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“Erresuma/Kingdom/Reino”: Shakespeare en modo “gore” ★☆☆☆☆

Calixto Bieito no convence con su repaso a los dramas históricos del Bardo
©E.MORENO ESQUIBELwww.morenoesquibel.com
La Razón

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Quizá por pura casualidad, o tal vez porque un trabajo está influido abiertamente por el otro, recuerda mucho este montaje que dirige Calixto Bieito sobre Shakespeare en las Naves del Español en Matadero a otro que pudo verse el año pasado en este mismo espacio, con el título de Billy’s Violence, bajo la batuta de Jan Lauwers. Si entonces el director belga quiso explorar la violencia en las obras del Bardo, lo que Bieito hace ahora es repasar los enfrentamientos, guerras civiles y crímenes que jalonan la sucesión de reyes en los dramas históricos del escritor inglés, en los cuales la violencia funciona igualmente como el motor de toda la acción.
Desde el punto de vista artístico, ni convenció antes Lauwers ni convence ahora Bieito. Y ambos por el mismo motivo: es imposible –o al menos yo no he visto aún a nadie que lo haya conseguido– reclamar la atención de los espectadores de hoy con propuestas que quieren romper las pautas que rigen el desarrollo dramático en el teatro de texto convencional, pero no quieren nunca amoldar su duración a ese otro lenguaje más sensorial que emplean, en el cual lo discursivo apenas ocupa lugar. Del mismo modo que resultaría complicado tener a un espectador mirando el mismo cuadro durante más de diez o quince minutos, resulta difícil tenerlo quieto en su asiento durante más de hora y media, y que disfrute, con la lentísima sucesión de estampas –algunas, eso sí, de notable potencia– que rige la exigua evolución argumental de Reino.
Es verdad que, en su dimensión plástica, la función es capaz de expresar esa ambición desmedida y esa inmoralidad que caracterizan a los personajes de Shakespeare, pero no hay posibilidad de entrever, ni siquiera de manera remota, un atisbo de sus motivaciones, incertidumbres o preocupaciones. No hay manera de hallar un mínimo de emoción, o bien de racionalidad, en sus actos; y sin ninguna de estas dos cosas se malbarata sin remedio la potencial poesía verbal que va acompañando a las imágenes. Poco pueden hacer los actores –sorprende, por cierto, ver a Jose María Pou en un proyecto de esta naturaleza–, porque los personajes se nos presentan como réplicas lobotomizadas de sí mismos; como consecuencia, todo cuanto emana de ellos resulta simplificado, denso, aburrido.

Lo mejor

Calixto Bieito logra siempre idear algunas escenas de gran impacto visual.

Lo peor

Ese mojigato y desfasadísimo empeño de algunos creadores, supuestamente transgresores, en asociar determinadas parafilias a la decadencia moral del individuo o la sociedad.