Crítica de teatro

"El hospital de los locos": Auto sacramental...y popular ★★★☆☆

Un auto de José de Valdivielso que se representó, igual que otros del mismo autor, con notable éxito en su tiempo

"El hospital de los locos", en el Corral Cervantes de Madrid
"El hospital de los locos", en el Corral Cervantes de MadridFundación Siglo de Oro

Autor: José de Valdivielso. Versión: Brenda Escobedo: Dirección: Ernesto Arias. Interpretación: Manuela Morales, Macarena Molina, Sheyla Niño, Martín Puñal, José Juan Sevilla, Gabriel de Mulder y Ángel Ramón Jiménez. Corral Cervantes, Madrid. Hasta el 4 de junio.

En su loable empeño por dar a conocer y poner en valor nuestro inmensurable patrimonio literario y teatral clásico, la Fundación Siglo de Oro se atreve ahora, por primera vez, con uno de los géneros más particulares del Barroco, y a priori menos atractivos para el público de hoy: el auto sacramental. El título elegido es El hospital de los locos, un auto de José de Valdivielso que se representó, igual que otros del mismo autor, con notable éxito en su tiempo.

La obra cuenta los intentos de la Culpa por seducir y vencer al Alma, con ayuda del Engaño y el Deleite, para encerrarla en “...un hospital de locos, / donde sanan los más pocos / de los que vienen a él”. El mismo hospital que habitan Luzbel, el Mundo, Adán, la Carne, la Gula o la Envidia.

Quizá haya sido exigencia de la Fundación Siglo de Oro no tocar el texto, pero lo cierto es que se hubiese agradecido en la versión de Brenda Escobedo una refundición más radical de los personajes en virtud de los principios éticos que compartimos en la actualidad (por poner algún ejemplo, a muchos les costará entender hoy el papel que desempeñan la Gula o el Deleite en ese entramado moral). Asimismo, desde el punto de vista formal, aunque el verso de Valdivielso es bastante claro, hubiese facilitado más la comprensión de su lenguaje alegórico la adaptación de algunos términos y construcciones en desuso (por ejemplo, los abundantes enclíticos), algo que no hubiera menoscabado en modo alguno la belleza del original.

Pese a ello, el argumento en su conjunto se puede entender, e incluso, algo sorprendente tratándose de una obra de estas características, se sigue con bastante interés, como se seguiría el de cualquier cuento de hadas con personajes arquetípicos y trasfondo moral. Eso se debe no solo a la construcción dramatúrgica, sino también, y sobre todo, a la dirección de Ernesto Arias, que ha sabido encandilar los sentidos del espectador con el movimiento escénico y con las canciones en muchos pasajes donde, en verdad, la acción es más bien escasa. Además, ha creado una variedad de atmosferas y escenarios, jugando solo a estimular la imaginación, sobre un espacio prácticamente vacío.

En cuanto a las interpretaciones, hay un bonito trabajo, muy coral, que obliga a todo el elenco a incorporar con gran dinamismo varios personajes. No obstante, falta un poco de brillo, con el manejo de la palabra, en aquellos parlamentos de mayor belleza poética, que son los del Alma arrepentida de sus errores.

  • Lo mejor: Todo el equipo sale más que airoso de un reto tan difícil como es hacer mínimamente interesante hoy un auto sacramental.
  • Lo peor: El dogmatismo y el didacticismo que van asociados a este tipo de obras hacen casi inevitable que algunas escenas conceptualmente algo infantiles.