robó a CBS su artista fetiche, defraudado a su vez con su vieja compañía por no pagarle todo lo que él decía que valía. Aquello duraría poco, Bob Dylan regresaría al redil de Columbia, entregaría los monumentos de «Blood on the tracks» y «Desire» casi de seguido y todos contentos. En medio quedaría un disco infravalorado, «Planet waves», y una gira que ahora ve la luz en todo su esplendor. ¿Mereció todo la pena?
Cuando en el invierno de 1973 las radios de todo el país anunciaron a bombo y platillo la inminente gira de Bob Dylan y The Band nadie se lo podía creer. Habían pasado cerca de ocho años desde el último tour del genio, aquella mítica gira europea de 1966 de la anfetamina, la provocación, el Judas, la furia eléctrica y «no direction home». Pero llegaría su célebre accidente de moto y su reclusión en Woodstock. Muy pocos habían vuelto a ver a Dylan por las calles y sus discos, campestres y livianos, distaban mucho de aquel sonido pesado que le había convertido en leyenda.
Ocurrió que Dylan comenzó a aburrirse de sol y pastos. Coincidió un par de semanas con Robbie Robertson en Malibu en el verano de 1973 y sorprendió al guitarrista al hacerle preguntas sobre cómo eran sus conciertos con The Band ante miles de espectadores y cómo era la nueva vida en las giras. Porque la industria había cambiado profundamente. Las estrellas ya no tocaban en teatros, sino en grandes arenas o estadios y con enormes equipos de amplificación. Y se ganaba muchísimo dinero.
A Bob Dylan le volvió el picorcito del artista. Quería volver a sentirse músico y probablemente también ídolo. Y pronto se decidió: volvería a la carretera, a los conciertos. En teoría era lo más fácil del mundo: los promotores se iban a pegar por sus conciertos y a su lado tenía esa red de seguridad que formaba The Band. Nada podía salir mal. El resumen en cifras sería: 40 conciertos, 30 fechas, 21 ciudades y más de cinco millones de dólares de recaudación. Las entradas volaron como nunca antes se había visto. La mitomanía en su máximo esplendor. El tiempo añadiría un nuevo valor histórico a aquella gira: salvo años contados, Dylan ya nunca abandonaría la carretera hasta nuestros días, todavía girando a sus 83 años.
Nadie mejor que él mismo para definir lo que sería aquella gira de regreso: «Yo hice de Bob Dylan y ellos hicieron de The Band». Si alguna vez Dylan se ha entregado al mainstream, eso ocurrió en 1974. Aquellos conciertos sonaron a lo que tenían que sonar, a lo que quería la gente. No hubo riesgo porque, entre otras cosas, no era el momento. Al fin y al cabo, se trataba de un artista que, salvo en contadas ocasiones, llevaba casi ocho años sin tocar en directo. Y todo había cambiado mucho.
Ensayó varias decenas de canciones durante un par de semanas en diciembre de 1973 junto a The Band y el 2 de enero de 1974 comenzó en Chicago la gira de regreso. La voz de Dylan era más enérgica que matizada, como si no confiara todavía en el sistema de amplificación, mientras los set-lists tenían lo que todo el mundo más o menos esperaba. La noche contenía un buen número de clásicos, un set de The Band, otro de Dylan solo a la guitarra y finalmente una traca final que desataba la euforia con aquellos himnos que ya eran «Like a rolling stone» o «Blowin’ in the wind».
Sin embargo, el artista estadounidense enseñaría ya desde entonces un rasgo distintivo de lo que sería su posterior y longeva trayectoria en directo, en realidad una más de sus facetas como creador, como sería su gusto por mantener las canciones vivas con arreglos completamente diferentes al original y la reescritura de versos de sus canciones. Algunos de los mejores momentos de la gira vendrían por ahí con interpretaciones como las de «Hero Blues», «It ain’t me babe», «Ballad of Hollis Brown», «All along the watchtower» y más. Otro aliciente era comprobar cómo sonaban las canciones más nuevas, las de «Planet Waves», si bien estas fueron desapareciendo a medida que avanzaba la gira, en otra concesión de Bob Dylan al mainstream.
¿Necesita alguien 27 discos de una misma gira? Obviamente no. Y menos de un tour con tan pocos matices como fue aquel de Dylan y The Band en 1974. Ni siquiera es para grandes fans, si acaso para completistas o estudiosos que quieran conocer al obsesivo detalle cada recoveco artístico de tan trascendental músico. Realmente el «Like a rolling stone» de cada noche fue idéntico.
Lo que resulta más notable es comprobar cómo Bob Dylan sigue siendo a su edad un verso libre capaz de poco menos que obligar a su casa de discos a tragarse el suicido comercial de esta caja de 120 euros. La motivación de tan excéntrico movimiento es doble. Por una parte, supone el orgullo de mantener el copyright de su música, pues cabe recordar que los derechos de la obra finalizan a los cincuenta años de su publicación o interpretación y se retienen con nuevas ediciones o adaptaciones. Y por otro lado, aunque relacionada con la anterior, está esa obsesión que siempre ha tenido Dylan con quienes sacan dinero pirateando sus grabaciones y directos. Con esta caja, ¿quién va a querer comprar más «bootlegs» de aquella gira?
Este es el nuevo paso que da Dylan en el negocio del disco, solo comprensible desde su propia lógica y desde las ansias de completismo que tienen sus más fervientes seguidores. Y no son pocos quienes apuntan a que quizá esté abriendo una nueva veta en la mina: ¿no le gustaría a un fan de los Rolling Stones, Led Zeppelin, Eric Clapton o Queen tener una gira completa a cuatro euros el CD? La respuesta vuelve a estar en el viento.

TODAVÍA EN LA CARRETERA

A estas alturas, ya parece que Dylan tiene decidido morir en la carretera. No hay ningún artista contemporáneo que haya dado tantos conciertos en una carrera consagrada a la escritura y la interpretación. Ahora mismo está de gira por Estados Unidos y para el camino ha reclutado nada más y nada menos que a Jim Keltner a la batería. Y a partir del 4 de octubre emprende una gira europea que se cerrará en noviembre con tres conciertos en el legendario Royal Albert Hall.