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“Barbados en 2022”: Hacia otra realidad quizá menos vulgar ★★★★☆

Cinco años después de su primera versión, Pablo Remón revisita con éxito un texto muy particular
Vanessa Rábade
La Razón

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Autor y director: Pablo Remón. Intérpretes: Fernanda Orazi y Emilio Tomé. Centro Cultural Conde Duque, Madrid. Hasta el 3 de diciembre.
El dramaturgo, guionista y director Pablo Remón se ha marcado como curioso propósito volver a escribir cada cinco años la obra a la que originalmente tituló Barbados, etc. Después de su primer estreno en 2017, llega ahora esa primera revisión del texto y de la puesta en escena contando para ello, y esta es la gracia del asunto, con los mismos personajes y los mismos actores que han de encarnarlos. Incluso podría decirse que la historia es también la misma. ¿Qué cambia entonces? Pues lo que el paso del tiempo obliga de forma inexorable a cambiar: el punto de vista sobre esa historia; un punto de vista que está marcado por el aquí y el ahora, es decir, por el estado anímico y emocional del creador y sus intérpretes en el presente –sujetos, como todos, a los vaivenes de la vida– y por el propio aprendizaje, o la propia experiencia, que cada uno haya podido acumular durante este último lustro. Ese estado cambiante y ese bagaje creciente determinarán siempre el tono y el estilo de cada una de las reconstrucciones escénicas que se hagan, como se ha hecho esta, a partir de una misma trama y unos mismos personajes.
Si Barbados, etc. era un canto melancólico, pero a la vez maravillado, al poder de la voluntad y la imaginación para gobernar nuestro destino, y para gobernar incluso nuestros sentimientos, este Barbados en 2022 –así se ha retitulado el montaje– es más bien un sosegado y descreído ejercicio de introspección en la búsqueda de lo auténtico. Como sucede en la historia del arte y la literatura, y como pasa en la propia trayectoria vital de casi todo individuo, el idealismo utópico del principio, tan radicalmente heroico, ha ido dejando paso a un realismo más pragmático, y también más cínico. Y eso es lo que plasman sobre el escenario los dos enigmáticos y anónimos protagonistas, estupendamente interpretados por Fernanda Orazi y Emilio Tomé. Mantienen intacta su naturaleza simbólica y abstracta; pero ya no se buscan, ni buscan algo fuera de sí mismos, con el mismo ímpetu de antaño; ni pretenden tampoco sublimar la fantasía, como hacían, para encontrar algo que merezca la pena. Ahora esa búsqueda pasa por la negociación, por la transigencia y aun por la aceptación de lo mucho imperfecto que habrán de ir hallando; pero, ojo, sin llegar a venderse ni traicionarse; sin renunciar a la hermosa verdad que encierra esa imperfección, como deja bien a las claras el fantástico monólogo de Orazi en el desenlace.
De suerte que, siendo tan distinto este Barbados, todo funciona, en términos dramáticos y conceptuales, tan bien como funcionaba en aquel otro de hace cinco años. Lo que ha pasado simplemente es que su poesía, en la mirada que ofrece de la realidad, ha evolucionado, como siempre ocurre, desde el desafiante Romanticismo hasta un Modernismo más apacible, pero igualmente escéptico y escapista.

Lo mejor

La sana costumbre que tiene Remón, y que pone de relieve su inteligencia, de reírse de sí mismo y de las supuestas bondades del arte.

Lo peor

Aunque el autor no se extravíe en la metáfora, el carácter tan simbólico de la obra puede ser una barrera para algunos espectadores.