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Paul McCartney no es nostalgia, es el futuro

El de Liverpool conmueve a más de 15.000 personas en Madrid en la primera de sus (¿últimas?) dos noches en la capital
Paul McCartney en el WiZink Center de Madrid

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Como decían de Maradona, Paul McCartney no es una persona cualquiera. Es uno de los mayores escritores de canciones de la historia, héroe de clase trabajadora, talento discreto e inconmensurable, un hombre que lleva medio siglo siendo famoso por alumbrar (al 50 por ciento con John Lennon) un buen número de melodías y letras para el porvenir. Canciones que son, en palabras del gran biógrafo del cuarteto, Phillip Norman, «el equivalente pop de la obra de Shakespeare». Si algo quedó patente en su actuación de anoche en el WiZink Center de Madrid, donde se presentaba con seis décadas de carrera a sus espaldas, es que McCartney es el autor de una cantidad completamente inusual de canciones extraordinarias. Tantas como para plantear un repertorio de tres horas, cuarenta temas, y que se antoje escaso. La gran obra de McCartney/Lennon (ellos firmaban al revés y el orden provocó algunas confusiones) tuvo lugar, además, en el plazo de apenas siete años en los que partieron del blues, inventaron el pop y lo transformaron en un artefacto delicioso e impredecible.
McCartney salió como si nada de todo eso importase, con la llaneza de alguien colmado de ovaciones. Nunca en la historia de la humanidad, podemos anunciar, un bajo, y mucho menos uno Höfner (¿puede un instrumento ser menos sexy?) dominará el mundo como el de este caballero del Imperio Británico. Arrancó con “Can't Buy Me Love” y avanzó una década hasta “Junior's Farm”. Confiado, se atrevió a anunciar que “está noche voy a tratar de hablar un pelín (con acento en la n) de español” y fue cuando “Drive My Car” nos devolvía a los tiempos del motor de combustión (descatalogado como el Höfner) gracias al pulso de sus excelentes instrumentistas, Rusty Anderson, Brian Ray, Paul Wickens y Abe Laboriel. Cayeron “Let Me Roll It”, con homenaje incluido a Jimi Hendrix y después “Getting Better”, en un primer bloque de temas de protagonismo para Wings.
Paul McCartney en el WiZink Center de Madrid
Paul McCartney en el WiZink Center de MadridDAVID JAR
Cómo será su talento musical que transformó los coros de “Oé, oé oé” en un ritmo country que sutilmente devino en “I've Just Seen a Face”. Fue un buen aperitivo, antes de lo que todo el mundo, digamos 15.600 personas, estaban esperando: pinchazos en el corazón, cataratas de recuerdos, desborde de los embalses de la memoria. “Love Me Do” desató caderas, “Blackbird” (una catedral, tan alta como como Notre Dame, levantada con ramitas) arrancaba suspiros y “Here Today”, la canción que Macca escribió tras el asesinato de John Lennon, alguna lágrima. Después, “Lady Madonna”, la arqueológica “Now And Then” y un recuerdo al otro gran ausente: “Something”, en memoria de George Harrison. Y después de la sólida presencia de lo incorpóreo llegó la sustancia trascendente de la frivolidad. Abandonen estas líneas, cierren con el aspa superior derecha y prueben a reproducir a todo rabo “Obla Di Obla Da”. Si no sonríen, vuelvan a esta mísera crónica.
Entonces, McCartney preguntó: "¿Se puede volver a donde una vez perteneciste?" Ese es el interrogante de “Get Back”. "¿Queréis volver? ¿Queréis volver?", preguntó McCartney sabiendo la respuesta. Para los bises quedaba una aparición de triple bandera: la española, la "union jack" y la arcoíris, antes de la estelas intervención de John Lennon, esplendorosa, como grabada ayer, cantando junto a su amigo "I've Got A Feeling", durante unos segundos recuperados del pasado a través de las cintas que Peter Jackson ha rescatado del concierto postrero de la azotea en 1969. Aún quedaba "Sgt. Pepper" enlazada con "Helter Skelter" con una crudeza que parecían los Pixies.
Las banderas de McCartney: española, "union jack" y arcoíris
Las banderas de McCartney: española, "union jack" y arcoírisNuria Blanco
Brian Epstein dijo, en 1964, cuestionado por la moda pasajera de las composiciones del cuarteto: «Los niños del año 2000 seguirán escuchando a los Beatles». Se quedó corto el flemático manager del cuarteto: porque Paul McCartney no es nostalgia, es el futuro. Pasará a la historia lenta y profundamente mientras sigue, todavía, delante de nuestros ojos. Algunos, al menos, nunca lo olvidaremos.