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El cuñadismo y otras necedades

El director Darío Facal regresa a las Naves del Español con una sátira sobre nuestras contradicciones a la hora de interpretar el mundo y de actuar en él
Segundo González
La Razón

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Si tanta gente a nuestro alrededor nos parece idiota, ¿no es bastante probable que nosotros también lo seamos? ¿Dónde se meten todos esos idiotas si nadie se reconoce como uno de ellos? Estas preguntas, y muchas otras, son las que se ha hecho durante el proceso de trabajo el equipo artístico de Elogio de la estupidez, la última propuesta del dramaturgo y director escénico Darío Facal, que en el reparto con Agus Ruiz, Bárbara Santa-Cruz, Mario Alonso y Ana Janer. Desde luego, nada mejor que mirarse uno a sí mismo en el espejo antes de señalar las faltas en los demás y reírse de ellas. Eso, advertir los defectos y ridiculizarlos con humor, es lo que pretende siempre la comedia satírica, que es el género en el que se mueve esta vez el inefable Facal; pero el director sabe bien que tanto más eficaz y poética resulta una sátira cuanto menos excluyente e interesada trata de ser. Por esta razón usa la primera persona, y no la tercera, cuando habla de su propósito como autor del espectáculo: «Para poner la estupidez humana en primer plano, me parecía que era necesario hablar de mi propia estupidez, la nuestra, la de todos. Hemos querido hacer un retrato generacional de nuestra confusión y nuestras contradicciones para vivir hoy y para posicionarnos moralmente ante el mundo».
Elogio de la estupidez hace un guiño en su título a la obra de Erasmo de Rotterdam Elogio de la locura, en la que el sustantivo «locura» significa, más que nada, «insensatez» o, atendiendo a una traducción más directa del latín, «estulticia». Sin embargo, ha sido la novela póstuma de Gustave Flaubert Bouvard y Pécuchet, la que ha inspirado a Facal –muy libremente, eso sí– en la construcción de la trama y los personajes. El relato del escritor francés sobre dos amigos que, merced a la herencia que recibe uno de ellos, deciden retirarse al campo a cultivarse intelectualmente, y que no dejan de darse batacazos con la realidad cuando tratan de aplicar su nueva y supuesta sabiduría, se convierte aquí en una comedia sobre tres amigos que comparten piso y que intentan sobrevivir en un mundo en crisis que, probablemente, jamás llegarán a conocer como aparentan o como quisieran.
«La obra habla con ternura y humor de unos personajes que viven en la confusión y en la contradicción permanente –explica el director–; pero no hay que pensar en una estupidez evidente ni obvia. Eso es una cosa que me interesaba mucho de la novela de Flaubert y que me ha servido mucho como fuente de inspiración: esa idea, que además ha sido tratada también por filósofos e historiadores, de que la estupidez es invisible. De hecho, viene revestida de aparente inteligencia y de un argumentario aparentemente sólido. En este sentido, nuestros personajes no son seres incapacitados para la reflexión, sino todo lo contrario: son personajes que están luchando por ser coherentes, por hacer el bien y por ser consecuentes con sus ideas. Y es en esa lucha, que es en la que creo que estamos muchos, donde cometen estupideces».
En cuanto a la puesta en escena, también hay cierta herencia de Flaubert en el tono de farsa que quiso dar a su novela –ha sido definida en ocasiones como una farsa filosófica–. Facal, cuyo estilo creativo como director podría definirse como una yuxtaposición de estilos que varía de acuerdo a la distinta naturaleza de cada propuesta, asegura que esta vez ha querido «hacer un homenaje al teatro del siglo XIX». «Es un intento de renovar la farsa y el vodevil de puertas. Casi el 90 por ciento de la obra sucede en un salón, en un claro homenaje ese tipo de vodevil y también a una forma de comedia muy contemporánea y muy mayoritaria que es la sitcom (comedia de situación), tal y como vemos en series como Friends, The Big Bang Theory... Es un género que nos venía muy bien para abordar algo fundamental en la obra, que es la diferencia entre lo que nos atrevemos a decir en público y lo que decimos luego en privado. Por otro lado, la obra está atravesada por todas las formas de comedia que se nos han ocurrido: desde saltos, golpes..., hasta la comedia verbal y el surrealismo, pasando por el humor absurdo de gente como los Monty Python y de películas como Aterriza como puedas, con las que todos hemos crecido».
Y, tal y como sucede en ese tipo de comedias, lo importante no es tanto la planificación de una trama que se debe desarrollar con verosimilitud como la acumulación de asuntos y situaciones en los que los personajes se deben desenvolver. «Hay una horizontalidad de temas –reconoce el director–. Hemos tocado de todo porque en la propia actualidad que queremos reflejar se toca de todo. No sabemos cuáles de todas esas ideas que manejan los personajes serán estúpidas dentro de diez años. Hay cosas que hace diez años nos parecían estupideces y hoy no lo son, y hay otras cosas que parecían inteligentes y el tiempo ha demostrado que eran auténticas estupideces».
  • Dónde: Naves del Español, Madrid. Cuándo: hasta el 27 de noviembre. Cuánto: 20 euros.