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C. Tangana: "Todavía el hombre no ha inventado una forma tan bonita de hacer símbolos como lo hace el flamenco"

El artista inaugura la 72ª edición del Festival de San Sebastián debutando como director en el atávico y flamenquísimo documental "La guitarra flamenca de Yerai Cortés"
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Atávicos secretos nacidos en cementerios, repiqueteos en la mesa cerca de la ceniza de los cigarros apagados, dolores orillados junto a una intención fallida de olvido y un nombre repetido espectralmente al que encomendarse, Tania, deambulan ante la mirada de Antón Álvarez al ritmo de un compás amargo por el muestrario de autenticidad de los personajes que configuran el relato establecido. Igual que la letra incendiada generacionalmente por los acordes del grupo Biznaga en "El entusiasmo", el documental con el que C. Tangana debuta como director, "La guitarra flamenca de Yerai Cortés", y que protagoniza el arranque oficial de la ambiciosa y esperada 72ª edición del Festival de San Sebastián inaugurando la sección de Nuevos Directores es, en palabras del propio autor, "una película de amor" (algo que en la canción de la banda madrileña se traslada musicalmente a ese grito ahogado que dice que "esto es una canción de amor, una declaración de guerra").
En el documental hay flamenco, sí. Y baile y elemento vivo –y hasta resucitado, con aparición de Farruquito incluida en una poderosa intervención junto a Remedios Amaya– y rabia y búsqueda y duende y una tristeza heredada que se cuela por cada fotograma extremadamente estetizado y transpirado por la influencia visual y sonora inevitable de la imaginería de Little Spain, la productora de Álvarez, cuyos miembros ya participaron en la pasada edición del festival presentando precisamente otro documental sobre la mastodóntica gira del artista con el disco de "El Madrileño" que tenía por título el oportuno nombre de "Esta ambición desmedida".
Pero también en este bautismo cinematográfico hay un lenguaje compartido de amor entre dos personas, de aproximación respetuosa y afectiva al pueblo gitano y de acercamiento al amigo más que al guitarrista para proponer un registro íntimo de la vida del alicantino Yerai Cortés que a veces oscila entre el formato televisivo del reportaje social y otras se mueve dubitativo por el ensimismamiento artístico de Tangana. Una vida, la de Yerai, contada en sus canciones, en su forma extremadamente virtuosa de acariciar las cuerdas y por primera vez mostrada ante la cámara que nos habla de un misterio familiar desolador que determina su vida y condiciona su arte, de una pareja con la que aprende el significado de los amores contemporáneos y de un nacimiento, el de su pasión por el flamenco y los acordes, que sirve como refugio de salvación y embrujo. Antón nos recibe familiar y cálido en una de las habitaciones del Hotel Maria Cristina, despojado de toda impostura, sin rastro de ese ego creativo tantas veces atribuido a su figura de manera errónea en las distancias cortas y con ganas de hablar de amor, o al menos intentarlo.
¿Cómo se gesta el detonante exacto que te hizo tener la sensación de que la peripecia vital de Yerai era algo que tenía que ser contado a través de un documental y que no bastaba con hacerlo a través de su música?
Cuando conocí a Yerai, sentí desde el principio que esta historia estaba un poco encauzada porque él ya contaba, como dices, a través de sus canciones, todas las cosas que aparecen en la peli. Llevaba mucho tiempo queriendo dirigir, no especialmente un documental y de hecho tampoco me he tomado la película como si tuviera que ser un documental: en el sentido de que no había intención por mi parte de hacer una investigación para que la gente tuviese una información distinta cuando la viera, no había tampoco vocación de aprendizaje, lo he tomado siempre de una forma muy parecida a la que hace Yerai con su música, que aunque es muy explícita con su vida y cuenta lo que siente, todo es al final un pequeño poema, una fábula, algo que está pensado para crear cosas bonitas y emocionantes. Todo esto estaba en él desde el principio.
¿Te generaba cierto vértigo creativo privilegiar tu figura por encima de la de Yerai a la hora de contar su historia teniendo en cuenta la expectación mediática que despiertas? ¿Cómo equilibrar el ego en este caso?
La verdad es que tenía claro que quería aparecer en el documental porque de alguna manera sentía la responsabilidad de que me estaba metiendo en la vida de un amigo y no quería que la gente pensase que estábamos haciendo algo aséptico. Quería estar presente para que se notase que no era una frivolidad mía. Una vez, mi prima aquí presente (admite señalando la figura de La Chave), dijo "Pucho es la persona más manipuladora que conozco y conoceré". Ella lo dice desde el cariño evidentemente, pero tiene cierta parte de razón porque uno como artista y en este caso particular yo, cuando se apasiona y busca se mete y afecta en las cosas. Los artistas somos así. Sólo con poner la cámara delante, las cosas ya cambian y si encima uno está buscando y está obsesionado... Ponerme delante de la cámara en este caso era una forma de advertencia y una forma de ser honestos, de mensaje claro a la hora de decir: "estoy hurgando, estoy explorando". La película iba y pedía las cosas por sí mismas.
"Solo con poner la cámara delante, las cosas ya cambian"C. Tangana
Hay un elemento particularmente hermoso en el documental que es la búsqueda de identidad. Algo que se refleja en la propia lucha que mantiene Yerai con sus orígenes y sus deseos proyectados en la figura del artista cuando le toca volver a su lugar actual de residencia, Madrid, y se relaciona con un círculo y un entorno completamente distintos al de su Alicante natal. En tu caso, ¿has descubierto ya quién eres?
Qué buena pregunta (señala entre risas). Te diría que no, a mí me gusta este espíritu nómada de identidad cambiante. Es lo que más disfruto del mundo, donde me siento cómodo precisamente sintiéndome incómodo. No quiero estar aburrido y prefiero estar un poquito estresado y un poquito dudoso porque ahí es donde soy apasionado y ahí también está el lugar que me permite tener ganas de vivir. Los problemas llegan, siempre, por eso es mejor embarcarse en los que quiere. Y espero no quedarme en ningún lado, honestamente. Cuando me preguntan si soy más el cantante o el director, el personaje o la persona pienso que no soy nada de eso, ninguna de las dos cosas. En el fondo creo que soy escultor, pero hasta los 75 no voy a hacer una escultura.
La cercanía y el cariño personal con el que está rodado, ayuda a desestigmatizar en cierta manera la percepción racista y hostil que se sigue teniendo del pueblo gitano. ¿Hasta qué punto esto era una pretensión?
La verdad es que no, si te soy sincero. Nunca ha habido una intención de hablar en concreto del pueblo gitano, mi vinculación siempre ha ido de la mano de conocer de Yerai. Creo que nunca se ha tenido en cuenta el tema de la etnia a la hora de rodar, nos hemos ido encontrando a personas, descubriendo emociones en las diferentes personas que aparecen. Creo que hay algo muy generacional y esto sí que lo he buscado de forma intencionada por sentirme reflejado, que está relacionado con la forma que tienen mis padres de tomarse el amor y cómo nosotros nos lo queremos tomar. La etnia y la raza no tenían importancia para mí, sino el amor. De hecho creo que esta es una peli de amor y de cómo queremos tomárnoslo especialmente a través de la voz de Tania (pareja de Yerai y nombre también de la familiar que vertebra todo el relato).
C. Tangana dirige "La guitarra de Yerai"
C. Tangana dirige "La guitarra de Yerai"Archivo
¿Se quiere distinto ahora?
Como director esa ha sido una de las principales preguntas que me he hecho. Quería descubrir por qué ahora nos tomamos las cosas de una forma concreta y antes no o cómo estamos educados para tomárnoslas y cómo tenemos que luchar contra eso porque queremos amarnos y tener relaciones de una forma nueva. Era muy bonito ver cómo este tipo de reflexiones surgían incluso mientras estábamos rodando la peli entre el equipo de rodaje y montaje. Sentíamos que estábamos hablando de algo que nos está pasando a todos. Ahora queremos querer diferente, otra cosa es que nos salga bien. Para mí una de las cosas más asombrosas de todo este proceso ha sido vivir tan de cerca la relación que tienen Yerai y Tania, que para mí es espectacular. Hay algo extremadamente contemporáneo en cómo ellos se hablan, en cómo sienten. Y no están en un psicólogo ¿sabes? No es un terapeuta el que les está guiando, es simplemente una demostración de lo que ellos saben de la vida. Tiene un punto de envidia lo que siento y creo que los tengo un poco mitificados. Pero creo que sí, que generemos querer distinto. Nuestra generación está intentando hacer las cosas de forma distinta.
¿El dolor es patrimonio exclusivo del flamenco?
No, el dolor es universal y propio de todas las cosas que están vivas. No creo que sea patrimonio exclusivo del flamenco, otra cosa es que todavía el hombre no se ha inventado una forma de hacer símbolos tan bonitos como los que hace el flamenco. Y los que no han escuchado flamenco seguramente te dirán que no habido un poeta mejor que Lorca. Creo que como sociedad estamos muy cerquita de la fuente, de los símbolos que tienen que ver con el dolor y con ese histrionismo emocional tan nuestro. El flamenco tiene eso y a mí es algo que me encanta y que me vuelve loco.