En el "Omega" y Los Planetas

Erik Jiménez, El rockero que hizo historia en el flamenco (sin querer)

Un documental aborda la biografía del músico de Lagartija Nick y Los Planetas, que grabó el "Omega": "Yo no soy flamenco, pero me ha tocado"

Erik Jiménez, en el documental, reza delante de una estantería de discos
Erik Jiménez, en el documental, reza delante de una estantería de discosLa Razón

Dos discursos antagónicos colisionan a la hora de hablar de esta historia. De un lado, César Martínez Herrada, director de «La importancia de llamarse Ernesto y la gilipollez de llamarse Eric», defiende que la película trata de «acercarse a la figura de un músico y de una persona, más allá de la imagen pública del marchoso, el ‘‘colgao’’ o el juerguista que tiene». En la esquina opuesta, Erik Jiménez, batería de grupos como Lagartija Nick o Los Planetas y protagonista del filme, se empeña en lo contrario: «Mi vida tiene mucho de Peter Sellers. No sé cómo lo hago, pero tengo una capacidad innata para crear follones y salir airoso. Cuando empiezan los guantazos, nunca me llevo ni uno», dice en la presentación de la película, que se estrena el próximo 10 de noviembre en las salas de cine y que aspira como candidata a una nominación por el mejor documental en los próximos Premios Goya. Una historia que trata sobre un músico con dos nombres (Ernesto, de nacimiento, y Eric, de fatigas) y personalidad múltiple: «Las tengo a todas dentro y siempre discutiendo. Está el cabrón, el emotivo, el músico, el atormentado... hay una ebullición, una paella en la que no se sabe qué ingrediente va a sobresalir».

El legendario batería de Los Planetas abordaba las llamativas peripecias vitales en un libro, «Cuatro millones de golpes» (Plaza & Janés), publicado hace algunos años. Una noche, en el bar que regenta en Granada («me cansé de tanto cerrar bares que un día decidí abrir uno», proclama en el documental) le arrojó un ejemplar del título (que es de tapa dura) a César, que se presentó allí identificándose como realizador de cine. «Deja de decir chorradas y haz una película de esto. A ver si tienes lo que hay que tener», le dijo el músico al cineasta, según este último. «Leí el libro y era inabarcable. Eric me dijo de hacer una serie, pero yo le propuse un documental», explica Martínez. Y parece que se entendieron. Eric lo cuenta así: «Vino un día a casa y me bebí una botella de ron. Le hice mi imitación del Cristo del Silencio y todos mis números y mi mujer me preguntaba si era necesario. Sí, era justo y necesario que me conociera. A partir de ahí nos pusimos a trabajar».

Erik Jiménez, en el documental
Erik Jiménez, en el documentalLa Razón

El material vital del que hablamos es altamente inflamable: la historia de un hijo no reconocido por su padre, que tenía ya una familia (una de las más pudientes de Granada) y le pone un negocio, una pensión, a la madre del pequeño Ernesto, para quien solo tuvo gestos de desdén. «Durante muchos años he sido un atormentado –dice Eric–. Lo fui porque tenía carencias emocionales que no pude superar hasta casi los cuarenta. Todo viene de la infancia, porque cuando tienes un padre que es un cabrón, cuando ves que en el barrio no eres admitido porque eres hijo de madre soltera -y eso en el franquismo era como ser puta-, y empiezas a ver que no te aceptan... se va creando un trauma en el que solo quieres pertenecer a algo. En vez de meterme en una coral eclesiástica, me metí en el punk», resume su trayectoria Eric, faltando ligeramente a la verdad. Porque donde se metió fue en una hermandad de Semana Santa falangista. «La verdad es que no tenía ni idea de que lo eran. Yo vi a unos tíos con tambores y me metí», dice describiendo uno de sus «momentos Peter Sellers».

En el documental, asistimos a la infancia de Eric entre los huéspedes de la pensión donde se cría, en los umbrales y callejones, «del tranquillo... al trancazo», como él mismo lo define. Primero, a lomos de la banda punk KGB, en las noches granadinas del Albaicín y los locales de ensayo practicados en cuevas. Después, en Lagartija Nick y, más tarde, tras «el cisma y la apostasía de Eric» durante el «Omega», cuando abandonó el grupo de Antonio Arias para aterrizar en Los Planetas. El largo proceso del disco con Morente irritó a Eric, que veía a Lagartija «con traje de faralaes». Y pasó a formar parte de la banda más importante de la escena española en las últimas dos décadas. «Luego me voy con Los Planetas y se meten también al flamenco, con Los Evangelistas y después con El Niño de Elche. Coño, que yo no soy flamenco, no quiero una Lámpara Minera. No tengo nada en contra del flamenco, pero me gusta el pop y el rock... ¡Es que toda la reconversión del rock al flamenco me tocó a mí!», ríe encogiéndose de hombros.

Medalla de plata

«La música no me ha salvado la vida. Hay gente como el pianista [se refiere a James Rhodes] a los que sí se la ha salvado, pero es que él escuchaba a Beethoven. Yo tuve una enorme carencia emocional pero es que yo ponía a los Ramones, los Cramps o Joy Division y esa música no te salva la vida. De hecho, estuve a punto de quitármela varias veces. A mí lo que me salvó es que la gente me quisiera. Los aplausos, sentirme valorado. Que se enamorasen de mi personaje. No la música en sí, sino lo que trajo consigo», dice. No se considera un artista por el hecho de grabar discos y subirse a un escenario: «No. La palabra artista es una pedantería terrible. Nadie es digno de llamarse artista. Me da repelús, me imagino a un inglés con la nariz alargada y cara de estar oliendo una mierda. Y flotando, poque levita, seguro que levita cuando dice eso de artista». ¿Y qué es Eric Jiménez? «Soy un obrero de la batería y del sentido del humor. Alguien que hace el ridículo, trata de pasárselo bien y que tiene vocación de hacer humor negro y ser un poco cabrón».

Erik Jiménez, batería de Los Planetas
Erik Jiménez, batería de Los PlanetasLa Razón

La fama de juerguista y de factor de entropía le precede y la película no la desmiente. Pero, con el tiempo, las tormentas amainaron. «Desde que tengo a mi hija y mi mujer, estoy cubierto emocionalmente. Y lo he pasado tan mal que ya no quiero que eso me afecte. Todo aquello me importa una mierda». Tal fue su reconciliación con el mundo exterior que hasta recibió una medalla de plata al mérito concedida por su ciudad, Granada. En primera fila, políticos, fuerzas de seguridad y políticos. “Pensé que me iban a fusilar –ríe Eric–. Y creo que me dieron una medalla de plata porque pensaban que, siendo rockero, si me la dan de oro, la vendo». Después de todo, como dice Jota, cantante de Los Planetas, Eric «está bastante bien para la que lleva encima».

En la corte de Pedro Sánchez

Durante la reciente cumbre europea celebrada en Granada, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pidió reunirse con músicos. «Nos llamaron porque quería una reunión con la gente de la cultura, estuvo Miguel Ríos, 091, Antonio Arias... Era una gran oportunidad para decir lo mal que se trata a la música y ya está, se lo dijimos», explica Eric, que no se dejó seducir completamente por el poder político: «Fue un encuentro cordial, no es que vaya a cambiar nada esa reunión, pero es el primer presidente que se quiere reunir con músicos». En su día, Eric presentó una campaña para ser alcalde de Granada. «Decía: ‘‘Yo robo pero no miento”. Es decir, te robo pero te lo digo a la cara. Vota a quién quieres que te robe. Ese era mi eslogan». ¿Volvería a presentarse? ”No... no me veo. Seguro que me votarían... pero no me veo».