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Historia

¿Qué le sucede a la democracia?

Los historiadores Juan Pablo Fusi, Julián Casanova y David Alegre explican los hechos y los procesos para que crezca el desencanto a su alrededor, con el peligro que eso conlleva

Policías antidisturbios accedieron este domingo al palacio presidencial de Planalto, sede del Gobierno de Brasil, que está tomado por cientos de seguidores radicales del expresidente Jair Bolsonaro, en Brasilia (Brasil)
Policías antidisturbios accedieron este domingo al palacio presidencial de Planalto, sede del Gobierno de Brasil, que está tomado por cientos de seguidores radicales del expresidente Jair Bolsonaro, en Brasilia (Brasil)Marcelo CamargoMarcelo Camargo/Agencia Brasil

El asalto del Capitolio en Washington en las elecciones norteamericanas, el intento de golpe de Estado que se ha desarticulado en Alemania, la regeneración del autoritarismo en el Este de Europa, el evidente desencanto que ha anidado en amplios sectores de la población, la radicalización política y el reciente capítulo ocurrido en Brasilia, donde una oleada de bolsonaristas ocuparon ilegalmente las sedes de las principales instituciones representativas del Gobierno forman una cadena de manifestaciones que dejan entrever las actuales fracturas que se han abierto en las actuales democracias, una idea que no hace demasiado tiempo, en la posguerra en Europa, en los setenta en España y en los ochenta en otras naciones de nuestro entorno alentaba ilusión y cierta esperanza en nuestras sociedades, pero ese mismo espíritu ahora parece que ha decaído y atraviesa todo un purgatorio. ¿Qué ha sucedido entre las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI para que se haya producido este abrumador, y peligroso, giro?

El historiador Juan Pablo Fusi, que muestra una evidente preocupación por este asunto, asegura que «la caída en 1989 del comunismo en la URSS y la Europa del Este tuvo mucho de espejismo democrático. Fue un triunfo de la democracia, como lo fueron, antes, las transiciones a la democracia en Portugal, Grecia, España, Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, etcétera)». Pero él mismo matiza que el horizonte ya asomaban problemas que «ponían en cuestión aquel triunfo: la pasión nacionalista, el fundamentalismo islámico, el conflicto de Oriente Medio, el subdesarrollo y la miseria de numerosas regiones del planeta, la persistencia de regímenes autoritarios y dictaduras totalitarias (China, Cuba, Corea del Norte, Irán, Irak, Siria…), la deriva autoritaria y nostalgia imperial de la nueva Rusia, la irrupción del populismo bolivariano en Venezuela y pronto en otros países latino-americanos, la aparición de populismos de extrema derecha en distintos países europeos».

«La democracia ahora está bajo acoso y en riesgo»

Julián Casanova

Otro historiador, Julián Casanova, coincide y apunta que «el final del siglo XX parecía el momento más feliz para las democracias, tras dejar atrás el convulso siglo XX, la consolidación del los estados con políticas sociales, el fin del bloque soviético, lo que Fukuyama llamó, con mucha precipitación, el fin de la historia. Todo comenzó a cambiar desde la crisis de 2008, cuando salieron a la superficie grandes procesos de corrupción y muchas democracias se vieron ineficaces para distribuir la riqueza y los servicios en un momento de profunda crisis». Para él es el instante en que comienzan a visualizarse problemas como «la inmigración –desde Irak a Afganistán, pasando por Siria en Europa y la frontera de México en USA– como un gran problema, con el terrorismo islámico añadiendo violencia en algunos casos, y aparecieron discursos populistas frente a políticos, oligarquías y también discursos autocráticos/autoritarios tratando de mostrar que las democracias solo eran buenas para determinados grupos privilegiados».

Una grave responsabilidad

Juan Pablo Fusi remite a estudios publicados sobre el ocaso de las democracias señalan que la fecha del cambio se produjo «en torno a 2016, y lo asocian con el auge de los populismos de extrema derecha y de extrema izquierda. Creo que la cuestión es más compleja y anterior a 2016 pero ello importa poco. Lo que importa es lo que se ha sabido siempre: que la democracia –que, pese a todo, sigue siendo el modelo ideal de la política– es mucho más vulnerable y frágil que los sistemas semi-autoritarios y que las dictaduras o autoritarias o presidencialistas-caudillistas o de partido único o totalitarias. De ahí la responsabilidad gravísima en que incurren quienes en las democracias alteran las reglas del juego (no sólo políticas, también morales), la separación de poderes y los consensos nacionales sobre el orden institucional y constitucional».

Al historiador David Alegre, que pertenece a otra generación, subraya una preocupación: que no se reconozca a derrota en las urnas. «Es una fisura muy grave y nos remite a varios problemas. Uno de ellos es la desconfianza que ha surgido hacia la política y el equilibrio de poderes por contaminación de las ultraderechas. Eso es un caldo de cultivo. Es aún más grave si se tiene en cuenta porque parte de los mecanismos institucionales y se debería tener cuidado con las personas que alientan que esto se dé. Estos cuestionamientos no se deberían permitir». Y añade: «Si la democracia no es capaz que el individuo se sienta respaldado por esa o se identifique con ella, se puede perder».

«Me preocupa la pérdida del sentido de Estado»

Juan Pablo Fusi

A este respecto, Casanova comenta: «Nos lleva a momentos antes de la consolidación de la democracia. Trump y sus MAGA han marcado el paso y ahora son millones en el mundo (en las últimas elecciones de Brasil se ha copiado ese modelo). Y no es solo un peligro por la agresividad verbal y el discurso frente a la democracia, es también una apelación a la legitimidad del uso de la violencia». Fusi subraya que «en el mundo, me preocupan especialmente la crisis de la democracia norteamericana, el responsable único es Trump, y las ambiciones neo-imperiales de Rusia y China. En España: la pérdida del sentido del Estado y de la idea de España como nación a que está conduciendo ya esa tesis que en nuestro país identifica, como decía, democracia solo con izquierda y nacionalismos regionales, con exclusión, pues, de la derecha.

El caso español

Juan Pablo Fusi explica que «España está en crisis más o menos desde 2004-2007, lo que no significa ni una crisis agónica ni que no hayan habido en esos años hechos positivos. Cito sólo tres: el fin de ETA en 2011, la superación de la crisis de la Monarquía con la proclamación como rey de Felipe VI en 2014, la recuperación económica entre 2014 y 2020». Pero apostilla: «Las razones de que se pueda hablar de España en crisis radican en hechos de significación y naturaleza diferentes: «Gobierno Zapatero (en tanto que comienzo de la Pos-transición), la Gran Recesión económica de 2007-2014, cambios en el sistema de partidos por la aparición de nuevas fuerzas políticas (Podemos, Ciudadanos, Vox, Bildu “blanqueado”), estallido del procès catalán desde 2006-2010, grandes escándalos de corrupción (que salpicaron sobre todo al PP, y al PSOE en Andalucía, pero también a miembros de la familia real), abdicación de Juan Carlos I en 2014, cambio ideológico y estratégico de la izquierda española, apuntado por Zapatero, materializado por Sánchez, hacia la identificación de democracia, no con el consenso entre partidos nacionales sino con izquierda más nacionalismos, que supone la visión de España no como nación y estado autonómico sino como Estado plurinacional; y por último, creciente polarización de la vida pública española sobre todo desde 2015-2017».

«Si la sociedad no se identifica con la democracia, se pierde»

David Alegre

David Alegre aclara que ahora «existe una sensación de desprotección, de que el Estado no cumple con el papel de proteger los intereses de los ciudadanos, de limitar los abusos de los intereses privados y colectivos. Es una de las cuestiones principales. Ahora está esa dificultad de separar el poder político y económico, que está demasiado imbricado en ocasiones, y eso se percibe. Se ha lastimado mucho el interés colectivo para que todos nos vaya bien. Eso se ha visto vulnerado».

Julián Casanova señala factores que han sido cruciales como «grandes procesos de corrupción que dañaron a la democracia; el rey, intocable, tuvo que abdicar en medio de escándalos de primer orden; el procés en Cataluña, que dividió a la sociedad catalana y a la española.... Todo lo que ha pasado no formaba parte de un pecado original de la Transición, pero un sector de la izquierda lo identificó como un problema del “régimen del 78” y la ultraderecha, que en España era nostálgica y residual, parte de ella bajo el paraguas del PP, apareció con Vox con todos los relatos que iban surgiendo en Europa. A pesar de esto, me parece que la democracia tiene más fortalezas que debilidades, comparada con las autocracias, pero está bajo acoso y en riesgo·.