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Gram Parsons, la leyenda del ángel caído

Se cumplen 50 años del prematuro fallecimiento y épico funeral de una de las figuras más influyentes, atractivas y trágicas de la música contemporánea
Gram Parsons
Gram ParsonsLR
La Razón
  • Alberto Bravo

    Alberto Bravo

Madrid Creada:

Última actualización:

Esta historia comienza por el final. Un tal Phil Kaufman y un par de colegas se presentan en la morgue de Yucca Valley minutos antes de que el cadáver de su amigo sea transportado en dirección al aeropuerto de Los Ángeles para ser enterrado en Nueva Orleans. Intentan disimular su avanzado estado etílico y ocultan sus lágrimas bajo unas torcidas gafas de sol de aviador. Están decididos a cumplir la última voluntad de su amigo: ser enterrado en el Parque Nacional de Joshua Tree, en el desierto de Mojave. Increíblemente consiguen hacerse con el ataúd y lo meten en un coche fúnebre que habían tomado de prestado de no se sabe dónde. Se dan un golpe antes de salir de la morgue, pero nadie les detiene. Llegan a Joshua Tree y paran en cuanto pueden comprobar que su estado etílico no da para más. Se detienen en Cap Rock, una formación geológica emblemática, y descargan el ataúd de su amigo. Kaufman divisa luces de automóviles a lo lejos y piensa que llega la policía. Rápidamente abre la caja, se despide de su amigo, lo cubre de gasolina y bourbon y arroja una cerilla al viento. Una gran bola de fuego impulsa las cenizas del cadáver hacia la noche del desierto. Adiós, Gram Parsons.
Nadie sabía entonces que había muerto una estrella que nunca lo fue en vida y que justo entonces comenzaba la leyenda. Atrás quedaba una vida hedonista e indiscreta donde la comedia daba paso al drama y viceversa en cuestión de segundos. Pero permanecía una música que no muchos apreciaron en vida, pero que el paso del tiempo puso en su justa medida hasta ser considerada una de las más influyentes de nuestra era y precursora del movimiento Americana, un estilo todavía vivo en estos tiempos duros para las guitarras y la voz. La magia de Gram Parsons es que no solo influyó en gente como Eagles o Neil Young, sino también en generaciones posteriores y estilos diferentes como los de Rolling Stones, Tom Petty, Elvis Costello o Wilco.
Nacido el 5 de noviembre de 1946 en Winter Haven, Florida, fue bautizado con el nombre de Ingram Cecil Connor III. Era nieto del magnate de los cítricos John A. Snively. Su padre, el cantante de country «Coon Dog» Connor, sufría trastornos de bipolaridad y se suicidó dos días antes de la Navidad de 1958. La madre de Parsons, Avis, se casó posteriormente con Bob Parsons, cuyo apellido adoptó el joven Gram. Tras un efímero tiempo de estabilidad, Avis cayó en un alcoholismo que derivó en una cirrosis que finalmente la mató. El joven Gram decidió alejarse cuanto antes de su padrastro, al que odiaba, y la música fue su refugio, como tantas veces ha sucedido.
El primer ídolo de Parsons, cómo no, fue Elvis. Pero luego llegó el músico de country Merle Haggard –quien años después manifestaría su desprecio por la música de Gram– para empujarle en su visión. Añadió unas gotas de rock and roll, un poco de soul y algo de pop para crear un estilo único y vibrante que terminaría denominándose como «country-rock». Su increíble y emotiva voz, junto a un aspecto angelical y particular carisma, hicieron el resto.
En 1966, él y otros amigos procedentes de la escena de folk de Boston formaron la International Submarine Band. El grupo se trasladaría a Los Ángeles al siguiente año y en 1968 editaría el álbum «Safe at Home», que anunciaría un clásico en su vida: admiración de sus colegas y nula repercusión en ventas. El disco impresionó a Chris Hillman, miembro de los Byrds, que buscaba un nuevo rumbo para el grupo tras las marchas de David Crosby y Gene Clark. Parsons entró en la banda y con su arrollador talento se adueñó del nuevo sonido del grupo, plasmado en el impresionante «Sweetheart of the Rodeo».
Su breve paso por los Byrds sirvió para comprobar de qué pasta estaba hecho el joven Gram. No solo era su impresionante talento musical, sino también su gusto por el hedonismo, su afán por acumular las experiencias más severas y un deseo irrefrenable por convertirse en estrella de la música. Lo que ocurrió es que, como el icónico adelantado a su tiempo que era, su estilo tardaría un tiempo en traducirse en fama y dinero… y para entonces él ya estaría muerto.
Parsons y Hillman salieron de los Byrds para fundar otra banda icónica, los Flyin’ Burrito Brothers. Primero llegó «A Guilded Palace of Sin», un disco considerado hoy como una de las grandes obras maestras más allá del género del country, y otro algo más discreto llamado «Burrito Deluxe». Este segundo trabajo tuvo que ser completado casi en solitario por Hillman, puesto que para entonces Parsons ya soñaba con volar solo. Keith Richards, un enorme admirador de su música, también se hizo compañero de confesiones y juergas, y le convenció de que podía ser una gran estrella. Y Gram Parsons se lo creyó.
Lo tenía todo –aspecto, carisma, séquito, drogas, chicas, coches, hoteles que destrozar y canciones– menos el reconocimiento masivo que tanto perseguía, y eso le frustraba. En 1973, tres años después de su marcha de los Burrito, publicaría «GP», su debut en solitario. Allí estaba junto a una jovencísima y angelical Emmylou Harris para facturar otro de esos álbumes memorables y adelantados a su tiempo, pero de nuevo sin repercusión. Expulsado por Richards del «círculo Stones», Parsons se iría adentrando más y más en los abismos de la depresión y las drogas duras. Para él no había límites de experimentación, siempre se podía ir más allá. Aun así, su talento no se resentía y meses después de «GP» terminaría de grabar su siguiente y definitiva obra maestra, «Return of the Grievous Angel», que no vería en vida.
Comienza el último acto. Durante el funeral de un amigo en 1973, Parsons y Kaufman acuerdan que si alguno de ellos moría prematuramente, llevarían su cuerpo al desierto en Joshua Tree. Tras una última copa con el cadáver, lo quemarían en el desierto. Unos meses después del pacto, Gram se registra en la habitación 8 del Joshua Tree Inn el 17 de septiembre de 1973 para pasar unos días de juerga con algún amigo y bastantes parásitos. No está Kaufman. Dos días después, Gram sufre una sobredosis tras consumir speedball, una salvajada compuesta de heroína y cocaína, junto a generosos litros de alcohol. Kaufman recibe el aviso, pero cuando llega al motel, Gram ha muerto y su cadáver ya ha sido retirado. Se apresura a coger las pertenencias de su amigo, limpia cualquier evidencia de drogas y regresa a su casa en Los Ángeles. Después de un día bebiendo, recuerda el odio de Gram por su padrastro. Y se le viene a la memoria su antiguo pacto. Llama a la morgue de Yucca Valley, descubre el destino de Gram, recluta a varios amigos conocedores del pacto y toma prestado un coche fúnebre sin matrícula y varios cristales rotos que se usaba para excursiones de campamento. Se prueban diferentes trajes, pero finalmente, qué demonios, deciden ponerse sus viejos Levi’s, botas, sombreros de vaquero y cazadoras con el cartel de «Sin City» cosido a la espalda. Llenan el maletero de cerveza y Jack Daniels y se presentan en la morgue. Roban el cadáver de su amigo Gram y arrancan. Destino final: Joshua Tree.
En 1969, The Flying Burrito Brothers lanzaron «The Gilded Palace of Sin». Para la foto de portada, Gram Parsons convenció a la banda para que todos posasen con unos trajes inusuales que serían confeccionados por Nudie Cohn, el sastre habitual de estrellas country como Hank Williams o Dolly Parton. Los ya clásicos pantalones ajustados y chaquetas a los que Cohn había decidido añadir bordados, pedrería y joyas falsas. De todos, el traje más sorprendente sería el de Gram Parsons: pidió adornarlo con hojas de marihuana, flores de adormidera, azucarillos para impregnar el LSD, anfetaminas y mujeres desnudas en las solapas. Toda una provocación para un género tan retrógrado y reaccionario como era el country de aquel tiempo. Hoy ese traje es una pieza de museo.

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