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La derecha de Rublev acaba con Nadal en Montecarlo

Empezó mal el español, pero cuando subió su nivel encontró respuesta en el fantástico ruso y su poderoso golpe. El partido se fue casi a las tres horas: 6-2, 4-6 y 6-2

Nadal, agotado tras uno de los puntos eternos contra Rublev en los cuartos de final de Montecarlo
Nadal, agotado tras uno de los puntos eternos contra Rublev en los cuartos de final de MontecarloJean-Francois BadiasAP

El partido de Nadal contra Rublev en los cuartos de final de Montecarlo explicado en un par de gestos. Falló un revés el español y pegó un grito espectacular como pocas veces se le ha visto en una pista de tenis. Se reprochó ese error. Después ganó el siguiente punto y soltó el clásico “vamos”, pero al siguiente intento volvió a equivocarse y golpeó con el puño la raqueta. No estaba equilibrado el español, posiblemente la cabeza más privilegiada de la historia del deporte. Demasiadas cosas fuera de su control. Para empezar, lo que él hacía mal: muchas dobles faltas, hasta cinco en el primer set, y menos solidez de la habitual. Y después, la derecha de su rival, que también cuenta y que se estaba imponiendo en la tierra de Mónaco. Qué forma de atravesar la pelota con ese golpe para moverla a cualquier zona de la pista: duro en el paralelo, poderoso en el cruzado, con ángulos, siempre bien metido en la pista... El triunfo del ruso (6-2, 4-6 y 6-2) se explica a partir de ahí, pero tuvo mucho más porque quien estaba enfrente era Rafa Nadal, rey de la tierra.

Es muy difícil ganar a Rafa en esa superficie, pase lo que pase, se tengan las sensaciones que se tengan. Las de Rafa no eran buenas. Una rotura en contra con un par de errores no forzados y la presión de su rival con el martillo que tiene en su brazo. Lo recuperó pronto Nadal, pero volvió a ceder terreno también rápidamente en un juego difícil de definir, porque vivió un punto inhumano entre ambos con cañonazos por aquí y por allá que se llevó el español. Pero pagó el zurdo el cansancio con una doble falta después, que era la tercera casi consecutiva. Se lanzó el ruso a por el primer parcial y logró un break también en el segundo. Ahí fue cuando Nadal tuvo el momento narrado al comienzo del texto. Ese enfado lógico, pero extraño por lo inhabitual. Rafa puede enojarse, pero es complicado que se vaya del partido. Y lo hizo duro. Durísimo.

El nivel subió hasta niveles extraordinarios. El español buscó más la zona del revés del ruso, cuando pudo, cambió con alguna pelota alta y llevó el duelo al plano mental. Ambos jugadores tenían pelotas de break, hacían sufrir a su rival en cada saque. Algunas las salvaban de forma increíble. El choque entró en modo carnicería. Todo apurado, al límite, porque no se arrugó Rublev. Le seguía arreando el tenista entrenado por Fernando Vicente y en ese duelo a pecho descubierto fue remontando el once veces ganador en Montecarlo. Primero igualó la rotura y después se llevó el parcial con uno de esos golpes en carrera que suelen cambiar la dinámica de los encuentros.

Ya estaba. Ya parecía que estaba, mejor dicho. Eso casi contra cualquiera. Con el Rublev que había en la pista, no. Es un tenista fantástico al que a veces los nervios le traicionan, pero esta vez estuvo siempre sereno. Respondió a la exigencia en modo campeón, siguió taladrando con su derecha, pero es que también se supo defender de las embestidas del manacorense. Nadal perdió el partido cuando parecía que había entrado en su terreno preferido. Comenzó el último set con la misma dureza física y mental, con tres roturas consecutivas, pero al final el ruso, mejor con el saque, se disparó para conseguir uno de los triunfos más importantes de su carrera.

Le faltó a Rafa algo más de exigencia en sus dos primeros duelos, que ganó casi como si de un entrenamiento se tratase. La exigencia se la puso de golpe Rublev y se notó que todavía necesita más rodaje.

En Montecarlo, Djokovic cayó en octavos de final y Nadal en cuartos.