Feria de la Virgen de los Llanos
Una sinfonía sorda
El Cid cuajó una sensacional faena injustamente tratada por la música y el palco
Tras los éxitos conseguidos en esta plaza y feria por los toros de La Quinta en los últimos años, el abono de esta edición también guardó una fecha para la lidia de los productos de Martínez Conradi, que ahora trajo un encierro bien presentado, sin excesiva romana, pero exigente, con mucho que torear y sin dar facilidades a la terna ni gusto al respetable.
Otra de las notas significativas del actual serial están siendo los cambios y caídas de cartel. Para esta octava entrega, Manuel Jesús “El Cid” ocupó a última hora el lugar del anunciado Fernando Adrián, que no acabó de recuperarse a tiempo del percance sufrido en la plaza venezolana de Tovar hace unos días.
El de Salteras se midió en su primer turno a un toro que derribó en el primer viaje al caballo y al que le hicieron pagar caro el gesto en el segundo. En banderillas se acostó por el derecho y apretó hacia dentro. No se dejó impresionar El Cid por su oponente y se echó la muleta a la izquierda de inicio, sacando varias tandas limpias y templadas, aunque el toro fue un poco a su aire, avisando siempre de que ahí estaba y había que tener cuidado. Le hizo caso su matador y lo pasaportó con celeridad.
Salió enterándose el cuarto, que huyó del caballo tras desmontar al piquero y, sin apenas sangrar en este primer tercio, echó la cara arriba en el segundo. El Cid, muy valiente, lo macheteó por bajo antes de lucirse toreando en redondo, buscando rebajar el genio de un antagonista que no se dio nunca por sometido. Ahora sí se cruzó y firmó varias tandas al natural con empaque y enjundia, tratando de vaciar las embestidas lo más atrás posible. Fue su obra una sinfonía sorda, porque la banda de música, no se sabe por qué, se negó a tocar mientras El Cid desgranaba una faena larga —sonó un aviso antes de coger la espada—, a más, majestuosa y rotunda, a un toro que, ahora sí, acabó rendido a su poder. Sólo le dieron una oreja, pero eso ya es lo de menos.
Se lució José Fernando Molina al recibir al segundo, que fue pronto y alegre a la muleta, pidiendo firmeza, determinación y mando. No siempre lo entendió así el de Albacete, que dejó que fuese el cornúpeta quien llevase la iniciativa y marcase el ritmo, buscando más el brillo supuestamente artístico que la eficacia lidiadora. La rapidez con que dobló el animal contribuyó a que la gente le pidiera, y consiguiera, una oreja.
Creó desconcierto en varas el quinto, con el que Molina anduvo muy centrado y asentado, si bien no logró que el de La Quinta acabase de descolgar ni facilitara su lucimiento en una labor con altibajos que remató tarde y mal con el estoque.
El tercero, que peleó con ganas en varas, tuvo más humillación y docilidad. Toreó Alejandro Peñaranda con temple, ligazón y plantas asentadas, dejando una notable faena de series largas y dominadoras, sobre todo por el pitón derecho, aunque su tardanza en matar anuló la posibilidad de premio.
Veroniqueó con gusto al altón y pesado sexto, muy distraído y desentendido en la muleta, entrando al trapo con desgana y saliendo siempre con la cara alta, hasta que finalmente se rajó. Porfió y se peleó por buscar un lucimiento imposible.
FICHA DEL FESTEJO:
Lunes 15 de septiembre de 2025. Plaza de toros de Albacete. Octava de feria. Más de media entrada.
Se lidiaron toros de La Quinta, bien presentados y de juego desigual.
El Cid (de azul noche y oro): entera, ovación; aviso, pinchazo y estocada, oreja y dos vueltas al ruedo.
José Fernando Molina (de verde botella y oro): entera, oreja; pinchazo, media, aviso, entera, cuatro descabellos, ovación.
Alejandro Peñaranda (de tabaco y oro): media, aviso, cuatro descabellos, ovación; entera, ovación.
De las cuadrillas destacaron José María Arenas y Basilio Mansilla.