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Revisionando la paternidad ochentera con Borja Cobeaga

El cineasta presenta "Los aitas", una comedia que retrata el modelo paternofilial de finales de los 80

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Una película que llega en el momento justo. Y no porque se haya presentado en el día del padre. Es así, por un lado, porque hemos superado (aunque no hace tanto) muchos clichés en cuanto al rol de los hombres en el cuidado de los hijos, algo que ayuda bastante a entender el objetivo de la película y por otro, porque en un contexto de auge de los nacionalismos europeos y la vuelta de Trump, este filme tiene como telón de fondo la caída del Muro de Berlín. Y todo ello, envuelto en una atmósfera perfectamente recreada de la España de finales de los años 80, uno de los puntos fuertes de esta cinta. 

Así es «Los aitas», la nueva «road movie» del director vasco Borja Cobeaga protagonizada por Quim Gutiérrez, Juan Diego Botto, Mikel Losada, Iñaki Ardanaz y Laura Weissmahr. Se trata de una «comedia tierna», como la define el propio director en entrevista con LA RAZÓN, también seria y emotiva, en la que ha querido «al tiempo que daba una capa de comedia, dar otra de ternura» y en la que ha estado obsesionado con «contextualizarlo todo» y sin tratar el drama de los padres ausentes «de una manera condescendiente ni demasiado crítica». 

En este contexto, el tema principal que plantea la película que aterriza este viernes 21 de marzo en las salas es realista y emocional a partes iguales: un grupo de padres en paro, obligados por las circunstancias a llevar a sus hijas a un campeonato de gimnasia rítmica en Berlín en 1989, se encuentran atrapados en la incómoda realidad de no saber casi nada de sus propias hijas. A través de un viaje en autobús, Cobeaga retrata la relación entre padres e hijos en una época en la que la implicación emocional de los hombres en la crianza era prácticamente inexistente. «La idea principal de la película era mostrar el cambio en el modelo de paternidad», explica Cobeaga, que eligió la caída del Muro de Berlín como la representación de «ese viaje al cambio definitivo e incluso metafórico en la idea de eliminar barreras». Asimismo, aclara que quería «contar cómo eran los padres en esa generación según mis propias vivencias», un trabajo que, reconoce, ha sido «casi biográfico» en ese sentido.

A lo largo de ese camino de dos días por carreteras europeas –aunque grabado íntegramente en las provincias de Álava y Vizcaya–, los protagonistas se irán dando cuenta, quizá por primera vez, de «todo lo que se están perdiendo» al no involucrarse plenamente en el cuidado y la vida emocional de sus hijas.

Contexto económico clave

La situación económica del País Vasco a finales de los 80, marcada por despidos, huelgas y el cierre de industrias se funde con el derrumbe del Muro de Berlín para crear un telón de fondo que refuerza la metáfora del cambio. Igual que se desmoronan las barreras físicas y políticas en Europa, los protagonistas ven caer las suyas propias, aquellas «construidas sobre prejuicios y estereotipos, sobre lo que se supone que era normal y lo que no», añade el director.

Y en medio de esta comedia destaca especialmente el papel interpretado por Laura Weissmahr, la profesora de gimnasia rítmica, un personaje que al principio estaba «atascado» en el guion, pero que Valentina Viso (coguionista) ayudó a construir «como una mujer del futuro que pone a los padres los puntos sobre las íes», señala Cobeaga. Ella es el hilo conductor emocional que une a padres e hijas, una mujer decidida a evitar que las niñas sufran la decepción de unos padres ausentes y que «les enseña que tienen que estar ahí por sus hijos, pero también por sí mismos», destaca el director. Será su fuerza, ternura y capacidad de enfrentarse a un futuro incierto lo que llevará a los protagonistas a cuestionarse qué clase de padres quieren ser en adelante.

Por otro lado, uno de los mayores aciertos del largometraje es su escenografía. El espectador se transporta inmediatamente a la España de finales de unos años 80 que han representado como «realistas y sin estilizar», insiste el realizador, que no quería hacer «algo excesivamente nostálgico ni especialmente crítico». Enseguida sentimos esos colores pastel y fluorescentes, los bares de barrio, los vasos cortos de Duralex y la inevitable presencia de videoclubs. En las calles, cabinas telefónicas que recuerdan a un tiempo en el que no estábamos tan conectados ni tan informados como hoy. Precisamente, la falta de información genera en la película situaciones en las que sí encontramos humor. «Es un buen momento para publicar la película porque también necesitamos una comedia seria de calidad en España, que no sea un remake o que trate de estúpido al espectador», concluye Cobeaga.

En definitiva, «Los aitas» es un retrato emocional, con algún punto de humor, sobre las masculinidades y la relación entre padres e hijas. Su paso por este Festival de Málaga en la sección oficial fuera de concurso, la posiciona como una cinta necesaria, divertida y emotiva, que consigue, desde lo local, hablarnos de cuestiones universales como la importancia del afecto, la paternidad comprometida y la valentía de derribar muros físicos y emocionales.