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El Benavente más combativo y revolucionario

El Teatro Español conmemora el centenario de la concesión del Nobel al autor de Los intereses creados con la lectura dramatizada de cuatro obras suyas tan importantes como olvidadas
Segundo González
La Razón

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El papel de la educación en la sociedad, la universalización en el acceso al conocimiento, la defensa de la razón y el progreso, la libertad de pensamiento… son solo algunos de los temas que abordó Jacinto Benavente, con admirable valentía, y con su habitual finura literaria, en “Alfilerazos”, el título que abrirá el ciclo de lecturas dramatizadas que el Teatro Español dedica al autor cuando se cumplen 100 años de su ingreso en el selecto parnaso de los escritores que han conseguido el Nobel. La función dejará paso tras una semana de exhibición, en el mismo espacio de la Sala Margarita Xirgu, a “La ciudad alegre y confiada”, que hará lo propio transcurrido ese tiempo con “El nido ajeno”, y esta lo mismo con “Titania”.
Estrenada por primera vez en Buenos Aires en 1924 -un año antes de llegar a los escenarios españoles y a la imprenta-, “Alfilerazos” cuenta la historia de un hombre llamado Remigio -interpretado por Eduardo Velasco- que regresa a España, después de 40 años, decidido a utilizar la fortuna que ha hecho en América para mejorar las condiciones de vida de la gente de su pueblo. La terca oposición de sus paisanos, que censuran las iniciativas aperturistas que Remigio pretende llevar a cabo en una escuela que va a construir, terminará por arruinar las ilusiones de un hombre enfrentado a un sistema ideológico inflexible y anquilosado.
Ana Contreras está al frente de este “semimontaje” con dramaturgia de Xus de la Cruz en el que ambas han querido “respetar escrupulosamente la voz de Benavente”. “Hemos suprimido algunos personajes y fragmentos para adecuarnos a la duración y las características del tipo de montaje que es –explica la directora-. También hemos añadido un prólogo y algunos parlamentos que sirven para contextualizar la obra, para que el público entienda la situación política y social de aquel tiempo; pero hemos mantenido, por supuesto, la palabra del autor. Se trata de que el público conozca y celebre a Benavente por el teatro que nos dejó escrito”. La contextualización a la que se refiere la directora tiene que ver con una influencia más que probable en el autor, y en este texto en concreto, de la Escuela Moderna que impulsó en España durante los primeros años del siglo XX Francisco Ferrer Guardia, influido a su vez por el pensamiento anarquista que había empezado a permear en aquel tiempo en las clases trabajadoras.
Aquella revolucionaria escuela pretendía integrar a todas las personas sin distinción de sexo, clase social o nivel económico; y abogaba en su metodología por el racionalismo y el conocimiento a través de la experiencia, sin refuerzos negativos o positivos durante el proceso de aprendizaje. “No se trata de identificar a Remigio con Ferrer Guardia, porque no son identificables; pero sí se dice que el personaje quiere hacer una ‘escuela a la moderna’ y, cuando se describe esa escuela, coincide plenamente con la escuela de Ferrer Guardia -señala Contreras-. A Ferrer lo fusilaron en 1909, y aquello fue en escándalo, aunque tuviera más repercusión fuera de España que aquí. Benavente en esa época ya era un hombre adulto y muy atento a lo que estaba ocurriendo en su tiempo. Es una obra de teatro de tesis, y él está exponiendo una serie de pensamientos que son controvertidos no solo en su tiempo, sino también en este”.
Óscar Allo, Rubén Bustamante Coque, Javi Morán, Karina Moscol, Cachito Noguera, María Ramos, Jaime Soler y Kunihito Tomita acompañan a Velasco en un reparto en el que, aun con el texto en la mano, han trabajado todos los aspectos teatrales como se hace en cualquier montaje al uso. “Hemos contado con un equipo artístico maravilloso -reconoce la directora-. Aquí todo está cuidado: el vestuario, la iluminación, el espacio sonoro… Y también el movimiento escénico y la dirección de actores. La intención es que el público se olvide rápidamente de que los actores tienen el texto en la mano”.
Y, en efecto, no ha de ser un obstáculo que el espectador esté viendo los libretos para que pueda apreciar la obra, según Contreras, “de uno de los grandes dramaturgos de la historia del teatro español”. “Es un autor que escribe muy bien y que cuenta cosas; que conoce muy bien la teatralidad y el funcionamiento del drama; y que además sorprende por su posicionamiento político, aunque este se fuese adaptando al momento que le tocó vivir. Releerlo hoy es ver nuestra sociedad hoy, con muchos de los defectos que el ya advirtió en ella. Es un Nobel súper merecido”, remata la directora.