Historia
¿Qué han hecho los romanos por nosotros?
Acueductos, calzadas, puentes, teatros, circos, anfiteatros… la huella del pasado romano en Hispania es indeleble, un programa constructivo al servicio del poder, y del recuerdo para la posteridad
Recordar a los romanos en España no es complicado. De hecho, lo complicado sería olvidarlos, teniendo en cuenta que han dejado su rastro por la Península. Su sistema político, en el que los magistrados y la aristocracia local tenían que donar a la comunidad edificios, banquetes, juegos y otros beneficios para obtener la autoridad suficiente para ganar o mantener sus cargos y prestigio, hizo que la geografía hispana se poblara de edificios públicos. Así mismo, el poder central tenía mucho interés en construir una red de infraestructuras que, por un lado, permitiera organizar el territorio y, por otra, mostrar a las provincias el poder y el estilo de vida romanos.
Las calzadas, puentes y una amplia red de hospedajes (probablemente La Tejada, en Palencia, sea uno de ellos, con sus impresionantes termas) permitieron lo primero. Estos caminos seguían, muchas veces, pasos naturales, y permitieron facilitar las comunicaciones y la extracción de recursos desde las metalla (minas y canteras). En estas últimas podemos ver el poder del ingenio y la mano de obra romana, desde los métodos de extracción más brutales, como el ruina montium de las Médulas, que derrumbaba literalmente la montaña, hasta los sistemas de achique de agua en las minas de Riotinto, algunas de cuyas ruedas de madera se encontraron intactas (y una aún puede verse en el museo de Huelva).
Lo segundo requirió aún más trabajo. Para los romanos, el proveer las ciudades de agua abundante para usos industriales, lúdicos y decorativos se convirtió en un sello de romanidad. No solo hacía falta suplir el consumo humano, sino también las fuentes, talleres o las termas. Una de las soluciones que más repercusión tuvo en nuestro imaginario colectivo, y que complementaba el uso de cisternas y pozos, fue la de los acueductos, un elemento importado del ámbito griego. Estos requerían cuidadosos cálculos de pendiente y caudal, ya que funcionaban mediante la gravedad. Así mismo, necesitaban cuidados constantes para no colmatar.
Aunque las arcadas sean su elemento más visible (como las de Segovia, Mérida o Almuñecar) solo se usaban para salvar desniveles y mantener la pendiente, mientras que los canales subterráneos o en superficie eran lo más normal. Algunos son verdaderas obras de arte, como el de Albarracín-Gea, que requirió horadar la montaña. Su impacto en la mentalidad romana y en la posterior fue tan grande que cuando Leovigildo quiso demostrar su vínculo con un pasado glorioso, en la construcción de la única ciudad ex novo visigoda que conocemos a ciencia cierta en la Península, la dotó de un acueducto, pese a los problemas que suponía su construcción. Se trata del acueducto de Recópolis, algunos de cuyos tramos aún son visibles. También nosotros asociamos de forma instantánea “romano” a “acueducto de Segovia”.
La segunda gran pata de este banco de la representación romana de su poder y dominio fueron las grandes obras públicas de ocio, de las termas a los edificios de espectáculos. Aunque automáticamente se nos viene a la mente la espectacularidad de los anfiteatros o los teatros, como los de Mérida, Tarragona o Cartagena, quizás los circos, de los que apenas nos quedan rastro, fueron aún más importantes. Cada una de las carreras que se celebraban estaban pensadas para simbolizar un orden cósmico y el poder de Roma sobre ellas. Buenos ejemplos de ellos los podemos encontrar en Mérida o en Segóbriga, que también nos hablan de la decoración y escenografía en estos edificios. Los espacios dedicados al culto imperial y la decoración orientada a la exaltación del poder no eran inocentes.
Todas estas construcciones fueron posibles gracias a la innovación técnica que facilitó levantar grandes alturas y construir de forma muy eficiente. El uso del hormigón y el ladrillo, frente al uso exclusivo de sillares, y un mayor aprovechamiento de las posibilidades de las cúpulas, bóvedas y arcos permitieron crear edificios de forma tanto hermosa como eficiente. Los estucados y recubrimientos de piedras nobles dieron a muchos de ellos una apariencia más que espectacular.
Algunos de estos edificios se alzan hoy solo como ruinas, que nos recuerdan un pasado lejano, pero otros han seguido en uso. De muchos queda poco de la base romana, como pasa en muchos puentes, de los que apenas quedan los cimientos y algunos sillares de aquella época, pero aún nos recuerdan una sociedad que quería dejar su huella en la geografía y la imaginación de quienes la contemplaran.
Para saber más
Arqueología e Historia n.º 61
68 pp
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