Cuartos de final
Alcaraz derrota a Rune y se mete en semifinales de Wimbledon con un alucinante dato de errores no forzados
El número uno del mundo arrasó en el duelo de veinteañeros tras un primer set muy apretado (7-6 [7/3], 6-4 y 6-4)
Carlos Alcaraz cerró el primer set con un resto directo de revés, estirándose y pillando a Rune a medio camino en la subida. El grito del tenista español se escuchó más allá de la pista central, más allá del All England Club, en todo Londres. "Ese grito me ha servido para soltar los nervios", reconoció después. Era liberador porque el partido se estaba decidiendo ahí. Todavía quedaba mucho, pero después de ese momento, la superioridad del murciano fue notoria y por eso venció por 7-6 (7/3), 6-4 y 6-4 para meterse en las semifinales de Wimbledon, donde le espera el ruso Daniil Medvedev, que sofocó la rebelión de Eubanks (6-4, 1-6, 4-6, 7-6 [7/4] y 6-1).
Era el partido entre dos amigos, rivales desde niños, aunque esta era la primera vez en un Grand Slam. Seguro que vendrán muchas más, se espera que sea una de las rivalidades del futuro, pero el presente es del español. De chavales solía ganar Rune, pero la evolución que han tenido ha sido algo distinta. La de Holger, que fue el mejor en júnior, muy buena: ya es el 6 del mundo y ganador de un Masters 1.000 con 20 años. La de Alcaraz, meteórica, porque con la misma edad ya tiene cuatro Masters 1.000 y un US Open y esta va a ser su tercera semifinal de un Grand Slam. Pocas cosas iguales se han visto.
Jugador de hierba
Definitivamente, la hierba es un traje que le empieza a sentar de lujo a Carlos. Él estaba convencido de que podía jugar bien ahí y lo que está mostrando le da la razón. Ha ido en el torneo de menos a más clarísimamente, y ya se mueve sobre el verde como pez en el agua, y lo pisa sin temor y hace más dejadas y pega golpes en carrera y acelera la derecha que da gusto. Pero lo que mejor está haciendo es restar. Rápido de manos, trata de adelantarse al servicio de su oponente para ser agresivo desde el primer momento. Es uno de los golpes que más practicó durante la pretemporada, que se alargó porque tuvo que recuperarse de una lesión en la pierna que le obligó a perderse el Open de Australia.
El otro aspecto en el que insistió en esos meses es en el servicio: quieren que aumente el porcentaje. El de este duelo de cuartos no fue demasiado alto (62 por ciento), pero sí se concentra mucho en los momentos delicados. Contra Rune, sólo tuvo que hacer frente a una pelota de rotura, que solucionó con un primer saque potente que es verdad que el danés estuvo a punto de meter en la línea. No hubo más opciones de break para el nórdico, pero sí muchos amagos en ese primer set en el que los dos tenistas se movieron en el alambre. El resultado más repetido, tanto para uno como para otro, era 0-30, una amenaza seria que ninguno llegó a concretar. Lograron sobrevivir con mano dura cuando la presión apretaba. Era el clásico parcial en el que un error pequeño podía ser un mundo, y el tenista nórdico lo cometió con una doble falta en el tie break. Era una rendija que dejó y por la que Carlos se coló sin dudarlo. Supuso el 4-3 para el murciano, y Rune ya no consiguió sumar un punto más.
Un dato increíble
Había sido un set de desgaste, sobre todo mental, pero el danés y el murciano comenzaron con fuerza el siguiente. El panorama era distinto. Todo iba muy rápido, juego en blanco tras juego en blanco. El primero en equivocarse (y el único, en realidad) volvió a ser Rune, de nuevo con una doble falta. Tomaba mucho riesgo con los segundos servicios y puede suceder, lo que pasa es que a él le ocurrió en dos momentos importantes. Esta vez el danés también regaló un remate cómodo que tiró a la red. El español confirmó la rotura con otro resto directo de revés y la montaña ya se le hizo demasiado alta a su rival.
El orden que estaban teniendo los dos tenistas, salvo por esas pequeñas desconexiones del nórdico, se rompió definitivamente por un lado. Rune se desesperó y perdió su plan de juego y empezó a ser dominado por Alcaraz, que incluso se lució en la red o ganando por aplastamiento, poniendo a su oponente a correr de un lado a otro hasta rendirlo. En el último juego se intentó convencer Holger. Decía que sí con la cabeza, pero estaba sentenciado. Carlos sólo firmó 13 errores no forzados y más lo alucinante: 12 en el primer set, cero en el segundo y uno en el tercero.