Julio Martí (Las Noches del Botánico): "Las entradas suben de precio por la guerra de los promotores"
Bob Dylan, estrella del festival este año, no permite prensa ni móviles en sus dos noches en la capital
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Los melómanos lo saben: es el mejor lugar para escuchar música en Madrid durante al menos un mes y medio. Las Noches del Botánico se ha convertido en el festival más apetecible de la capital, donde pasar la canícula veraniega (si es que llega), escuchando y viendo conciertos de la mejor manera posible. Julio Martí, su director desde hace ya siete años (más las tres ediciones anteriores que se denominaba Madgarden) lleva una lucha casi quijotesca por ofrecer música basándose en unos principios de sostenibilidad ambiental y para un sector inmerso en los precios desbocados y las luchas encarnizadas por los grandes nombres internacionales. El miércoles el festival arranca con Bob Dylan, estrella indiscutible de esta edición y para cuyos dos conciertos no quedan entradas, al que seguirán, durante mes y medio, Andrés Calamaro, Chris Isak, Luz Casasl, Nile Rodgers & Chic, Father John Misty, Rubén Blades, Fito Páez y muchos otros.
El festival sigue cuidando al mínimo detalle. Uno de esos pequeños era el graderío, metálico, que ha sido sustituido. “En los conciertos que no son de rock, los que tienen menos decibelios como el jazz y otros estilos que también programamos, los desplazamientos del público generaban unos pequeños ruidos, golpes producidos por la chapa metálica, que eran molestos. Por eso hemos cambiado la estructura por madera antideslizante”, explica Martí, que vigila obsesivamente asuntos como la limpieza del entorno, el Jardín Botánico de la Universidad Complutense, y la sostenibilidad del evento. “Hemos prescindido de generadores de electricidad. Hicimos el gasto correspondiente para conectarnos a la red eléctrica y tener un contador de luz como cualquier ciudadano. Pero, sobre todo, para evitar los combustibles fósiles”, dice el promotor, que presume de ser el único festival al que se puede acceder en transporte público.
Sin embargo, la sostenibilidad que preocupa a Martí es también la del ecosistema musical. En un momento de subida de precios de las entradas disparatada y de competencia por los grandes nombres de artistas internacionales, este promotor de larga experiencia se muestra crítico con el sistema. “Para mí la música nunca ha sido entretenimiento, nunca. A mí me transporta, me hace sublimar. Es lo más importante que me ha dado la vida. Lo mío es convicción absoluta y por eso, lo enfoco de otra manera. Hago este festival porque odio ir a un estadio de fútbol. Todos me han parecido impresentables para la música. El último al que fui es a ver a Bruno Mars, al Wanda, y no podía sonar peor. Era horroroso. Pero en la música hay gente que solo quiere hacer negocio y no le preocupa las condiciones en las que la gente ve el concierto”, explica.
“En la música, el problema está en las subastas que se hacen por las grandes compañías con los grandes nombres, donde el dinero está por encima de todo. Es una batalla económica de la que no formo parte. Yo afronto mi responsabilidad con el público y con la música”, explica. Los festivales y los conciertos de grandes estadios han disparado los precios, ¿de quién es la culpa? “No piensan en la sostenibilidad y pagan un millón, o dos, porque están en guerra. Sobrepasan esos límites y eso solo tiene una consecuencia: subir el precio del abono. Ahora hay situación paradigmática: un festival de Barcelona, el Primavera Sound se traslada a Madrid un mes antes del Mad Cool y están compitiendo por un público similar y subiendo una enormidad el precio de sus entradas, casi un 30 por ciento. Esos son los riesgos que toman. Yo pienso que el público es inteligente y va a exigir a los promotores que pagan por algo. Que no les vale ver a un artista a 200 metros a través de una pantalla. Llegará un momento en que no quieran hacerlo. Y dejarán de hacerlo. Aunque, de momento, tienen éxito o eso parece”.
El fichaje de Bob Dylan, sin embargo, es paradójico. En su última visita a Madrid, eligió el Auditorio Nacional, de 2.200 butacas de capacidad. Ese es el aforo de este año para las Noches del Botánico cuando las localidades son sentadas. “Podía haber hecho un WiZink o una plaza de toros, como en otras ciudades. Pero le presentamos esta alternativa y el artista la valoró, con el sacrificio de hacer una segunda noche”, explica Martí. ¿Fue duro negociar con él? “Bueno, el artista pide y hay que aceptar sus condiciones. Lo que tiene diferente es el numerito de los móviles. No quiere móviles y se ha gastado un dineral en unas bolsitas que se cierran con el teléfono dentro y, cuando se termina, se abren. Al final las tenemos que pagar nosotros, y es un poco alucinante pero, o lo hacemos, o no hay concierto. Pondermos la bolsitas porque, entre tú y yo, me parece maravilloso. Porque no puedo soportar los teléfonos en un concierto”.