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Marianne Faithful, la musa que visitó el infierno

Muere a los 78 años el icono británico de la canción, que vivió varias décadas al borde del abismo
Marianne Faithful, la musa que visitó el infierno
Marianne Faithfull en Montreux, en 2009AP
Alberto Bravo
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Marianne Faithful fue la década de los 60, los 70 y los 80. Y luego todo lo demás, como superviviente de unos tiempos gloriosos para el pop, la decadencia, el renacimiento y la supervivencia. Se ha ido porque nadie sobrevive a los Stones y porque en algún momento tenía que morir. Porque las musas también se van.
La bella Marianne vivió una de esas vidas que siempre merecen ser contadas. Ya era alguien antes de nacer. De sangre azul, fue antepasado suyo el escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch, autor de la clásica obra ‹La Venus de las pieles’ -inspiración de la Velvet Underground años después-, siendo el apellido Masoch el origen del término masoquismo.
Ella estaba en el momento correcto en el sitio adecuado, en aquel efervescente Londres de mediados de los 60. Hizo suya la maravillosa «As Tears Go By», escrita por Mick Jagger y Keith Richards, antes de hacer suyos a los dos autores. En 1967 se convertiría en la primera persona, una mujer, en utilizar la palabra «fuck» (joder) en una película mainstream, «I'll Never Forget What's'isname». «A diferencia de nuestros padres, no íbamos a renunciar a nuestro hedonismo juvenil a favor del loco mundo de los adultos», diría.
Ella fue el rostro y la mente femenina de los 60. Hermosa, sensible, expansiva, nerviosa, hedonista, inteligente, deliciosa, romántica, sexual, insólita, grave, decadente, vulnerable, valiente... Era todo, mucho más que la chica que iba con los Rolling Stones y todas las estrellas del momento. Por supuesto, «era artista y no miraba hacia atrás», que diría Bob Dylan. Una voz grave, afrancesada y llena de intuición. Suficiente para sacar discos que todavía hoy suenan a vanguardia.
Antes que hoy, en sus 78 años de vida, Marianne Faithfull ya había estado al borde de la muerte varias veces. Primero fue en el verano de 1969, cuando sufrió una sobredosis de pastillas para dormir en la habitación de un hotel de Sídney que compartía con su entonces novio, Mick Jagger. Mientras se abotargaba, mantuvo una larga conversación con el guitarrista Brian Jones, recientemente fallecido, que se había ahogado en una piscina aproximadamente una semana antes. Al final de su animada charla, el Stone rubio le hizo señas para que saltara de un acantilado y se uniera a él en el más allá. Faithfull se negó y despertó de un coma de seis días.
Eso fue antes de que se volviera adicta a la heroína a principios de los años 70. «En ese momento entré en uno de los niveles más externos del infierno», escribiría en su descarnada autobiografía de 1994 “Faithfull”. Le llevaría más de una década desintoxicarse, con sórdidas historias que se convertirían en leyendas urbanas... o no tanto. Como aquella que decía que la podías encontrar cualquier noche bajo la lluvia en un callejón de Londres con una aguja en cada brazo. O tirada en un sucio colchón de un piso abandonado junto a tres yonquis y un camello tras haber conseguido una dosis a cualquier precio.
Luego sobreviviría a un cáncer de mama, la hepatitis C y una infección resultante de una fractura de cadera. También al covid y sus persistentes secuelas. Pero tuvo que llegar el Sr. Alzheimer para concluir el trabajo que el destino venía persiguiendo desde finales de los 60. Dicen que en estos días se miraba al espejo y saludaba a su madre con cierta melancolía. Quien le saluda ahora es la historia.

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