Segóbriga
Todo el Imperio Romano a poco más de una hora de Madrid
Una ciudad romana, clave en las comunicaciones y la economía, gracias, entre otras cosas, a las minas de “lapis specularis”, un yeso traslúcido con el que se fabricaban ventanas
Una gran desconocida en la campiña de Cuenca. Tras la conquista romana, Segóbriga se convirtió en la capital de toda la meseta, gracias entre otras cosas a su privilegiada posición, que dio paso a tomar el control económico de un amplio territorio por decisión de Augusto.
Lo que hoy son ruinas de gran valor histórico y artístico fue una ciudad que alcanzó su máximo esplendor entre los siglos I y III d. C. Y es que Segóbriga se convirtió en un eje de comunicaciones y capital administrativa y económica hasta que fue abandonado tras la conquista islámica. Pese al paso del tiempo, todavía hoy en día se dibuja perfectamente una ciudad que conserva grandes edificios y elementos representativos de un glorioso pasado.
Circo. Edificio enfocado al ocio y al disfrute donde los habitantes donde podían presenciar carreras de carros tirados por caballos. Destaca por su enorme dimensión junto a otro gran edificio como el anfiteatro. Se supo de su existencia tras unas excavaciones practicadas entre el 2004 y el 2008. Hace relativamente poco tiempo.
Anfiteatro. Su forma elíptica irregular y sus 75 metros de largo lo convierten en el mayor monumento de Segóbriga, que tuvo una capacidad superior a los 5.000 espectadores, lo que demuestra la importancia que tuvo la ciudad en este lugar que ahora se encuentra solitario y aislado. Junto al teatro flanqueaba la entrada a la ciudad, dándole notoriedad y esplendor.
Foro. Ocupaba un enorme espacio con forma rectangular a la derecha de la calle principal. Desde aquí se podía acceder a los monumentos más importantes de la ciudad, ya que era el centro político y social de la ciudad, de ahí que también fuese denominado como plaza de la ciudad.
Teatro. No es de grandes dimensiones pero presume de ser uno de los que mejor se han conservado en España. Para su construcción se aprovechó la pendiente de la colina, ya que permitía un gran ahorro de esfuerzo constructivo, pero el graderío se completaría con sillares extraídos de las canteras abiertas al sur de la ciudad, al otro lado del río Gigüela. Probablemente, el monumento más sobresaliente de los que se construyeron en Segóbriga.
Termas. Se levantaron para fomentar la actividad deportiva y formar a la juventud hacia el culto al cuerpo. Se puede disfrutar de estancias como la sala para cambiarse de ropa, una sauna circular con pila para refrescarse con agua fría y otra sauna con piscina.
Muralla. Tan solo se conservan algunos restos, pero Segóbriga tuvo una muralla de 1.300 metros construida durante la épica de Augusto. Rodeaba la ciudad y tenía tres puertas de entrada.
Una dato clave en la riqueza y prosperidad de Segóbriga está en su subsuelo. La ciudad iría ganando importancia y mejorando como urbe romana gracias a la agricultura de la zona, pero también, por algo muy curioso, la minería. Hoy de esas minas no queda prácticamente nada, pero en tiempo romanos aquí estaba “lapis specularis”.
Lapis specularis es una especie de yeso. Los romanos lo utilizaban para el cerramiento de ventanas y este material que sacaban de los alrededores de Segóbriga lo llevaban incluso hasta Roma. Las minas más importantes de todo el imperio romano estaban aquí, en Cuenca. Una fuente de riqueza que alumbró y mantuvo a esta ciudad.
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